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Música

Miedo escénico, la fobia paralizante ante el riesgo de fracasar en público

Los problemas de Joaquín Sabina y Pastora Soler ponen el foco sobre un temor que puede convertirse en una seria fobia

Miedo escénico, la fobia paralizante ante el riesgo de fracasar en público

El abandono prematuro del escenario por parte de Joaquín Sabina el pasado sábado durante un concierto madrileño, aquejado de miedo escénico, ha puesto el foco sobre un tipo de fobia cuya incidencia es mayor de lo que puede suponerse a primera vista. El cantautor andaluz aseguró que había sufrido un Pastora Soler, en alusión a la cantante que recientemente anunció que se retiraba de los directos de forma temporal a causa de ese mismo temor, tras sufrir un desmayo en una actuación. En su manifestación patológica, estamos ante un trastorno multiforme cuya prevalencia oscila entre el 1,5% y el 3,5% de la población general, comienza alrededor de los 20 años y es dos veces más frecuente en mujeres que en varones.

¿Qué es?

El término "miedo escénico" suele ser una manera informal de designar lo que se conoce como fobia social o ansiedad social. Fue Jorge Valdano, ex futbolista y ex entrenador, quien se refirió de este modo al fenómeno, relativamente frecuente, de ansiedad cuando una persona se encuentra ante una audiencia grande, en presencia de desconocidos o en situaciones que pueden provocar crítica o desaprobación de lo que está haciendo. Muchas personas tienen ciertas fobias razonables. El problema surge cuando esos mecanismos de defensa ante lo dificultoso, o potencialmente peligroso, son excesivos y, por lo tanto, se convierten en patológicos

Trastorno de pánico

Quizá sea éste el concepto al que mejor se ajusta el caso de Pastora Soler. Se trata de periodos cortos, pero repetidos, de intenso temor o malestar en el que están presentes molestias o síntomas físicos que alcanzan su cota máxima en pocos minutos (palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo, dolor o molestias en el pecho, náuseas, vértigo o sensación de inestabilidad, miedo a perder el control o a morir...). Algunas personas, como consecuencia de todo ello, evitan llevar a cabo algunas actividades o acudir a lugares que pudieran desencadenar los ataques de pánico; lo cual suele dar lugar a importantes restricciones en la vida cotidiana. En esos casos, se habla de trastorno de pánico con agorafobia.

Origen

Las causas del trastorno de pánico son diversas. Suele haber cierta predisposición temperamental o constitucional, y también familiar, que favorece los ataques de pánico; y que tiene que ver con el mal funcionamiento de determinadas estructuras cerebrales que actúan como sistema de alarma, hasta el punto de que la hiper-ventilación o respiración rápida o la inhalación de CO2 suelen provocar el ataque de pánico.

Interpretación errónea

También es determinante en el desarrollo del problema la interpretación que la persona hace de las molestias que experimenta, de modo que la ansiedad añadida actúa, a su vez, como amplificador de los síntomas antes mencionados, en una especie de círculo vicioso que culmina en un nuevo ataque de pánico. La interpretación errónea de las sensaciones corporales a veces puede ser automática y no plenamente consciente, y explica la existencia de ataques incluso de noche, cuando la persona comienza a dormirse. No obstante, el trastorno de pánico suele ser una alteración heterogénea, que a largo plazo a veces se asocia a otros trastornos de ansiedad, estados depresivos y abuso de sustancias.

No es un infarto

El impacto de las primeras crisis de pánico suele ser enorme, ya que la persona cree estar sufriendo un infarto y la sensación de que se va a morir. En muchos casos, sólo después de consultar con varios especialistas, que descartan cualquier enfermedad física, llega a la conclusión de que se trata de un problema psicológico y pide la ayuda profesional apropiada. Entretanto, la persona se ve afectada por una expectación ansiosa o "ansiedad anticipatoria" que le impide llevar vida normal, por miedo a que vuelva a sufrir una nueva crisis de pánico, y a evitar las situaciones o actividades en las que dichas crisis han tenido lugar. No es raro ver que algunas personas no salen de casa o tienen que hacerlo en compañía de otra persona, por miedo sufrir un nuevo ataque, perder el control y necesitar ayuda médica.

Incidencia

El trastorno de pánico es relativamente frecuente y no respeta las profesiones. Tiene una tasa de prevalencia de entre el 1,5 y el 3,5 por ciento de la población general, comienza alrededor de los 20 años y es dos veces más frecuente entre las mujeres que entre los hombres. El impacto, en cambio, del problema es mayor en quienes ejercen alguna profesión de cara al público, ya que la ansiedad anticipatoria suele ser más intensa por temor a que pueda tener lugar la crisis y a ser, por ello, el centro de atención de los demás.

Políticos y escanciadores

Por la consulta de un psiquiatra pueden pasar desde músicos que padecen estos problemas, a sacerdotes con misión parroquial; desde algún líder sindical o político, ante la participación en un mitin, a comerciales o empresarios que se ansían mucho en las reuniones de grupo o equipo.

Psicoterapia

Los procedimientos psicoterapéuticos suelen incluir un componente informativo o educativo acerca de qué es la ansiedad y el pánico (cuya naturaleza no es sólo mental, sino que conlleva expresiones fisiológicas o vegetativas normales), una terapia cognitiva destinada a modificar la tendencia a interpretar de forma errónea y catastrófica las sensaciones corporales que experimenta (por ejemplo, "estoy teniendo un ataque cardiaco", "no puedo respirar y me voy a morir", "me estoy volviendo loco", "voy a perder el control"...), entrenamiento en respiración y relajación, y otras pautas para manejar situaciones evocadoras de ansiedad en la vida diaria. La terapia grupal con otras personas que han tenido el mismo problema suele ser también útil.

Medicamentos

Tiene tratamiento y con buenos resultados casi siempre, por lo general, con los fármacos llamados ISRS (inhibidores de la recaptación de la serotonina), u otros similares, que facilitan el buen funcionamiento de esta sustancia química cerebral natural, la "serotonina", que está implicada en este mecanismo de carácter patológico.

Por lo general, no es necesario usarlos de por vida, ya que el fóbico, tras una temporada mejorado o curado de la ansiedad al tomar la medicación, va generando mecanismos de defensa propios que le permiten perder el miedo y llegar a enfrentarse sin angustia por sí mismo a esas sensaciones. Es, por así decirlo, como la escayola que ayuda a que el hueso se vuelva a regenerar tras la fractura y, una vez restaurada, ya no se necesite. De modo que son tratamientos de meses -por lo general- pero no necesariamente para siempre. En los casos en que las situaciones fobógenas son puntuales e infrecuentes -como viajes en avión muy circunstanciales, intervenciones aisladas ante público...- basta con que esa persona tome previamente un ansiolítico que le tranquilice un rato y pueda superar la situación. La psicoterapia psicológica puede sustituir o complementar el tratamiento farmacológico.

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