Canarias es un territorio atlántico, alejado de Europa, próximo a África y caracterizado por una prehistoria y una historia distintas en muchos aspectos a las que se han vivido en el resto e España. Todo esto da lugar a una serie de tradiciones diferentes a las del resto del país. Y esto también se percibe en determinadas costumbres navideñas, aunque muchas se han ido perdiendo con el paso de los siglos. Así que también existe una Navidad canaria donde los ecos y las luces del pasado se mezclan con el presente.

Los Ranchos de Pascua son una de las manifestaciones más características de la Navidad en el archipiélago, en especial en Lanzarote, Fuerteventura y algunos rincones de Gran Canaria. Su origen se remonta en realidad a los Ranchos de Ánimas, cuyo propósito no era otro que recaudar donativos y limosnas para la celebración de misas en honor a los fallecidos previo pago a las parroquias. Con el paso del tiempo, estos ritmos se utilizaron para glorificar el nacimiento de Jesús, aunque sin perder su singular ritmo lastimero.

Resulta curioso que un exhaustivo estudioso de las tradiciones canarias, en especial en lo referido a las tradiciones orales y musicales, como es Maximiano Trapero haya encontrado un nexo de unión entre el carácter de estos Ranchos de Pascua y algunas referencias históricas que han llegado hasta nuestros días sobre los cantos de los aborígenes. El historiador cita un crónica de la conquista que hace alusión a que los canarios "eran gente afable, y sus cantares, muy lastimeros, cortos y a modo de endechas, y muy sentidos, que mueven a la compasión de los oyentes". El experto señala que no se puede establecer una relación directa entre aquellos cánticos y los Ranchos de Pascua, aunque sí parece existir un tenue hilo conductor. Trapero destaca igualmente que "no hay nada en la celebración de la Navidad española que se le parezca".

Los Ranchos de Pascua también están estrechamente ligados a las llamadas misas de luz, las nueve noches entre los días 16 y el 24 de diciembre, es decir, hasta la Natividad. Algunos estudiosos señalan que los conquistadores utilizaron estas misas para establecer un paralelismo con determinados rituales aborígenes y facilitar de este modo la cristianización de los antiguos pobladores de las islas. Una vez más se cruzan los caminos del ayer y el hoy.

Rancheros mayores

Los citados Ranchos de Pascua resuenan con fuerza en los anales de las navidades canarias, especialmente en islas como Lanzarote, donde ha tenido presencia en pueblos como Tao, La Vegueta, Tías, Guatiza, Tiagua, Tinajo, Tías o Haría, aunque últimamente se vio relegado a San Bartolomé y Teguise. El Rancho de Teguise consta de cuatro partes (Corrido, Saltos, Desechas y Pascua) y rinde homenaje a la figura de Juan Crisóstomo García (fallecido en 1933). Un cuaderno suyo fechado en 1897 y guardado por su esposa permitió rescatar su legado. En el caso de San Bartolomé, uno de los nombres de referencia es Juan García, apodado 'El Jariano' por proceder del municipio de Haría, al norte de la isla.

Los investigadores Moisés Aday Domínguez y María del Carmen Brito señalan que en Gran Canaria la tradición de los Ranchos de Pascua se refugio principalmente en La Aldea, Teror o Valsequillo, entre otros lugares. Estas agrupaciones, relatan, solían estar lideradas por los llamados rancheros mayores, una figura que se elegía en votación democrática o, en algunos casos, era un cargo heredado de padres a hijos. En Fuerteventura los Ranchos de Pascua comenzaron a desaparecer en los años cincuenta, resistiendo en pagos como Tetir o Tiscamanita.

La relación entre los impulsos del pueblo llano y el orden que quería establecer la institución eclesiástica a la hora de abordar las celebraciones propias de la Navidad ha dado lugar a anécdotas de toda índole en el archipiélago. Una de las más célebres y llamativas se produjo en el pueblo de Femés (Yaiza, Lanzarote). Los feligreses, según se cuenta, tenían adquirida la costumbre de saludar con grandes silbidos el momento en el que se festejaba el Nacimiento del Niño Jesús. A principios del siglo XX llegó al pueblo un cura que quiso cortar tajantemente con una forma de proceder que consideraba inapropiada. Pero se encontró con la resistencia de muchos vecinos. Uno de ellos entonó un silbido durante el besapiés y el párroco, ni corto ni perezoso, la golpeó en la cabeza con la imagen del Niño Jesús. Esta anécdota fue recogida por el escritor e historiador Isaac Viera y pervive en la memoria insular en la forma de unos versos anónimos: "Al niño recién nacío le dio muerte el señor cura por mor de la calentura que cogió con el silbío".

La Navidad y sus celebraciones adopta distintas formas y fondos según nos movemos por el archipiélago. En la isla de Tenerife, por ejemplo, se mantiene viva la tradición de los Divinos, llevada por los estudiantes universitarios hasta otras islas de la provincia occidental, con especial arraigo en La Palma, donde agrupaciones con instrumentos de cuerda hacen sonar sus acordes de calle en calle mientras los vecinos les hacen pasar a sus casas convidándoles a dulces, chocolate caliente, licores e incluso arepas. En el otro extremo de Canarias, en La Graciosa, un archipiélago dentro del archipiélago, la Navidad suena a las parrandas de corte improvisado de las familias Guadalupe, Toledo o Páez. Como se puede comprobar, la Navidad tiene mil sonidos y mil colores en estas islas atlánticas.

Los citados Rodríguez y Brito destacan también dentro de las tradiciones navideñas los "años nuevos", que varían de municipio en municipio pero que tienen en común su periplo de hogar en hogar equipados con timples, laúdes, tambores guitarras o las típicas botellas de anís.

Y se armó el Belén

Los belenes son otros de los grandes protagonistas de estas fechas en Canarias. Su presencia en los hogares de todo el archipiélago se comenzó a generalizar a lo largo del siglo XVIII. Domingo J. Navarro reseña que a principios del siglo XIX "eran pocas las casas que no tuvieran su nacimiento en forma de risco, con muchas cuevas y fabricado con raíces de cañas [...] y gachas". Manuel Hernández, en su libro Fiestas y creencias canarias en la edad moderna, destaca que las familias más pudientes incluso mandaban traer sus belenes desde Italia, donde destacaban por el refinamiento de sus figuras.

El gusto de los canarios y canarias por estos portales se traduce igualmente en iniciativas de carácter público que se convierten en acontecimientos muy esperados y seguidos. Una muestra de ello es, por ejemplo, el Belén de arena de la Playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria o el que se monta año tras año en Yaiza representando aspectos de la geografía y la etnografía del municipio lanzaroteño a través de escenas del campo y la mar.

La Navidad tiene sabor a sal y tierra en Canarias.