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'En tercera persona'

Secretos y mentiras

Secretos y mentiras

Tengo buenas y malas noticias. Las buenas: Liam Neeson deja a un lado las pistolas, los brincos y las carreras a ninguna parte y vuelve a demostrar lo gran actor que es, le basta una mirada para inundar de emoción la pantalla. Las malas: al noventa por ciento de los espectadores, En tercera persona les parecerá un lío monumental con ráfagas de casualidades imposibles, efectismos a diestro y siniestro y saltos incomprensibles de una historia a otra. Ahora bien, al diezpor ciento restante, si consigue perdonar algunos vicios de guionista trilero que Paul Haggis ya mostraba en Crash, muestra condescendencia con el absurdo episodio de Adrien Brody y su amada gitana y se arma de paciencia con la trama inicialmente incomprensible de la madre (Mila Kunis) y el padre que la mantiene apartada del niño, podrá sacarle provecho a una película que en todo momento muestra una insólita querencia por la autoflagelación.

No cuesta mucho encontrar por aquí y allí restos de un cineasta que sabe bien a qué huelen las arenas movedizas del éxito y el fracaso. De ahí que lo mejor se encuentre en el capítulo centrado en Neeson, su amante errante (Olivia Wilde, excelente, dan ganas de aplaudir la escena en la que revela el gran y terrible secreto que la persigue) y la esposa (Kim Basinger) que conoce las horrendas causas del infierno íntimo que vive ese hombre atormentado y prisionero de sus fantasmas, reales y/o imaginarios.

Desequilibrada, errática en algunos tramos y demasiado enfática en determinados momentos, En tercera persona logra, sin embargo, impregnar la pantalla de una intensa tristeza vital, está llena de pequeños detalles inteligentes y sensibles (la escena de amor que arranca por los pies, los juegos esquivos entre amantes, los cuerpos que se desvanecen) y, finalmente, ata sus cabos con un intenso y emocionante desenlace en el que Haggis encaja todas las piezas en un clímax potente.

Envuelto a modo de sudario musical por la banda sonora de Dario Marinelli, el puzzle del coplejo personaje de Neeson se completa y lo vivido se ensambla con lo imaginado con inquietante y emotiva precisión.

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