Igual que los árboles no dejan ver bien el bosque, las nubes en un día de eclipse son las que no dejan ver bien el sol, y no tanto la interposición de la luna entre el astro y la Tierra. Eso fue un poco lo que pasó ayer desde la capital grancanaria, donde más de un centenar de personas se apostaron en las puertas del Museo de la Ciencia, en la explanada del Edificio Elder, para contemplar el anunciado eclipse parcial, que coincidió con el día en el que comenzaba la primavera.

El Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología organizó ayer la actividad para observar el eclipse de sol, que comenzó a las 7.45 horas y que iba dirigida a todas los interesados que quisieran garantizarse hacerlo de forma segura, disfrutar de las explicaciones del personal técnico del centro y disponer del material adecuado que se puso a su disposición, desde gafas especiales a telescopios con filtros profesionales.

El eclipse en Canarias fue parcial, del 45%. Los astrónomos habían advertido que, "como toda actividad al aire libre, las condiciones meteorológicas son determinantes para poder llevar a cabo la observación". La mala suerte hizo que el día amaneciera nublado e incluso lluvioso, aunque los expertos habían anunciado que "quien quiera asegurarse de que las nubes no oculten el sol, cuanto más alta sea la zona desde la que elija realizar la observación, menos posibilidad habrá de que las nubes oculten el mágico fenómeno".

El eclipse comenzó a las 7.45, a las 8.39 alcanzó su punto álgido y a las 9.35 la sombra de la luna abandonó el sol y finalizó el fenómeno astronómico. "Los eclipses de sol ocurren cuando el sol, la luna y la Tierra se encuentran perfectamente alineados, de forma que la luna se interponga entre la Tierra y la estrella solar y la oculte a ojos de quienes observan desde la Tierra", explicaron los expertos.

A las 8.32 de la mañana comenzaron a escucharse las primeras voces de los curiosos asentados en el lugar desde las 7.30: "Ahora sí, ahora sí", gritaban en el inicio del eclipse amenazado por las antipáticas nubes. La gente se iba pasando las gafas especiales porque no había cama para tanta gente.

Había gente de todas las edades, pero sobresalía la gente joven. Niños acompañados de sus padres y adolescentes que se echaron a la fugona la primera clase del día, posiblemente consentida por maestros que apuestan por la ciencia y profesores tolerantes. También había gente mayor, algunos docentes en paro, amas de casa, desempleados con tiempo libre y jubilados ansiosos por no perderse el fenómeno.

Gregorio de la Fuente, técnico del museo, aleccionaba al público para que pudiera saborear mejor el momento y prevenir los riesgos del avistamiento. "A las siete y media ya había aquí personas que querían ver el eclipse. Hemos tenido un tiempo nublado, pero justo ahora que empieza el eclipse parece que hay algún claro para poderlo ver decentemente".

Alumnos de algún colegio y grupos de familiares y amigos se dejaron ver por el recinto. "Han querido observar el eclipse con los medios especiales de los que disponemos. Igual que cualquier otro día, mirar al sol es peligroso. Así que hacerlo con prevención. Hay filtros especiales, que son los que tenemos en el museo, y los estamos prestando para que todo el mundo pueda echar un vistazo. No tenemos gafas para tantos ojos". En Canarias habrá otro eclipse parcial en 2017, pero el próximo total no será hasta dentro de dos siglos y pico. A pesar de los agoreros que creen que los eclipses anuncian malos tiempo, los científicos señalan que no hay ninguna relación. "Son casualidades astronómicas, coincidencias de alineación entre el sol, la luna y la tierra. Eclipses hay todos los años, puede haber hasta cinco. Lo raro es que lo veamos desde distintas partes del mundo. En 2026 y 2027 habrá eclipses totales de sol que se verá en la Península. En Canarias será de un 80%, el doble de hoy (por ayer)".

Algunos de los asistentes se hacían selfies para la historia. A pesar de las indicaciones de los expertos, algunos no usaron las gafas protectoras y se limitaron a usar las de sol, despreciando los riesgos. "Mirar al sol siempre es peligroso, haya o no eclipse. Lo que ocurre es que con los eclipses la gente lo mira más por simple curiosidad".

César y su mujer se pasearon desde primera hora de la mañana por la explanada del Museo Elder junto a sus dos hijas: Mar, de ocho, e Iris, que la semana que viene cumple cuatro. "Es que Mar viene aquí a sus clases de ciencia y tecnología. Nos trajo a la conferencia y tiró de nosotros. Nos tragamos entera la charla de más de hora y media". Mientras, Mar asiente y juega con su hermana pequeña. Está ilusionada con la experiencia. Se le nota en la amplia sonrisa. "A mí no me llamaron Daniela", dice Mar, privada, tras imponerse la propuesta del padre a la de la madre.

Algunos aficionados llegaron vestidos de montañeros o senderistas, con mochilas y gorras incluidas. Un ciclista también aprovechó el remolino para hacer una parada en Santa Catalina y sumarse a los observadores del eclipse. "Lo peor ha sido el tiempo. Las nubes no nos ha permitido ver bien el eclipse", decía Gloria Macías, algo desilusionada.