Las nubes arruinaron ayer la oportunidad de presenciar un eclipse el primer día de la primavera en la necrópolis prehispánica de Arteara, donde los primeros rayos de sol del 20 de marzo marcan desde hace mil años el cambio de estación iluminando la "tumba del Rey". Este espectáculo de luces, que sobrecoge por su precisión, se repite dos días al año, en cada uno de los dos equinoccios (primavera y otoño), y revela el dominio de la astronomía que los antiguos habitantes de Gran Canaria. Este año, la salida del sol que proyecta a través de una hendidura natural de los riscos, ese rayo solar justo sobre el túmulo principal de la necrópolis coincidía con un eclipse, un acontecimiento que no se producía desde hace tres siglos, en concreto desde el 23 de septiembre de 1699, según ha confirmado a Efe el Instituto de Astrofísica de Canarias. Poco se pudo ver en Arteara donde se congregó medio centenar de personas. Los caprichos del tiempo quisieron que empezaran a abrirse claros a las 9.45, ya sin eclipse ni rayo.