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Teatro

El auténtico mercader de Venecia

Un hombre que ha vivido por encima de sus posibilidades está a punto de perderlo todo porque no puede hacer frente a un crédito. No, no se trata del drama de miles de personas, sino de una comedia de Shakespeare.

Esto es posible porque a pesar de su popularidad, El mercader de Venecia es una obra teatral malentendida, ya que al contrario de lo que cree la mayoría se trata de una comedia de trama amorosa y no un drama. Este equívoco se debe a que el usurero judío está dotado de un aura trágica que lo hace destacar entre todos los personajes y por eso la obra es recordada por sus escenas trágicas, especialmente el célebre monólogo en el que Shylock realiza una apología de su condición.

Esta versión de Yolanda Pallín y dirección de Eduardo Vasco respeta el original shakesperiano, pero realiza unos cambios con el propósito de resaltar la trama amorosa. Uno de ellos es el vestuario de los actores, que excepto el de algunos personajes secundarios como el Dux de Venecia, es completamente decimonónico. Si a esto añadimos que la obra está acompañada por piezas de los compositores románticos Johannes Brahms y Franz Schubert interpretadas al piano, la obra adquiere una atmósfera claramente romántica.

Es un cambio acertado, pero por otra parte, trasladar la acción del siglo XVI, cuando Venecia estaba entre las ciudades más pobladas de Europa y las más ricas del planeta, al XIX, cuando había quedado reducida a un mero barracón austriaco, supone un anacronismo, en especial porque el cargo de Dux, fundamental en la obra, ya había sido abolido. A pesar de ello hay que reconocer que este error no afecta a la comprensión de la obra, ya que para el espectador actual, que en su mayoría desconoce la crónica del apogeo y decadencia de Venecia, la ciudad parece haber sido siempre una especie de parque temático para turistas.

Toda la obra está bañada por una apropiada iluminación que junto al telón de fondo crea unas tonalidades fantásticas, y la funcionalidad de la escenografía, un sencillo pero efectivo banco de madera, no podría ser más imaginativa.

Entre todos los actores sobresale naturalmente Arturo Querejeta, porque interpreta fielmente a Shylock, contrapunto dramático de la comedia, que pesa más que el resto del elenco actoral. Su odio se enfrenta al amor que sienten los demás, y pierde, pero consciente de su intrepidez trágica, casi prometeica en su fracaso, la obra termina con el personaje apareciendo disgustado en escena, mientras el resto abandona alegremente el escenario, para arrojar al suelo su balanza. De este modo se reconoce la magnitud y relieve del elemento dramático dentro de la comedia, lo que ha llevado a muchos a creer que el mercader que da título a la obra es Shylock y no Antonio.

Esta escena a modo de conclusión supone el epítome de una adaptación que aunque ha acentuado los elementos románticos del original, ha sabido combinar fielmente los cómicos con los dramáticos.

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