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Entrevista. Catedrática de Mineralogía en la Universidad de Münster (Alemania)

Carmen Sánchez Valle: "La Tierra se ha excavado 12 kilómetros aunque sabemos lo que hay a 6.300"

"Entre la corteza terrestre y el manto hay 'océanos' con tres veces más agua que en la superficie", apunta la docente

Carmen Sánchez Valle. UISMA MURIAS

¿Qué tenemos bajo nuestros pies?

Pues 6.370 kilómetros hasta el centro de la Tierra.

¿Y hasta dónde hemos llegado, más allá de la imaginación de Julio Verne?

Casi nada. En la península rusa de Kola, cerca del Báltico, se perforaron algo más de doce kilómetros. El proyecto se paró y yo creo que está muy olvidado. Las temperaturas ahí abajo superaban ya los 300 grados y las máquinas se rompían.

¿Más abajo de esos 12 kilómetros, misterio absoluto?

No, ni mucho menos. Sabemos qué hay. Sabemos qué minerales están presentes en la corteza terrestre, hasta los 30 kilómetros, y que más abajo, hasta los 400, el mineral más importante es el olivino.

¿El de las olivinas de las jo- yerías?

El mismo. Pero se trata además de un material refractario, que tiene un punto de fusión muy alto, en torno a los dos mil grados, con aplicaciones industriales.

¿Por debajo de los 400 kiló-metros?

Hasta los 660 aproximadamente hay una zona de transición en la que el olivino se transforma en una estructura cristalográfica distinta. Y aparecen otros minerales no muy conocidos como la wadsleyita o la ringwoodita.

Pero ¿cómo los conocemos si nunca hemos llegado hasta ahí?

Casi todos los minerales los podemos sintetizar en el laboratorio. En nuestro viaje al centro de la Tierra hay diferentes presiones y temperaturas. Estos dos elementos son los que cambian las estructuras y las propiedades físicas de los materiales. Se calcula que en el centro del planeta hay una temperatura de cerca de seis mil grados centígrados y una presión de 360 GPa. Para hacernos una idea: un solo GPa equivale a diez mil atmósferas.

¿Y se pueden reproducir esas temperaturas y presiones?

Se puede. Hay un mecanismo que se denomina celda de yunques de diamantes, una máquina que cabe en la mano y que incluso se puede exceder de las condiciones de presión en el núcleo de la Tierra a temperatura ambiente. Después, con ayuda de un láser, llegamos a generar esos seis mil grados. Es como una ventana al interior del planeta.

Hablamos de minerales que suponemos que existen por la composición que deberían tener calculando presiones y temperaturas.

No solo eso. La perovskita la hemos tenido en la mano porque apareció en un meteorito de impacto. Y hemos comprobado que con esa composición que le suponíamos sí está en la naturaleza. Estamos hablando nada más y nada menos que del mineral más abundante en la Tierra.

¿Seguimos bajando?

Desde los 600 a los 2.900 kilómetros el mineral dominante sigue siendo la perovskita, al que se conoce también como bridgmanita. Toma el nombre de Percy W. Bridgman, Nobel de Física en 1946. Y llegamos a la frontera entre el manto y el núcleo, una zona muy compleja en la que la composición cambia totalmente y aparecen aleaciones de hierro y, en menor medida, de níquel. El núcleo está formado por dos partes. La externa es líquida.

¿Qué tipo de líquido? Nada parecido al agua...

No. Es hierro fundido, con carbono y oxígeno. La composición exacta no se conoce. Es un reto científico.

¿Y por qué se sabe que hay líquido?

Por las ondas sísmicas, que no se propagan en el medio líquido. Tenemos capacidad para comprobar esa ausencia de propagación de onda.

Y entonces ¿dónde están los océanos del título de su conferencia?

Hay que poner la palabra océanos entre comillas. Hay agua a partir de unos 400 kilómetros de profundidad, en la llamada zona de transición entre la corteza terrestre y el manto, pero hablamos de unos océanos que no son exactamente agua líquida, sino que están sus componentes químicos almacenados en minerales estables, que ejercen de esponjas. Si calculamos toda esa agua que está ahí debajo tendríamos tres veces más que la de todos los océanos de la superficie.

¿Es como un anillo acuático alrededor del globo?

Exacto. El año pasado fuimos testigos de un descubrimiento asombroso. Un diamante encontrado en Brasil contenía una pequeña parte de ringwoodita hidratada, con un 1,5% de agua. Se comprobó que ese diamante provenía de unos 550 kilómetros de profundidad. Es algo único. Los diamantes son el mejor recipiente posible para un viaje de esas características. Fue la primera prueba directa de la presencia de agua en la zona de transición terrestre.

Nos vamos al núcleo interno, la parte más profunda del planeta. ¿Qué hay ahí?

Estamos a unos 5.200 kilómetros, el núcleo se vuelve sólido con una composición que sigue siendo hierro y níquel.

¿Es un mundo estable?

Al contrario. La Tierra es muy dinámica. Por ejemplo, hay terremotos a 700 kilómetros de profundidad. Son raros, pero suceden. Lo que pasa es que no generan catástrofes porque cuando las ondas llegan a la superficie lo hacen ya muy atenuadas.

¿Cuál es su actividad profesional en Münster?

Soy catedrática de Mineralogía. Münster es una ciudad pequeñita, con una Universidad prestigiosa. Puedo ir al trabajo a pie. La ciudad quedó arrasada después de la II Guerra Mundial pero se reconstruyó tan bien que todo en ella parece antiguo. Tengo mi vida allí, volver a España es muy complicado por las características de mis investigaciones. Soy catedrática de Mineralogía.

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