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Entrevista. Actriz

Blanca Portillo: "Viendo mi obra muchos entienden el sufrimiento de la Virgen María"

El teatro Cuyás acoge el monólogo de la artista 'El testamento de María', del escritor irlandés Colm Tóibin

Blanca Portillo. EFE

¿Cómo es la María que describe Tóibin en este monólogo?

Es una campesina como otra cualquiera que vivía del taller de su marido, que era carpintero, y de lo que tenían en el huerto. Una mujer de pueblo. Nada sofisticada. Nosotros pensamos en la Virgen y se nos iluminan los ojos. Pero si le eliminas el manto azul y los angelitos alrededor, realmente es una mujer que vive en la tierra, que come y duerme de forma humilde.

¿La obra aborda sólo los sucesos históricos o también la infancia de Jesucristo?

También su infancia. Es la historia de una madre que cuenta cómo era su hijo, cómo lo crió, y cómo sufre desde que nace hasta su madurez. Habla de cómo era su hijo frente a los niños de las otras amigas. Jesucristo era un niño más y no precisamente el que más destacaba, porque era tímido. Habla de cuando decide marcharse de casa siendo casi adolescente y de cuando vuelve. Se va a Jerusalén, no a una misión, sino porque se van todos los jóvenes a buscar fortuna. Cuenta que cuando vuelve de aquel viaje está transformado y ella no lo reconoce. Es una cosa tan posible y tan creíble para cualquier madre. Es lo típico. El niño dice 'mamá, me voy a ir a Londres cuatro años para formarme'. Y el chaval se va y cuando vuelve está cambiado. ¿Y de qué hablan las madres?, pues de dónde está, con quién va, quiénes son sus amigos, las influencias. .

Supongo que hay que partir de que la obra es una visión apócrifa de la vida de María.

Es el punto de vista subjetivo de ella, y, por tanto, no es una verdad absoluta. Pero ¿quién escribe la historia?, ¿quienes la vivieron o los que se la contaron? El texto pone en duda lo que escribieron sus discípulos y revela unas cosas que estos no dijeron. Se plantea lo de los ideales que provocan la muerte de la gente. La obra cuenta muchas cosas que tienen que ver con el mundo en que vivimos. He hablado con mucha gente creyente que la ha visto y para las cuales el Evangelio es palabra de fe y aunque dicen que no es verdad, también reconocen que no hay ninguna prueba de que sucediera lo dicho en el Evangelio. Lo único que sabemos de ella es lo que aparece en esos textos y nosotros planteamos rellenar esos huecos. Es una madre que ve como muere su hijo.

Tóibin también escribió una novela, aparte del monólogo.

Cuando hace el monólogo, Tóibin decide que quiere escribir la novela porque es consciente de que cuando un director toma un texto lo hace suyo. Tóibin escribe su novela desde su punto de vista y detalla más cosas. El Centro Dramático Nacional produce ahora la obra. Y Villaronga, aparte de dirigir la función, ha tomado tanto el texto del monólogo como parte de la novela y lo ha refundido en uno.

¿Cómo ha sido la experiencia de estar sola en un escenario?

Nunca he buscado el monólogo. No me gusta. Yo entiendo el teatro como compartir. El monólogo me produce bastante repelús. Con los compañeros trabajo más tranquila porque te dan la mitad del trabajo. Pero apareció Villaronga y me ofreció, a través de Javier Pérez Santana, este texto. Yo ya tenía un proyecto, pero leí su obra, lloré como una bendita, dejé lo que estaba haciendo, y me dije que era mía. Yo dialogo con personajes que están en el escenario. Es una de esas obras que parecen hechas para mí, aunque es muy difícil. Espero que en el Cuyás se produzca una catarsis como en todos los sitios en los que la he llevado. Sucede porque el público empatiza con lo que está sucediendo, con lo que ella cuenta. Y el personaje se libera a través de lo que dice. Reflexionar y traer tus propias emociones es bueno. Se trata de entrar en contacto contigo mismo y tu verdad más íntima. La gente que la ha visto dice que le sucede algo especial viéndola.

¿Qué opina el público más creyente que ha visto la función?

Muchos me dicen: "Ahora entiendo el dolor de la Santísima Madre". La obra trasciende en gente creyente y no creyente. No hace falta ser madre para entenderla porque toca el corazón de cualquier persona. Leyendo los Evangelios vemos que se repiten algunas cosas y que otras no. Hay mucha gente que escribió sobre Jesús y cuyos textos la Iglesia no dio como oficial. La historia comienza desde el destierro en los últimos años de la vida de María. Jesucristo ha muerto hace tiempo y ella revive lo que lleva años guardado, que confiesa a los espectadores.

¿Ha levantado polémica entre los círculos más conservadores del catolicismo?

Al principio teníamos un cierto miedo por eso. La obra fue estrenada en Nueva York por la actriz Meryl Streep, donde sí generó polémica, pero eso no ha sucedido en España. Está escrita por un irlandés criado en el catolicismo radical, que tuvo contactos con el IRA, y comprometido con la religión.

Desde el punto de vista dramático, ¿que aporta este título al teatro contemporáneo?

Nunca se ha puesto voz a María. Ya no existen las Medea y Antígona, las grandes mujeres que tienen la palabra y actúan del teatro clásico. Aquí María es un personaje clásico-contemporáneo que tiene la valentía de asumir sus errores y no culpar a nadie. Le molesta que se escriba sobre ella como una mujer perfecta cuando en verdad no lo fue. Hasta ahora, la historia de Jesucristo ha dado de todo, sobre todo en el cine, desde Pasolini hasta Mel Gibson. Millones de historias sobre cómo podía haber sido, pero nada sobre María, un personaje que es fundamental, porque es la madre de la criatura. Yo creo que en este caso hablar de Jesús es, en el fondo, la excusa perfecta para contar la historia de ella.

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