Este sábado 28 de marzo el mundo celebra la 'Hora del Planeta' y para que todo el mundo tome conciencia del cambio climático WWF sigue por séptimo año su iniciativa de apagar las luces durante una hora. Esta idea nació en Sidney en 2007 y desde entonces ha logrado la participación de más de 7.000 ciudades y pueblos de 160 países, que con este gesto dan apoyo a las energías limpias.

Más de 250 ciudades españolas participarán en la "Hora del Planeta" a partir de las 20.30 horas, apagando sus lugares más representativos de manera simbólica para ayudar a la reducción de los niveles de contaminación del planeta

Este año es fundamental para el clima, ya que a finales de año gobiernos de todo el mundo se reunirán en París para lograr un nuevo pacto que evite los peores impactos ecológicos, económicos y sociales. Este gran acuerdo climático debe asegurar la transformación hacia un planeta más saludable y justo para todos.

Apagar las luces, una iniciativa que toma fuerza

La sociedad civil quiere que se tomen acciones ambiciosas frente al cambio climático y que quiere ser parte de la solución.

¿Qué tiene que hacer para lograrlo?

Este sábado, por ejemplo, se apagarán cientos de monumentos icónicos, miles de edificios y millones de hogares durante la Hora del Planeta. Esta campaña, que se volvió famosa por su llamado a apagar la luz, ha concientizado masas sobre la amenaza del calentamiento global y la importancia de reducir el consumo energético. Y aunque es un primer paso, se necesita mucho más de una hora para que la sociedad realmente le haga frente al cambio climático.

El puente de San Francisco también se sumó a la iniciativa verde.

La Hora del Planeta debe ser las 24 horas del día los 365 días del año. Diariamente, los ciudadanos se enfrentan con pequeñas decisiones que pueden radicalmente aumentar o disminuir su huella de carbono. Si el cambio climático se vuelve un criterio de decisión, fácilmente pueden cambiar sus hábitos de consumo por unos más eficientes energéticamente y más responsables ecológicamente. Es un segundo paso.

Pero para realmente incidir y dar el tercer y último paso, la ciudadanía no puede ser ajena a los procesos gubernamentales. Y mucho menos este año que será histórico en las negociaciones del clima. A finales de 2015, se adoptará un nuevo acuerdo universal de cambio climático en París, que empezará a regir en 2020 y reemplazará al protocolo de Kioto Lo que se acuerde en Francia tendrá implicaciones en la apuesta de desarrollo de todos los países del mundo e impactará a ésta y a las futuras generaciones.

¿Qué quiere aportar cada país?

En el transcurso del año, los países deben anunciarle al mundo cuáles son sus contribuciones nacionales. Es decir, poner sobre la mesa qué tantas emisiones pueden reducir, cuáles son sus planes para enfrentar los impactos del cambio climático y, en el caso de los países desarrollados, cuánto pueden contribuir para apoyar los esfuerzos de los países en vías de desarrollo de tal manera que, entre todos, hagamos lo suficiente. Si la propuesta de todos los países es suficientemente ambiciosa, podríamos mantenernos en un límite de calentamiento seguro. Si no lo son, podríamos entrar en un desajuste climático de consecuencias graves e irreversibles.

Y por eso, la sociedad civil tiene que participar activamente en el proceso, no puede mantenerse al margen ni silenciar su voz. A nivel nacional, debe incidir en los espacios de participación y a nivel global, movilizarse para exigir a sus líderes un acuerdo que vaya acorde con el principio de equidad y con lo que dice la ciencia.