La Provincia - Diario de Las Palmas

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Gastronomía

Tierra de muchas y ricas cosas

Jamón, queso, cordero y ternera son sólo el señuelo para explorar esa gastronomía Es tanta la diversidad, que han dividido el territorio en cuatro 'zonas gourmet' Badajoz nos fascina por sus conquistadores, un patrimonio monumental y unos alimentos únicos

Espárragos silvestres en Burguillo del Cerro. ISAAC MELGOSA

El XXXVII Congreso Nacional de Fepet fue este mes (del 12 al 15) en Badajoz. Dos docenas de periodistas de turismo volvimos a gozar de la que se dice España profunda. Hay al menos tres atractivos que motivan al viajero ajeno a las tres "S" (Soleil, Sable et Sex): un invaluable patrimonio monumental, la ruta de los conquistadores y el goce de alimentos singulares. Y de viejo es conocido el solemne monasterio de Yuste, en donde se crearon platos de Alta Cocina; lugar de retiro: goce y gota, de Carlos I.

Y nos deleitamos con esas cosas en Mérida, Zafra, Burguillos del Cerro, Jerez de los Caballeros, Los Santos de Maimona, Llerena y Medellín: ciudades con el silencio de pueblecitos apacibles y villorrios que desvelan la arquitectura matriz de tantas urbes hispanoamericanas. Por ejemplo, y sin acudir a los más conocidos, la plaza central de Los Santos de Maimona y los edificios que la rodean, perfectamente conservados, son una de las pruebas de la nunca bien ponderada colonización de América.

Lo que más nos llamó la atención es que Badajoz ha pasado de ser tierra de paso, con esporádica parada y fonda, a destino sosegado donde el gastroturismo juega un papel relevante. Jamón, queso, cordero, ternera... son solo el tópico señuelo para que el gastronómada decida explorar una tierra que, por doquier, depara sorpresas. Y además, tratar con una gente con el marchamo de la hidalguía, amable, generosa.

Surgen, tras los numerosos castillos, para la defensa de villorrios, imágenes bucólicas como un humilde paisano, en una medieval callejuela de Burguillos del Cerro, portando un hatillo de espárragos silvestres que lo vende por unos euros. O tratar con setas estacionales, como las que en un bareto de Jerez de los Caballeros nos sirvieron simplemente a la plancha; eran los primaverales gurumelos, la amanita ponderosa, que, precisamente en marzo, y no lejos, en Villanueva del Fresno, tienen asiento sus anuales Jornadas Transfronterizas.

Y es que los responsables del turismo han diseñado nada menos que catorce festivales gastronómicos -algo comparable con Galicia, pero sin el infinito concurso del mar - que se reparten distintas localidades: Primavera Etnogastronómica, Fiesta de la chanfaina, Salón del Jamón Ibérico, Fiesta del Espárrago (silvestre) y la Tagarmina (cardillo silvestre), Fiesta de la castaña...

Es tanta la diversidad que para poder degustar el territorio lo han dividido en cuatro "zonas gourmet". Las Dehesas, con una DO para los jamones y lomos o las carnes del propio marrano: tierna, jugosa, sabrosa, cuyo secreto y pluma han conquistado a toda la restauración española. O chorizos, morcones, o morcillas como "la patatera", amén de contundentes patés, caza de pelo y de pluma o setas casi todo el año.

Los Pastos, en donde surge el trashumante cordero extremeño, el gran merino; la excelsa ternera de Extremadura, variedad conocida como retinta, cuyos descendientes pueblan todavía praderas norteamericanas; el baifo, lechal o recental, en cochifrito o en caldereta. Y los quesos, entre los que destacan los abuelos de nuestro Queso de flor tal La Siberia, Alconchel, Oliva de la Frontera y Olivenza, pero sobremanera el de La Serena. Y donde surgen teatros, circos, palacios y templos del Imperio Romano, y de otros imperios, se conservan ancestrales métodos de cuajar con vegetales que empleaban pueblos milenarios como Grecia tal látex el de la higuera o la flor del cardo alcaucí. Quizá con Gran Canaria sean los únicos territorios que la emplean.

Los Barros, que es tierra vitivinícola por excelencia con la DO Ribera del Guadiana. Vinos, cavas o espumosos, licores y aguardientes... así como una miel fragante (con importante exportación de la milagrosa jalea real), turrón, dulcería popular y conventual, aceitunas o un aceite distinto, espeso, maravilloso, protegido por la DOP Aceite de Monterrubio. Y por último Los Regadíos, que acaban por cerrar los espacios telúricos que componen una despensa inacabable; destacando hermosos tomates, arroz, legumbres diversas, frutas y hortalizas como las de antaño, ajos con pedigrí y con prestigio de alta cuna, diversos pescados de río y aguas minerales. Volver a Extremadura es un goce para el espíritu y un deleite para el paladar.

Desde el primer día nuestros colegas extremeños nos agasajaron con jamones, lomos, embutidos, quesos, ternera, pescado de río... No faltaron en los desayu- nos las celebradas Migas, que nos servíamos con huevos fritos y crujiente panceta ibérica. En Jerez de los Caballeros, en la ha-cienda Higuera la Real, nos brindaron lo más prosaico del guarro: trozos de papada frita y "castañuelas": las amígdalas, también fri- tas, que no fueron de nuestro mayor regocijo; más nos deleitamos con un potente Cocido extremeño servido, todo junto, en escudillas. Y acudimos a un magnífico almuerzo oficiado por el chef Manolo Gil, propietario del restorán Las Barandas, a la vera de aquella plaza de los Santos de Maimona. Un menú redondo que acopió lo mejor de lo cultivado y silvestre (espárragos trigueros y gurumelos) y demostró la maestría de un amable cocinero, que está tomando el cetro de la élite culinaria de Badajoz tras haber hecho oficio en el popular y madrileño Las Cazuelas.

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