Fueron admiradas y agasajadas en todo el mundo. Occidente alabó su estilo, elegancia y también el atrevimiento de algunas a romper con vetustas tradiciones de la cultura musulmana. Las reinas y primeras damas de los países árabes salpicados por la inestabilidad política también han tenido que replegar sus alas y hacerse casi invisibles, obligadas por las circunstancias.

Algo así es lo que le ha ocurrido a la bella reina hachemita. Rania de Jordania, de origen palestino y plebeyo, que ha llegado a ser considerada la mujer más elegante del mundo, ha tenido que cambiar los Dior y Chanel que se acumulan en su ropero por sobrias chaquetas y pañuelos árabes, mucho más solidarios con la delicada situación que atraviesa Oriente Medio, y su país, que no tiene petróleo, y depende del turismo para generar recursos. Por si fuera poco, Jordania se ha convertido en uno de los principales receptores de refugiados sirios.

Una de las últimas apariciones públicas de Rania fue para abrazar a Anwar Tarawneh, viuda del piloto jordano Maaz Al-Kasasbeh, asesinado por los terroristas del Estado Islámico (IS). Como una más, Rania participó en la manifestación organizada en Amán contra ese crimen.

El estallido de las revueltas de la Primavera Árabe fue clave. A las denuncias de corrupción del régimen jordano -el rey Abdalá figura en la lista Falciani- y las peticiones de democracia, libertad y justicia social, los jordanos llegaron a pedir el fin de la monarquía, algo que nunca había ocurrido antes.

Asma al Asad, la esposa del presidente de Siria, también lucha para desterrar esa imagen de frivolidad que poco conviene ahora. La primera dama siria, adoradora de la alta costura, se ha hecho más discreta y ya no ocupa portadas de "Vogue", que hablan del nuevo estilo de la mujer árabe. Asma al Asad, que llegó a declarar su apoyo incondicional a su marido, podría estar en Londres, Rusia o Damasco. Representaba el glamour del régimen, a la vez que explotaba una faceta solidaria, colaborando con ONG de mujeres o discapacitados. La guerra civil y los padecimientos de la población pusieron fin al cuento de hadas, al menos de cara a la galería.

Safia Gadafi, la viuda del presidente libio Muamar el Gadafi, siempre cultivó un perfil más discreto y hoy se encuentra prácticamente desaparecida de la escena pública. De todas las primeras damas cuyos maridos fueron derrocados en la Primavera Árabe, Safia destacaba por una ingente fortuna propia, estimada en 30 billones de dólares.

Leila Ben Ali, de soltera Leila Trabelsi, esposa de Zine El Abidine Ben Ali, el antiguo presidente de Túnez, era hija de un peluquero en Túnez. Su primer esposo fue un importante empresario que la introdujo en las altas esferas a los 18 años. Al ser denunciada por contrabando a mediados de la década de los ochenta conoció a Zine El Abidine Ben Ali, entonces director general de la Policía de Seguridad de Tunisia, con quien inicia un romance, teniendo una hija con Ben Ali en 1986.