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Sanidad

Música para evadirse del hospital

Una vez a la semana los sanitarios del Insular organizan un recital para amenizar la estancia de los enfermos más graves

De izquierda a derecha, el flautista Jesús Vega y el barítono Javier Gil, el pasado viernes en el Hospital Insular. ANDRÉS CRUZ

Un recital espontáneo del familiar de una paciente se ha convertido, dos años después, en una cita semanal obligada en la cuarta planta del Hospital Insular. Todo empezó cuando el marido de una paciente, con experiencia en un grupo musical, interpretó junto a su mujer varias canciones para los ingresados en la Unidad de Cuidados Paliativos. El éxito fue tan rotundo que se fue repitiendo, con diferentes músicos, hasta el día de hoy. La médico Lydia Beltrá es la responsable de que una vez a la semana aparezcan en el lateral de los informes clínicos títulos de canciones. Cada lunes por la mañana, además de velar por el estado de salud de los enfermos, esta especialista va anotando los temas preferidos de los pacientes para que se incluyan en el siguiente recital.

Solamente una vez, Sabor a mí o Perfidia son algunos de los títulos de canciones inolvidables que van llenando los márgenes de los informes médicos de esta unidad en la que habitualmente hay ingresados entre 12 y 14 pacientes. La mayoría se inclina por los boleros, pero también por canciones tradicionales canarias o latinoamericanas, e incluso, alguno se ha puesto rockero y ha pedido a Led Zeppelin, ante el asombro de los sanitarios. El pasado viernes se pudieron escuchar piezas como Santa Lucía, My Way, María Bonita y O Sole Mío.

Al principio en los recitales participaban exclusivamente los trabajadores del Hospital Insular con don para la música, ya fueran de Administración o del servicio de Urgencias, pero la red se fue extendiendo y se incluyeron nombres de personas ajenas al centro hospitalario y al mundo sanitario en general. Ahora colaboran tanto personal del hospital, como de fuera que quieren colaborar en que estas personas en estado terminal pasen un buen rato y se olviden por unos minutos de sus preocupaciones.

"Al principio vienen a tocar con un poco de miedo, pero luego todos salen encantados, queriendo repetir la experiencia", comenta Beltrá. "Antes de entrar al hospital les explicamos que tipo de pacientes hay en nuestra planta. Son pacientes muy malitos que no van a radiar salud, sino enfermedad, por eso hay que preparar a los voluntarios", añade.

Milagros es una de estas paciente. "Me encantan los recitales, me ayudan a desconectar de todo. Siempre me ha gustado mucho la música", comenta mientras recoge sus cosas para marcharse a su domicilio después de estar unos días ingresada en esta planta del Insular.

Maite Bermúdez, enfermera de la Unidad de Cuidados Paliativos, reconoce que el esfuerzo para organizar un recital semanal es muy grande, pero compensa. "Un día una paciente me dijo que era la primera vez que acudía a un concierto y que ese ratito le había sentado muy bien", recuerda la sanitaria a la que los pacientes le preguntan por los pasillos cuándo es el próximo encuentro musical.

A comienzo de la semana los sanitarios invitan a pacientes y familiares al recital y normalmente consiguen llenar la pequeña sala. "A las familias de los pacientes que no están muy conectados le preguntamos si creen que les gustaría acudir y suelen decir que sí. Si los pacientes no pueden comunicarse, los ponemos más cerca de la puerta por si hay algún signo de disconformidad de que no lo estén pasando bien", explica Beltrá.

Para la doctora estar ingresado en la Unidad de Cuidados Paliativos no significa que "el final esté ahí ya, el final llegará cuando tenga que llegar y hasta que llegue vamos a darle un poco de sentido al día a día, que no se trate de tachar días en el calendario". Durante unos minutos, una media hora a la semana, los pacientes tienen la oportunidad de compartir sus canciones favoritas con sus más allegados. Algunos, los que pueden, se ponen a tocar algún instrumento y a bailar.

"Cuando estás tan malito y sabes que no vas a salir de esa enfermedad parece que estás en una cueva y que no existe nada más. Pero hasta que no se llegue al final sigue siendo vida y como vida hay que tratarla", concluye la doctora.

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