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Entrevista. Catedrático de bioquímica

Miguel Pocoví: "Es más saludable un huevo con papas que una hamburguesa de mala calidad"

"Los fármacos para el colesterol reducen en gran parte la incidencia de infartos", apunta el especialista en el estudio del colesterol

Miguel Pocoví. IRMA COLLÍN

¿Le damos al colesterol la importancia que se merece?

No, no se la damos porque no duele, no produce ningún síntoma visible. La gente tiende a relajarse frente a su colesterol; incluso la parte médica no le da muchas veces la importancia que debiera.

¿Qué porcentaje de la población lo tiene alto?

Depende del dintel que pongamos de colesterol en la sangre, pero casi todos estamos muy por encima del nivel que sería deseable. Hace poco, a Joseph Goldstein, uno de los máximos expertos en esta materia y premio Nobel en 1985 por el descubrimiento de unos mecanismos que regulan el colesterol, le preguntaron cuál era el suyo. Dijo: "Obviamente, el colesterol malo que tengo es 30 miligramos por decilitro". Frente a estas cifras, la mayoría de nosotros superamos los 100 o 150 miligramos por decilitro.

¿Qué niveles son los más aconsejables?

Depende del riesgo que tenga una persona de desarrollar un infarto. Se aconseja que el que lo haya padecido tenga el colesterol malo, el LDL, por debajo de 70 miligramos por decilitro, y, si es posible, mucho más bajo. Con una persona joven de vida saludable ni riesgo de infarto se puede ser más laxo en estas cifras. Me refiero al colesterol malo, porque tenemos otro que es el llamado colesterol bueno, o HDL, que cuanto más alto, teóricamente mejor.

Riesgos del colesterol malo.

Enfermedad coronaria, que es la principal causa de muerte en los países desarrollados.

¿Lo padecen más hombres o mujeres?

Afecta más a hombres, ya que las mujeres tienen una cierta protección por las hormonas. Pero a partir de la menopausia estamos en igualdad de condiciones.

¿Y los jóvenes?

El principal problema de la juventud es el sobrepeso y la obesidad, consecuencia de la dieta y del poco ejercicio. Tenemos una genética hecha para realizar más actividad física, para tener menos disponibilidad energética.

Entonces, las claves son alimentación y ejercicio.

Además de otros hábitos, como el del tabaco.

¿Y el alcohol?

También, pero el problema se presenta si hay abuso. En pequeñas dosis, el consumo de bebidas de bajo grado alcohólico -vino, sidra y cerveza- no es preocupante. De hecho, los contenidos altos en compuestos antioxidantes pueden favorecerlo en parte. Las dietas que tenemos -mediterránea, atlántica o cantábrica- combinan una serie de componentes que son beneficiosos, y entre ellos figuran pequeñas dosis de estas bebidas.

¿Y qué ocurre con el estrés?

En El estudio de los siete países, realizado por Ancel Keys y en el que trabajó Grande Covián, se dieron cuenta de que en la isla de Creta, además de llevar una dieta muy saludable -con aceite de oliva, pescado, hidratos de carbono de absorción lenta, verduras...-, vivían pausadamente, descansando después de comer. Vivir de forma estresada propicia el aumento del colesterol y la tensión arterial. Hay personalidades como la llamada tipo A, nerviosas, que se excitan por cualquier hecho. Si a ello se suman el colesterol y la tensión alta tienen un factor de riesgo añadido de desarrollar una enfermedad coronaria.

El mercado ofrece productos que dicen contribuyen a bajar el colesterol. ¿Son eficaces?

Hay productos que funcionan, pero hasta un determinado límite. Por ejemplo, los yogures enriquecidos con esteroles vegetales contribuyen a bajar el colesterol. El mecanismo está científicamente comprobado. Pero lo hacen de una forma limitada, al igual que otros alimentos de nuestra dieta, como tomar aceite de oliva en lugar de grasas saturadas.

¿Hay alimentos vetados?

Por ejemplo, los sesos rebozados tienen un altísimo contenido de colesterol, también las vísceras. Pero siempre y cuando no se abuse, no hay problema. Si hoy se comete un exceso, la semana próxima hay que centrarse en comer verduras y alimentos que no produzcan colesterol.

¿La gastronomía tradicional es saludable?

Todo lo que es tradicional hay que mirarlo en su justa medida. Antiguamente se necesitaba mucha energía porque se realizaba un trabajo de mucho consumo energético. La dieta estaba adaptada a esa vida. Si ahora le quitamos un poco de grasa, la fabada es extraordinaria. Hay productos que no podemos abandonar. Mejor tomar una fabada, un pote o hasta incluso unas patatas con huevos fritos que unas hamburguesas de mala calidad. La proteína de mejor calidad siempre fue la del huevo y se está abandonando en detrimento de otros productos con grasa más saturada.

¿Y el jamón?

Del cerdo hemos vivido muchos años y una de sus partes más importantes es el jamón, donde hay una menor cantidad de grasa. Además ha contribuido al aporte proteico. Hay que tomarlo en su justa medida.

Cuando la alimentación y el ejercicio no son suficientes para bajar el colesterol hay que recurrir a los fármacos.

A veces por genética hay que introducir fármacos hipocolesterolemiantes. Han sido una de las grandes ventajas de las sociedades desarrolladas. Con ellos se logra reducir en gran parte la incidencia de infartos. Se ha dicho incluso que las estatinas han salvado tantas vidas como los antibióticos, que son palabras mayores.

El colesterol alto es malo pero el bajo también.

Es otro de los factores que contribuyen al riesgo cardiovascular. Está demostrado que el hábito tabáquico baja el colesterol bueno, el HDL. El no hacer ejercicio hace igualmente que esté bajo. La actividad física al aire libre sube el HDL. Por otra parte, hay causas genéticas que hacen que se tenga el colesterol bajo. Y frente a la genética sólo podemos adoptar unas medidas higienicodietéticas para poder solucionar lo que hemos heredado de nuestros padres.

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