París descubre el lado más desconocido de la fue la primera dama de Estados Unidos Ella se llamaba Jackie, una exposición en París sobre la ex primera dama estadounidense, con un recorrido por todas las etapas de su vida a través de 150 fotografías, retrata su faceta más desconocida para el público.

Comandada por el considerado biógrafo oficial de los Kennedy, Frédéric Lecompte, alberga material inédito de la esposa, siempre a la sombra del mítico presidente, que lejos de ser recordada solo por un estilo que marcó tendencia era, según el comisario, "una mujer culta, inteligente, irónica y brillante en todos los sentidos".

Jackie fue criada en el seno de una familia acaudalada, montaba a caballo desde edad temprana -como refleja alguna de las instantáneas-, era buena estudiante y hablaba varios idiomas, entre ellos el francés con fluidez.

Durante su etapa de juventud en París en 1949, uno de sus periodos más libres, estudió en la Sorbona, mostró predilección por el arte, la arquitectura, la poesía y la ópera; y le encantaba pasearse entre las famosas pinturas del Louvre, entre ellas La Gioconda, que sería protagonista en su vida años más tarde.

Cuando conoció a John F. Kennedy, en 1952, según su biógrafo, trabajaba como periodista en Washington, "conducía un descapotable y fumaba dos paquetes de cigarros al día". "Siempre quiso ser independiente", cuenta a la agencia Efe Lecompte, para quien aunque la primera impresión de Jackie al ver al futuro presidente no fue buena, tras una cena le entusiasmó su retórica y su elegancia, y descubrió un interés común "por la Historia y el Monopoly".

El vestido de su boda en 1953 se presenta en la exposición con la única copia que se puede encontrar en el mundo. En su matrimonio, Jackie fue testigo de algunos de los momentos más cruciales de la política estadounidense del siglo XX, y aunque no le interesaba aconsejar a su marido, sí le sugirió implicarse en los derechos civiles y mantener una buena relación con Martin Luther King, clave en su mandato.

Tras la fallida intervención militar estadounidense en la Bahía de Cochinos, para apoyar la contrarrevolución de los anticastristas, "Kennedy se echó literalmente a llorar en los brazos de su mujer, se sentía culpable", señala Lecompte, que subraya cómo Jackie fue un apoyo constante para su marido.

Durante una visita a Francia en 1961, esta se apuntaría uno de sus mayores logros políticos: llevar a Estados Unidos la famosa obra de Leonardo Da Vinci, para descontento de los franceses, gracias a su talante diplomático.

Algunas de las misivas que se intercambiaba con frecuencia en esa época con el entonces ministro galo de Cultura, André Malraux, responsable de esa cesión, pueden verse en esta muestra de la galería Joseph.

Las fotografías dejan constancia además de cómo tras la muerte de Kennedy en 1963 se sumió en una profunda depresión y se apoyó en su cuñado Bobby, alimentando rumores sobre un posible romance que precedió a su segundo marido, Aristóteles Onassis.

"Él tenía un encanto especial, encarnaba la filosofía mediterránea, los colores, la alegría de vivir(..), la hacía reír. Estaban realmente enamorados y Onassis fue un gran padre para sus hijos", recalca Lecompte.

La última etapa de su vida, tras la muerte del millonario griego, fue la más retirada de la esfera pública. Jackie padecía cáncer y se refugió en la ciudad de Nueva York junto a un hombre discreto, Maurice Tempelsman, un adinerado comerciante de diamantes belga y de origen judío, que se había trasladado a Estados Unidos durante la persecución nazi.

La muestra se prolongará hasta el 3 de septiembre.