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Cine 'Misión Imposible. Nación secreta'

El show de Tom Cruise

El actor Tom Cruise, en una escena de 'Misión imposible: Nación secreta'. LA PROVINCIA / DLP

Después de ver Jack Reacher, la anterior película de Christopher McQuarrie, con Tom Cruise en el papel un antiguo policía militar que vive como un vagabundo y que trabaja por su cuenta, y haberme hecho la promesa de no volver a ver nada más de ninguno de los dos, así me caiga un rayo como a la protagonista de El secreto de Adaline (película reseñada aquí la semana pasada), se pueden imaginar que no me las prometía muy felices ante la perspectiva de ver Misión imposible: Nación secreta, quinta entrega de la exitosa franquicia, dirigida para la ocasión por McQuarrie e interpretada por Cruise, que a estas alturas deben de formar un consorcio corporativo de los que no se separan ni con aguarrás.

Pues bien, a pesar de que la esperanza es lo último que se pierde, o como dicen en la lengua de Shakespeare: Hope floats (La esperanza flota), Misión imposible: Nación secreta, en versión de McQuarrie y Cruise, es uno de los thrillers de acción más rudimentarios y desganados que Hollywood ha producido en los últimos años. Siempre se puede estar o no de acuerdo con un trabajo de puesta en escena, pero en el caso que nos ocupa, ésta, sencillamente, no existe: McQuarrie planta la cámara delante de Cruise como un padre que filma las gracias de su hijo de cuatro años y luego las sube a Youtube para que las vea todo el mundo.

En Misión imposible: Nación secreta, Ethan Hunt (Tom Cruise), abandonado a su suerte tras la disolución de la agencia FMI, reúne de nuevo a su equipo para desmantelar una red de agentes especiales altamente preparados y entrenados, que quieren crear un nuevo orden mundial mediante una serie de ataques terroristas. La excusa perfecta para que la pantalla se llene de tiros, explosiones y acrobacias que parecen imposibles. En el terreno estrictamente cinematográfico, poco tiene que comentar un producto que desprecia olímpicamente elementos como la creación de personajes, la mínima credibilidad de los acontecimientos, el guión, en suma. Sólo el montador parece haber tenido que emplearse a fondo en esta historia, en la que si algo vale la pena destacar es una frase que resume muy bien la intención de sus creadores: "Quizás sea nuestra última misión. Aprovechémosla".

Lejos de aprovecharla, McQuarrie y Cruise la desaprovechan. El actor se muestra distendido en un papel para el que ni se esfuerza ni tiene por qué hacerlo seguramente, más propio de Jean-Claude Van Damme, que del protagonista de Jerry Maguire. Durante la proyección de la película se tiene la sospecha permanente de que la cosa va de distanciamiento irónico de los temas y estilo de los thrillers de acción estereotipados, pero no. Y eso es lo malo.

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