Hermano Luis, desde este pequeño espacio te deseo un feliz viaje al cielo después de luchar por un tiempo largo con tu enfermedad. De verdad que hoy te recuerdo de cuando pastoreabas por tierras de Tirajana y de Mogán. Sí, creo que con tus más de 90 años ya merecías el descanso eterno, de entrar en el Cielo para siempre.

Créeme que te envidio porque ya se acabaron para ti los misterios de la otra vida al irte ayer para siempre. Amigo Luis, tus amigos hoy te pedimos que nos eches una mano como la que tú tenías para sembrar la buena noticia, el evangelio de Jesús. De verdad aun recuerdo que en el Sur de Gran Canaria, cuando yo estaba en el Templo Ecuménico, tú eras más que un todo terreno estando siempre en los pueblos alejados animando y consolando al que sufría. Amigo Luis, te recuerdo que estás en deuda conmigo ya que fui yo quien por última vez, antes de ayer en el Hospital, te dio la bendición con óleo santo para que tuvieses fuerza en tus momentos últimos.

Hermano sacerdote Luis, De verdad que para mí tú fuiste siempre un auténtico pastor que sabía con arte, no enrollarse como hacen otros, sino con amor y con hechos cuidar de las ovejas. Oye, te felicito por tu forma de vivir el ministerio sacerdotal sirviendo siempre a las personas más necesitadas. Sí, créeme que te recordaré con frecuencia por tu sencillez y por tu forma especial de trabajar en la pastoral recordando aun aquel caso misterioso donde tú descubriste en una choza cerca de Mogán a una joven asesinada. Sí, sé que del caso nunca se supo quién fue el asesino y que no dudo que tú sabías algo por confesión que callaste por estar en medio el secreto de confesión. Seguro que tú al que se confesó le obligarías a decirte al menos dónde había puesto a la joven que él había asesinado.

Yo sé que en aquella carretera solitaria tú paraste el coche frente a una choza y allí descubriste lo que seguro sólo sabias por secreto de confesión que nunca revelaste aunque tuviste cerca la policía indagando sobre el crimen. Luis, que Dios te bendiga por tus años de vida sacerdotal al servicio de las personas y por tu forma sencilla de sembrar el evangelio. Ah, felicidades por saber llevar durante años tu enfermedad con serenidad y con paz hasta el final pasando muchas horas en el juego del Parchís. Oye, ruega a Dios en el cielo para que haya algún joven que coja tu plaza y no te olvides de rezar también por todos nosotros tus compañeros que seguimos con el Maestro de día y de noche hasta que nos llegue la hora de ir a donde ya tú estás.