La misión espacial Rosetta, que estudia el origen y la evolución de los cuerpos primitivos del Sistema Solar, alcanzó ayer un nuevo hito después de que el cometa seguido por esa sonda europea desde hace más de un año pasara por el punto de su órbita más cercano al Sol. Cuando la misión se colocó en órbita en torno al cometa 67P el 6 de agosto del año pasado, este se hallaba a 540 millones de kilómetros del Sol, distancia que ha ido reduciéndose hasta los 186 millones de la pasada madrugada, a las 2.03 GMT.

Es una fecha ante todo simbólica, porque desde un punto de vista científico el cometa registrará su máxima actividad en las próximas semanas, pero presenciarlo permitirá observar en primera fila las emisiones de polvo y de gas que va a desprender en esta fase.

"Buscamos rehacer su historia, saber cuál fue la composición de las nubes de gas y polvo en el momento en que nacieron el Sol y los planetas", explicó a Efe Philippe Gaudon, jefe de la misión Rosetta en el Centro Nacional de Estudios Espaciales francés. En julio pasado se percibió que los rastreadores de estrellas que la misión emplea en la navegación tenían dificultades para identificar los astros entre la gran cantidad de material expulsado, y se decidió situar la nave a distancias más seguras del núcleo. Esa es la razón que obliga a que Rosetta pueda tener que volver a alejarse, según Gaudon, quien avanzó que se podrán conocer los primeros resultados de esta etapa del perihelio "entre seis meses y un año".

Rosetta ha sido la primera sonda de la historia en reunirse con un cometa, en acompañarlo en su órbita alrededor del Sol y en posar un módulo sobre su superficie. La sonda comenzó su viaje en marzo de 2004, siguiendo una compleja trayectoria que incluía tres aproximaciones a la Tierra y una a Marte.