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Entrevista. Exministro

Javier Solana: "Si la política fuese más exigente con el sistema financiero, no estaríamos así"

"La crisis ha hecho que suframos, pero imagínense esta situación sin el apoyo de la UE", afirma el antiguo alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE

Javier Solana. G. NÚÑEZ

¿Cómo lleva Javier Solana su nueva vida de civil, más alejado de los centros de poder?

En cierta manera estoy encantado. He estado en el candelero demasiados años, más de 40. Tengo muchas preocupaciones, pero no la capacidad para cambiar la realidad que se tiene desde el poder. Tienes una pequeña capacidad para influir, no para actuar. Supone un poco de frustración, pero las cosas son tan difíciles que si no uno está completamente metido en ellas más vale mantenerse callado y no complicar más las cosas... que ya bastante complicadas están.

¿Cómo ve este mundo desde su cátedra de Gobierno y Liderazgo de la Esade?

Con la misma preocupación que todo el mundo. Yo creo que esto tiene que ver con dos cosas fundamentales. Una es la emergencia de los nuevos países, que aún no hemos asimilado totalmente. Ya no estamos en un mundo dominado por las llamadas potencias occidentales. Es un mundo multipolar y las decisiones deben tener en cuenta esa realidad. La segunda es que ésta es la primera crisis económica del mundo multipolar, una crisis que aún tiene consecuencias profundas y no cerradas del todo. También tiene consecuencias particulares sobre la UE, con temas aún por resolver, como el caso de Grecia. Esta crisis pone de manifiesto que si Europa quiere mantener su presencia en el mundo es necesario un paso largo y potente hacia una mayor integración.

Precisamente en los últimos años ha crecido cierto sentimiento de lejanía y desapego hacia la UE, que se ve más como una unión económica y no tanto como política o solidaria.

Puede haber una percepción así. Pero si me permite, creo que es falsa. Si uno ve los datos, los números y lo que ha hecho la Unión Europea no puede existir esa percepción. Imagínese usted a España hoy sin las ayudas que recibió de la Unión Europea. Es verdad que la crisis ha hecho que suframos como hemos sufrido, pero imagínese esa situación sin el apoyo de la UE. A veces se nos olvida la parte más positiva de la Unión.

Sin embargo, la respuesta de la UE ante la llegada masiva de inmigrantes a la frontera sur no está siendo la más solidaria.

Creo que debiera ser mejor. Hay una inmigración debida a las guerras de Oriente Medio, son guerras muy cercanas al Mediterráneo. Cuando vemos que un país pequeño como Jordania tiene tantos o más refugiados que Europa algo de vergüenza nos debería dar. La segunda cuestión es que hay que tratar de que el Mediterráneo no se convierta en un cementerio para la gente que trata de cruzarlo desesperadamente. Eso es algo que se puede evitar y en lo que hay que hacer un mayor esfuerzo.

Eso nos lleva a otra de las grandes amenazas del mundo actual, que es el Estado Islámico (EI) y una brutalidad que nos retrotrae a tiempos que parecían olvidados.

Brutalidad hemos visto mucha. El Estado Islámico ha sido una demostración más, al igual que Al Qaeda, grupos de gran dureza en sus comportamientos. Creo que ahora estamos en una situación en la que se puede entender un poco mejor este asunto. Tenemos un problema entre chiítas y sunitas y luego tenemos un problema dentro de los sunitas. Tanto el Estado Islámico como Al Qaeda pertenecen al mundo sunita, no al chiíta de la antigua Persia y actual Irán. Y dentro del mundo sunita tenemos dos estados importantes. Uno es Arabia, por sus recursos y sus centros religiosos. En su corta historia este país ha cometido muchos errores, como promocionar el wahabismo, una rama muy dura dentro del Islam radical, y aún está por ver si es capaz de deshacer lo que ha hecho. Y el otro país que a veces se nos olvida es Pakistán, que además cuenta con la bomba atómica. Por eso creo que hay que dar tanta importancia al reciente acuerdo nuclear con Irán.

Unas negociaciones que arrancaron precisamente con usted hace ya más de una dé- cada.

He tenido el privilegio de iniciar esas negociaciones en 2003. Estuve muy implicado y fui su responsable hasta 2010. Por eso creo que ha sido un éxito tremendo que hayan acabado positivamente.

En alguna ocasión ha mostrado cierta decepción con el nivel de la política actual, alejado del de generaciones anteriores como la suya.

Es verdad que los momentos más brillantes, en la política en general, fueron con el final de la Guerra Fría, la caída del muro de Berlín y la reunificación. Aparecieron una serie de personajes que fueron capaces de resolver un problema que parecía irresoluble. Después de todo esto hubo una época de hegemonía americana y crecimiento económico. Ahí hubo una somnolencia de la gente y la política parecía que iba en piñón fijo, que no hacía falta pensar más. Así nos vino la crisis económica, por cierta dejadez de la política. La política debió ser más exigente con el sistema financiero internacional y quizá no estaríamos donde estamos ahora.

Las próximas semanas y meses serán de gran importancia en la política española, tanto por las elecciones de Cataluña como por las generales.

Son meses muy preocupantes. Primero desde la perspectiva de las elecciones catalanas, vamos a ver cuál es el resultado. Y luego creo que va a haber un cambio de una cierta profundidad en el marco político español. Habrá más de dos partidos en juego y la gobernación de España puede ser distinta a como ha sido tradicionalmente. Espero que eso, siendo optimista, nos lleve a hacer las cosas mejor. Pero siendo pesimista, también puede llevarnos a hacerlas peor.

¿Qué cree que puede pasar en Cataluña tras el 27-S?

No lo sé. Lo que sí sé es que me gustaría una Cataluña integrada en España, si se me permite la expresión, de una manera más cómoda. No entendería ni lo deseo esa separación, que sería una amputación de mi país.

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