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Entrevista. Actor, director y dramaturgo

Marco Magoa: "Existe la obligación de crear vínculos en la crisis entre Oriente y Occidente"

"Huyen hacia Europa para que no los maten ni los decapiten en Siria o en Irak. Sólo buscan sobrevivir", apunta el artista

Marco Magoa, caracterizado para la obra 'Prólogo y epílogo' del dolor'. LP/DLP

Marco Magoa (Madrid, 1972) ha trabajado como actor para las compañías Margen, La Fura dels Baus, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Teatro Real de Madrid y como protagonista en dos funciones de la Compañía Lope de Vega bajo la dirección de José Tamayo. También ha trabajado como solista y tenor cómico en la Compañía Lírica Nacional. Ha participado como actor episódico en más de once series de televisión. En 2007 forma la compañía Teatro4m, con la que actúa y dirige once montajes, incluidos los tres que se estrenarán en Amán, El Cairo y Copenhague en septiembre, octubre y enero. El actor, director y dramaturgo Marco Magoa asegura que "en Jordania hay miedo al Estado Islámico, son su principal objetivo", y justifica el éxodo de sirios e iraquíes: "Huyen para que no les maten ni les decapiten". El dramaturgo estrena Las muertes en el Mediterráneo.

Un proyecto complejo.

Es un poco una locura, pero muy bonito. Se desarrollará en tres continentes diferentes, con tres espectáculos en Jordania, Egipto y Dinamarca, y están involucradas en la producción las embajadas de España en Amán y El Cairo, y el Instituto Cervantes de Jordania.

¿Cómo surge la idea?

Comenzó con la crisis de inmigrantes en la isla de Lampedusa. Ante aquel drama, me dije: "Yo tengo que hablar de esto". Y se me ocurrió la idea de seguir el itinerario que realizan estos refugiados desde que salen de Siria o Irak, a través de Jordania o Turquía, hasta que llegan a Europa. La semana que viene, el día 17, estrenamos el primer espectáculo, El cielo y yo, en el Royal Cultural Center de Amán. Participan veinte jóvenes sirios, jordanos y palestinos, y tres niños iraquíes. El segundo espectáculo, Nada, con quince jóvenes, se estrena el mes que viene en El Cairo (Egipto), y tiene sentido porque es en ese país y en Libia donde están las mafias que pasan a los refugiados a Europa, y donde éstos se dan cuenta de que no hay vuelta atrás, de que han llegado a un punto de no retorno.

Y hay un tercer espectáculo...

Se trata de Mare Nostrum. Finis somnia vestra (Mare Nostrum. El fin de vuestros sueños), que estrenaré el 20 de enero en la Pressen-Politikens Hus de Copenhague (Dinamarca), y en la que participarán una veintena de supervivientes de la travesía del Mediterráneo. He querido involucrar en este proyecto al mundo árabe en Europa, ya que es allí donde terminan recalando los refugiados, y donde algunos jóvenes árabes jóvenes ven que no se integran y deciden hacer el camino inverso para participar en la yihad.

¿Ha llegado a estar en Siria?

Viví en Damasco dos meses, con una familia, antes de la guerra. Era un país con bastante orden y cierta calma, como corresponde a un régimen dictatorial. Uno no se podía imaginar en absoluto lo que estallaría después. Nadie imaginaba una guerra tan cruel, como nadie imaginaba tampoco que las riendas de la revolución iban a acabar en manos de los islamistas radicales. Ahora tienen dos opciones: o apoyar al dictador o a los salvajes del Estado Islámico.

¿Hay temor en Jordania al avance de los yihadistas?

Muchísimo. Si hay miedo en Europa, imagínese aquí, que son su principal objetivo. Cuando hablas con jordanos, te dicen: "Como crucen...". Aquí hay muchos jóvenes, sin trabajo y sin estudios. ¿Quién les va a ofrecer un sueldo de mil euros, como hace el Estado Islámico? Habría que preguntarse de dónde viene ese dinero con el que compran a la gente. Pero no me apetece meterme en política, quiero centrarme en el drama humano de esa gente que está perdiendo la vida por salir de su país y alcanzar Europa, que huyen de Siria e Irak para que no les maten ni les decapiten.

¿Cómo están viviendo los refugiados en Jordania?

En campos gigantescos a las afueras de las ciudades. Van sacándolos poco a poco de los campos, e integrándolos en la ciudad de Amán, en los barrios menos favorecidos. Ya han ocupado casi completamente algunos de ellos. No hay mucho trabajo, han dejado su patria, sus familias, sus pertenencias. No saben cuando van a volver. Esta no es su tierra, aquí están de paso.

¿Qué dicen los que intentan saltar a Europa?

Saben que es un riesgo enorme, saben que pueden morir en el intento. El otro día, estuve tomando un café con un joven que se marchaba, de repente, a Turquía, para llegar a Alemania.

¿Por qué Alemania y los países del norte?

Ellos son conscientes de que en el Sur de Europa no somos ricos ni prósperos. Miran hacia el norte porque son países menos poblados, más jóvenes... Pero tienen menos en común con ellos que con los países del Mediterráneo. Lo que trato de explicar con mis obras es que los sueños que les impulsan hacia Europa son impuestos, precipitados, de última hora, porque solo buscan sobrevivir.

¿Cómo fue la experiencia de hacer teatro con niños huérfanos?

Genial. Son niños palestinos, sirios e irakíes que viven en el campo de refugiados de Al Hussein, integrado en un barrio pobre de Amán. Unos viven con su abuela, otros con tíos, a veces están solos en el mundo. En el taller de teatro hicimos una adaptación al árabe del Quijote. Yo también trabajo esta obra con niños de Madrid y es sorprendente cómo tienen reacciones similares. Los niños son niños. Cuando llega el pasaje en el que el Quijote tiene que decir: "Yo amo a Dulcinea", les da vergüenza y terminan diciendo: "Yo no amo a Dulcinea". Necesitan cariño. Me han hecho prometerles que, cuando pase todo este apuro de los estrenos, iré a verles al campamentos. Se crean muchos vínculos.

¿Se siente un puente entre dos mundos?

Eso es verdad, dicho con toda la humildad. Hay una crisis entre Oriente y Occidente y gente como yo tenemos la obligación de fomentar la cultura en el mundo árabe y la interculturalidad en Europa. Aunque no es la primera vez que conecto dos mundos. Cuando representé El otro, en Egipto, me llevé una gaita y trajes regionales y proyecté vídeos con paisajes del Cantábrico. Tenemos una oportunidad de crear vínculos y fomentar el conocimiento mutuo.

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