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Entrevista. Escritora

Ángeles Caso: "Escribo porque, si no, me secaría por dentro y moriría"

"Quiénes escribimos tratamos de poner orden en una existencia que por lo general nos arrasa", afirma la autora de 'Todo ese tiempo'

Ángeles Caso. CARLOS RUIZ

¿Cuál fue la chispa que encendió Todo ese fuego

Una visita a la casa de las Brontë en Haworth, Inglaterra. Ahora es un museo sobre ellas. Me encanta visitar las casas de los escritores, soy muy mitómana para esas cosas. Siempre las había admirado muchísimo, pero estando allí me di cuenta de que su obra había sido un verdadero milagro. Fueron geniales teniéndolo todo en contra, el hecho de ser mujeres, el aislamiento físico, la timidez. Sentí la necesidad de escribir sobre ellas. Sólo escribo cuando siento necesidad, así es. Si no, soy incapaz.

¿Qué la une y qué la separa de ellas?

Me unen muchísimas cosas. Hay una cierta sensibilidad común, que por otra parte creo que comparto con mucha de la gente a la que le gusta la literatura. Por suerte para mí, nos separa el tiempo en el que nos tocó vivir. Sus vidas fueron limitadísimas. La sociedad victoriana no permitía a una mujer de su condición hacer prácticamente nada, salvo casarse y ser madre, algo que ellas precisamente no hicieron. Yo he podido desarrollar mi vida como he querido.

¿De vivir hoy, alguna de las hermanas seguiría los pasos de usted y se metería en política?

Probablemente Charlotte. Desde pequeña le interesaba muchísimo la política. Leía la prensa con entusiasmo siendo todavía muy niña, y hablaba mucho con su padre de asuntos políticos y sociales. Era la más activa de las tres, y sí que puedo imaginarla participando en la vida política.

Anne es la cenicienta en cuanto a popularidad...

Era una persona muy especial. Era tímida y callada, y eso hacía creer a todo el mundo que era una mujer sumisa, plenamente decimonónica. Sin embargo, su novela La inquilina de Wildfeld Hall es un grito a favor de la libertad y la autonomía de las mujeres. En realidad, las tres hermanas estaban llenas de secretos. Su imagen de damas victorianas no tiene nada que ver con lo que realmente eran.

¿Cómo abordarían hoy la lucha por la igualdad?

No lo sé, pero quiero pensar que estarían en la lucha, como lo están la mayor parte de las mujeres inteligentes y sensibles. Y algunos hombres, claro. En cualquier caso, creo que habrían sido muchísimo más felices.

La literatura fue una vía de escape. ¿Se identifica con ellas?

Bueno, supongo que la literatura siempre es de alguna manera una vía de escape a nuestra propia pequeñez, a nuestras limitaciones como seres humanos o al caos del mundo. Quienes escribimos tratamos de poner un poco de orden en una existencia que normalmente nos arrasa.

¿Qué influyó más, la ficción sobre la realidad o viceversa?

Siempre que he escrito ficción basándome en personajes históricos he buscado el equilibrio entre ambas cosas. La mitad de mi mente es de historiadora, analítica y rigurosa, la otra mitad es de novelista, más creativa e imaginativa. He conseguido que vivan en paz. Cuando hago novela, como historiadora me preocupa respetar no tanto los hechos concretos como los ambientes, las costumbres, la gestualidad de los personajes. Y como novelista, trato de meterme dentro de ellos para darles vida. A veces eso me obliga a no respetar los hechos probados. Mi obligación como novelista es estar por encima de esos hechos cuando es necesario para que la novela funcione. Otra cosa es cuando hago ensayo o biografía. Ahí sí que me exijo todo el rigor. En este libro eso queda claro en las dos partes, la primera ficción y la segunda estrictamente biográfica. He hecho una especie de mezcla de los dos géneros.

¿Por qué, para quién, para qué escribe Ángeles Caso?

Escribo porque, si no, me moriría. Me secaría por dentro, como un árbol en un desierto. ¿Para quién? "Para mis semejantes", como decía Baudelaire, mis almas hermanas. ¿Para quién si no?

El padre es muy complejo. ¿Le costó darle vida?

Sí, en primer lugar porque me produce mucha pena. Y la pena no es buena consejera para un escritor. También porque sobre el pobre Patrick Brontë hay noticias muy contradictorias. La primera biografía sobre Charlotte, escrita por su amiga Elizabeth Gaskell muy poco después de su muerte, habla de él como un tirano, un hombre que maltrató a sus hijos. Sin embargo, las investigaciones posteriores apuntan en la dirección opuesta.

¿La muerte de la madre y de dos hermanas fue decisiva?

Desde luego. Perdieron a esas tres personas de muy niñas, y eso marcó para siempre su relación con la vida y con la muerte. Pero además creo que, si su madre hubiera vivido, habrían sido probablemente unas personas mucho más convencionales. Ella se hubiera ocupado de educarlas como a jóvenes victorianas, supongo. No habrían dedicado tanto tiempo a leer y a escribir. Probablemente ni siquiera se lo hubieran planteado, y el mundo se habría quedado sin sus obras. La muerte de la pobre Maria Branwell, tan joven, supuso al final un regalo para el mundo. Así de injusta es la vida...

El hermano lo tiene todo para triunfar pero fracasa.

Era un hombre débil, y pesaron demasiado las expectativas de su familia. Es curioso, Branwell me resulta un tipo conocido. He conocido a gente así, muy brillante, que acabó hundida en la droga o el alcohol, desperdiciando por completo su vida.

Charlotte escribió sobre el maltrato de un marido. ¿Es triste que siga de actualidad?

Desde luego. Pero, yendo incluso más atrás en el tiempo, hay un poema de Jovellanos contra la violencia de los maridos. Hay problemas que parecen acompañarnos eternamente.

¿Comparte con ellas la visión de la literatura como salvación y consuelo, y al tiempo un acto de egoísmo y obsesión?

Realmente, esas frases son mías, aunque en la novela las ponga en boca de Charlotte. No sé si ellas lo veían así. Yo sí creo que cualquier forma de creación artística es obsesiva y puede llegar a ser peligrosa si uno se deja arrastrar por esa pasión y se aísla del mundo. Supongo que a todos, cuando estamos creando, nos gustaría poder hacerlo, pero, en realidad, ese aislamiento es malo. A mí ha acabado por gustarme la idea de que, al final, la vida siempre irrumpe en mis novelas, interviene en ellas, lo quiera yo o no. Es probable que a las escritoras nos ocurra eso más a menudo que a los escritores.

¿En qué sentido?

Igual que las Brontë, yo siempre he escrito ocupándome de otras muchas cosas al mismo tiempo. Igual que hacía Emily, a menudo he escrito en la cocina, vigilando la comida. Estoy segura de que muchas escritoras tienen experiencias parecidas, y de que probablemente pocos escritores las comparten. Ellos se encierran en sus despachos y, ya sabe, 'a papá no se le molesta'... Durante un tiempo, eché de menos poder escribir así, con ese aislamiento tan masculino, pero ahora me alegro de que las cosas hayan sido de otra manera.

¿Le sorprende que "las personas lúcidas sean creyentes"?

Sí, muchísimo. Creo que el análisis profundo de la vida y del mundo te lleva inevitablemente al ateísmo. Pero conozco a gente muy inteligente y muy sabia que es creyente. Así que debo estar equivocada.

¿Ha conseguido aceptar la muerte con serenidad?

Ahora sí. Espero mantener la serenidad cuando llegue mi momento.

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