La firma española Delpozo, con el prisma hipersensible de Josep Font, presentó en la Semana de la Moda de Nueva York su propuesta primavera/verano 2016, que mezcla influencias tan dispares como Lorca y Klimt, y compartió jornada con un Hugo Boss dado a la asepsis y un democrático Michael Kors. Las mujeres del Romancero gitano de Federico García Lorca y la musa del pintor austríaco Gustav Klimt, Emilie Flöge, son los puntos de partida para el diseñador catalán.

"Son mujeres apasionadas con muchas personalidad que en su momento no fueron entendidas del todo, pero que hoy en día serían musas inspiradoras para todo el mundo", explica Font, con una parroquia cada vez más extensa y más adinerada en Nueva York.

Como siempre, las referencias son puntos de partida para que sobre ellas Font añada capas y capas de universo propio, de creación orgánica y de exquisitez textil.

Apenas queda un rasgo nacional español, aunque se ven unos volantes a la inversa (comienzan en la cintura y se disuelven conforme baja la falda) y ese pan de oro brocado en pantalones, que comparten la cultura gitana y los cuadros de Klimt.

"El tema español siempre me tira, por la riqueza que tiene en sus trajes regionales y su artesanía maravillosa. Hay pocos en el mundo que tengan algo como España", dice el diseñador que dio un nuevo brío a la marca tras la muerte de Jesús del Pozo.

En su apuesta siempre hay mucho riesgo volumétrico y esta no es una excepción. "El nuevo volumen (de esta colección) es el volumen ánfora", explica, mientras que en cuestión de colores no discrimina y en materiales sigue fiel a la organza, las gasas de seda y los linos.

De lo gitano, entonces, queda algo de itinerante o incluso de circense, y el desfile estuvo acompañado de un vals al acordeón y el contrabajo. De Klimt, los vestidos abarrotados de motivos repetidos.

Trajes que juegan a las transparencias intermitentes como si fueran mujeres en un juego de prestidigitación descuartizadora, o explosión de gasas con cuadros vichy negros y marrones, un guiño harapiento entre los ecos de la Alta Costura. La mujer de Delpozo va tan llena de apliques y abalorios que cascabelea como una zíngara y carga consigo voluminosas prendas que parecen piezas de macramé.

Los lunares se sofistican, el bombacho se hace arquitectónico. El juego de dimensiones incluye una falda que parece un telón de cabaré y vestidos que saben a nube de azúcar.

Un carrusel de diseños que, con referencias pedestres, se elevan hacia la mística atemporal y viajera de Font, que deja en su primavera todavía un rastro gélido, para dejar un copo de nieve estampado en uno de sus palabras de honor y cerrar el desfile.