"En general tenemos una imagen muy distorsionada de África. No sólo la convertimos en un bloque homogéneo, sin detenernos en comprender su hermosa variedad, sino que tendemos a verla como un lugar oscuro y sórdido, origen y destino de las desgracias humanas. Sin embargo, no es una imagen fija, sino una realidad cambiante. Están pasando y cambiando muchas cosas y Canarias no se puede permitir ignorarlo".

José Naranjo, periodista freelance (Telde, 1971) pisó el continente africano por primera vez en 1998, pero lleva los últimos cuatro años residiendo en Senegal, desde donde cargado sólo con un bolígrafo, una libreta y una inmensa curiosidad trata de contar esas Áfricas de las que habla, la de las guerras y el ébola, pero también la de las elecciones libres y las sociedades civiles robustas, la del hambre, pero también la de estrategias originales de supervivencia. Y lo hace para El País, LA PROVINCIA o la revista Mundo Negro, entre otros medios.

Fue en octubre de 2011 cuando se mudó a Dakar con una vieja mochila y 500 euros en el bolsillo. "No lo recuerdo como nada forzado o traumático, más bien como algo natural. Llevaba más de una década cubriendo el tema de la inmigración y ya había estado en muchos países africanos, como Mauritania, Argelia, Marruecos, Malí o Senegal. Sentía que tenía una especie de deuda, no podía seguir hablando sque que tenía una especie de deuda: no podía seguir hablando siempre de la misma África, la de la miseria y la desigualdad, pasando por alto la inmensa realidad de unos africanos que luchan sin tener que salir de sus países, que se organizan y crean, que defienden sus valores y su libertad frente a muchos obstáculos".

Desde entonces, varios han sido los desafíos. Naranjo ha cubierto asuntos como la guerra de Malí, la epidemia de Ébola, la hambruna en el Sahel, varios golpes de estado o complicados procesos electorales.

Sobre la supervivencia como freelance en África lo tiene claro: "Desde luego que no es fácil. Primero hay muchas renuncias personales y familiares y luego está muy mal pagado. Pero nadie me obliga a hacerlo, me siento afortunado", concluye.