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Entrevista.

José Luis Correa: "Cuando tienes una novela de saga el personaje crece y madura contigo"

"'Mientras seamos jóvenes' es una novela llena de dilemas morales que me interesaba contar", afirma el escritor y profesor de Didáctica de la Lengua y Literatura de la ULPGC

El escritor y profesor universitario José Luis Correa. SABRINA CEBALLOS

Mientras seamos jóvenes es una nueva entrega de la saga del detective Ricardo Blanco, si bien la trama se desarrolla en el ámbito universitario, en este caso en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, presidida por la violencia de género, los malos tratos y el asesinato. Una historia donde nada es lo que parece, y donde la verdad y la mentira se confunden.Mientras seamos jóvenes

Era algo natural que algún día llegara una novela de Ricardo Blanco hablando de los malos tratos, de lo que lo es la violencia de sexo o de género. Ya se había aventurado algo en las últimas novelas en esa relación que empieza a mantener con Beatriz, una farmacéutica con la que el detective mantiene una relación. El ex de Beatriz es un tipo raro, por no decir otra cosa, y se habían mostrado algunas pinceladas de lo que significa pasarlo mal. Se había visto venir y era casi obligatorio, y terminó germinando en lo que yo quería contar. Ocurrió además que llevaba tiempo dándole vueltas a la posibilidad, sugerida por el rector magnífico, sobre la posibilidad de contar una historia en la Universidad, y terminaron por mezclarse las dos cosas. Cuajó bien, porque en cierto modo se plantea la relación del profesor y la alumna, y esa es una relación que aunque a Woody Allen le encanta en sus películas, nunca va más allá de la sorpresa de los protagonistas, siempre da un morbo y produce resquemor en el sentido del aprovechamiento de la persona joven por parte de alguien mucho mayor. A partir de ahí me dio juego para lo que yo quería, responder a una pregunta, porque la literatura es una pregunta a la que buscas respuesta.

Un triángulo entre profesor y alumna y una tercera persona es la percha que le permite abundar en los perfiles del detective y su pareja, de Ricardo y Beatriz. y hace que el investigador se muestre reflexivo, que se cuestione qué va a hacer con su vida.

Cuando tienes una novela de saga, y ya son ocho, el personaje va creciendo y madurando contigo, y vas reflexionando. En esta también tenía un asunto al que llevaba tiempo dándole vueltas: el detective tiene que defender a un personaje que no le cae nada bien. El hombre esta vez es muy duro y de ahí vienen los conflictos, sobre todo con las mujeres de su entorno. En el fondo, hay una reflexión sobre el personaje, tienes que demostrar que un canalla no es un asesino. A Ricardo Blanco no le termina de convencer el personaje, y sin embargo se ha comprometido con él a buscar la verdad. Alrededor de él, todas le dicen que no puede defender a un tipo así. Es un juego de moral cuando tocas un tema de este tipo. Durante la escritura surgen este tipo de preguntas, cómo alguien es capaz de matar a quien quiere, a la pareja, a la madre de tus hijos, por ejemplo. Intentas dar una explicación, pero entras en el dilema de que mientras lo explicas lo estas justificando de alguna manera. No es así. Esta es una novela llena de dilemas morales que me interesaba contar.

¿Cómo surgió trasladar esta trama al ámbito universitario e incluir la figura del rector?

Metí la Universidad en el sitio que menos conocía por mi condición de profesor, el más alejado, la Facultad de Veterinaria. De hecho, la novela está dedicada a los colegas de Veterinaria y al rector, y es una disculpa, porque ellos no serían capaces de hacer lo que se sugiere en la novela. Los parecidos son impensables. Tampoco me ha interesado penetrar en las discusiones académicas, las luchas por el poder, los grupos de investigación. Se sugieren, se hablan de ellos con naturalidad en la novela, pero no es el tema central. El tema es más humano que académico. La única figura real es el rector porque no puedo inventarlo por aceptar el reto, como hacen los americanos que se inventan un presidente en cualquier ficción. Y además es rector Regidor, no es una redundancia, se llama así. No se lo que le habrá parecido porque no me lo ha dicho, pero quien ha leído la novela me dice que el rector aparece políticamente correcto.

Más allá de la ficción y la intriga que rodea la trama, es también un libro que invita a la reflexión sobre las cuestiones sobre las que se interroga el detective.

Las preguntas se trasladan al lector, ¿Qué harías tú si ocurriera esto? Hay un punto de sentimiento gremial de culpabilidad. Cada vez que se produce una noticia de este tipo me siento fatal como hombre y me da por pedir perdón a todas las mujeres.

Volviendo al detective Ricardo Blanco, ¿estamos ante un personaje maduro, que medita cada paso en lo profesional y en lo personal?

Los lectores, porque uno tiene la oportunidad de mantener contacto con ellos, siempre me han dicho que el personaje se está ablandado, que es otro. Lo que no puede es ser el mismo de la primera novela, Quince días de noviembre (2003), con cuarenta y pocos años entonces, cuando ahora está llegando a los 60 años, y tiene detrás muchas muertes y muchos recuerdos. No quiero que sea el mismo personaje, y si voy a seguir con él seguirá creciendo.

¿Hay voluntad de seguir los pasos de Ricardo Blanco?

Sí, quería contar una historia diferente y ya lo metí en la novena entrega. Y estoy en ello porque en el fondo tú escribes lo que quieres contar. Si luego aparece un crimen, un romance o un vampiro, entonces tendrás novelas distintas, entrarás en otro juego. La nueva novela parte de un intento de matar a Ricardo Blanco. Quiero estar en el alambre, es el reto mío, porque hasta ahora el reto era hacia el personaje. Voy a empezar la historia con el hecho de que se quieren cargar al tipo, y a ver qué pasa, si merece seguir vivo. Es un juego. Me encuentro muy a gusto en este tipo de novelas. Si te pones a leerlas, tengo la sensación de que todas las novelas son distintas, porque uno de los peligros que tiene es que el lector esté siempre con lo mismo, otra vez la misma historia. Se pueden repetir detalles. Si vas al mismo bar que hace cuatro novelas, probablemente el camarero sea el mismo, y te puedas encontrar con situaciones conocidas a las de entonces, pero creo que son situaciones diferentes, cuentas historias distintas siempre. La literatura es tan simple como contar una buena historia y contarla bien.

En su favor, hay que destacar que el lector se encuentra ante una literatura sin artificios ni excesos retóricos, de fácil lectura, casi cinematográfica.

Como lector no tengo tanta capacidad de atención y cada vez me cuesta más aguantar milongas en la literatura. Coges una novela de 500 páginas y te das cuenta de que están sobrando 40, 80, 150 páginas. Yo vengo del cuento, mis primeras historias eran relatos cortos, y he mantenido esa línea en la novela, digamos minimalista, y en medio de la historia quiero enganchar al lector, y lo voy invitando a que reflexione cosas sobre lo que se va contando. Ya cuando te metes con seis historias a la vez, que luego se cruzan, no se. Y luego me encanta leerlas si no me enredan demasiado. Pero a la hora de escribir quiero ponerle al lector una cámara delante. Hay una cosa de la que me he dado cuenta y que discuto con colegas de novela negra, blanca, gris, rosa y azul: me gusta la elipsis, y es el mejor recurso literario que tiene un escritor. Es decir, déjale al lector que piense, sugiérele y sedúcelo, que el hombre o la mujer que lee termine tu historia. Cuando me encuentro a alguien que me quiere contar hasta la última puñalada, el último detalle del ropero, me parece muy bien, y hay que tener maestría para hacerlo. En esta novela me podía haber regodeado más en la violación y en el crimen, y lo hice bastante, pero la gente sabe lo duro que puede ser eso sin entrar en más detalles. Y por eso digo que interesa la elipsis que no es censura, no la tonta de cuando se tapa el sexo o el asesinato. Mi novela va jugando mucho, y a lo mejor no lo consigo del todo, con la idea de mantener un diálogo con el lector, que se establezca una cierta complicidad para que ellos rellenen los huecos. La descripción cruel de un crimen no creo que aporte más información a quien lo lee, o cuando descubres salvajemente un acto sexual o cualquier otra situación.

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