La Provincia - Diario de Las Palmas

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'Yo, él y Raquel'

Crónica de una suerte anunciada

Una escena de 'Yo, él y Raquel'. LP / DLP

El título en castellano no es muy alentador que digamos. Propio de una comedieta sentimental de usar y tirar. El original ya da más pistas: Me & Earl & the dying Girl. Sí: hay drama. Pero es un drama distinto a lo que estamos acostumbrados en este tipo de historias de chico conoce a chica enferma y aprende el sentido de la vida, tan en boga últimamente en libros y películas. El texano Alfonso Gómez-Rejón ha trabajado con Scorsese y González Iñárritu. Y se nota en algunas decisiones que fuerzan el encuadre, a veces con resultados notables y otras no tanto. Pero lo importante es que, ayudado por un guión dislocado que descoloca con su forma de acercarse a un argumento llamado a arrancar llantos con humor de todo tipo, a veces incluso próximo a la crueldad. Está claro que a los responsables del asunto no les interesa ayudar a la industria de los pañuelos de papel y prefiere lo raro, con un trío protagonista de lo más pintoresco, sobre todo ese adolescente fuera de órbita que rueda con su amigo copias de andar por casa de sus mitos cinematográficos, desde Cowboy de medianoche hasta La naranja mecánica pasando por Muerte en Venecia, Amenaza en la sombra, El fotógrafo del pánico o Al final de la escapada. No se da puntada sin hilo: los pósters que tiene en su habitación son Los 400 golpes y Malas calles. Sin olvidar el homenaje al Kinski colérico de Aguirre. Escrito así podría parecer un ejercicio de pedantería cinéfila en toda regla, pero en la película encaja con una pasmosa naturalidad y en algunos momentos la elección del título sirve a entender mejor la historia.

Dividida en capítulos con títulos literarios, con un silbido recurrente del Morricone que sazonó el spaguetti western y un reparto juvenil aprovechado al máximo (Cooke y Mann lo bordan, pero los secundarios son espléndidos), la propuesta de Gomez-Rejón tiene en su contra una duración excesiva que llega a pesar a veces, pero sus punzantes diálogos, la comicidad chocante de algunas escenas (la pelea con el tiparraco que habla rapeando) o esa parte final que emociona sin caer en el sentimentalismo, cuando el mundo más íntimo de la chica se abre de pronto al chico en una escena que convierte el dolor en belleza, compensan los defectos y hacen de Me & Earl & the dying girl una de las mejores películas del año. He dicho.

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