El Sínodo de los obispos, tras tres semanas de debates y divisiones, aprobó ayer por la mayoría de dos tercios requeridos un documento en el que la Iglesia muestra mayor tolerancia ante divorciados y otras situaciones familiares. Así se refleja en los 94 puntos de la Relación Final del Sínodo sobre la familia que votaron ayer 265 de los llamados padres sinodales y en los que se refleja una apertura a los casos de los divorciados vueltos a casar y que no pueden acceder a los sacramentos.

Aunque los puntos que tratan el tema son los que más votos en contra han tenido, los dos tercios de la asamblea aprobaron en el documento que los "bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar deben ser más integrados en las comunidades cristianas de las diferentes maneras posibles, pero evitando en cualquier caso causar escándalo". Pero también se invita a utilizar al respecto el método del "discernimiento", la valoración caso por caso, por parte de los sacerdotes durante la confesión.

En el punto 85, el que más votos en contra tuvo (80 frente a 178 a favor), se recuerda que Juan Pablo II (en su exhortación apostólica Familiaris consortio de 1981) ya ofreció el criterio de la valoración caso por caso de los divorciados católicos y vueltos a casar para su acceso a los sacramentos, como la eucaristía. "Es por tanto deber de los presbíteros acompañar a las personas en el camino del discernimiento, según las enseñanzas de la Iglesia y las orientaciones del obispo", se apunta.

Se trata de una consideración que ya se reflejaba en el documento papal de hace 34 años, pero las diferentes visiones en el seno de la Iglesia entre los más aperturistas y los defensores acérrimos de la doctrina no habían permitido una aplicación. Poco espacio ha tenido otro tema que tanto dio que hablar en el anterior Sínodo de la familia en octubre de 2014: el acercamiento de la Iglesia a los homosexuales.

Queda recogido en un solo punto, en el que se explica que "cada persona, independientemente de su propia tendencia sexual, tiene que ser respetada en su dignidad, y acogida con respeto, con el cuidado de evitar cualquier marca de injusta discriminación".

Pero además, la Iglesia aprovecha la ocasión para reivindicar su total oposición a la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio entre hombre y mujer y lanza un dura crítica a las "presiones en esta materia por parte de organismos internacionales" sobre todo en países pobres.