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Cine 'Truman'

Un corazón en cada mano

Un corazón en cada mano

Soy un completo inepto a la hora de recordar los diálogos de las películas. Pero hay algunos que se me quedan grabados en la memoria, como éste de Pena de muerte, de Tim Robbins: "Cabalgue conmigo hacia el ocaso", le dice el recluso Matthew Poncelet a la monja Helen Prejean cuando, una vez ratificada la pena de muerte por el tribunal, pide a la religiosa que sea su consejera espiritual durante los días que le quedan hasta la ejecución.

Algo parecido sucede en la última película del cineasta catalán Cesc Gay, Truman. El protagonista, Julián (Ricardo Darín), padece un cáncer terminal y su mejor amigo, Tomás (Javier Cámara), tras una larga ausencia, regresa a Madrid para pasar sus últimos días con él y con su perro Truman, a quien considera su segundo hijo. Son dos caracteres opuestos. Uno abierto, parlanchín y extrovertido; el otro, reservado, callado e introvertido.

Aunque pueda parecerlo, Truman no es la característica película sobre la lucha contra una enfermedad incurable, una de esas historias lacrimógenas que Hollywood lleva haciendo hace un millón de años. Cesc Gay, en el doble cometido de guionista y director, sabe mantener la neutralidad emotiva entre los personajes, es más, hace avanzar su amistad entre un mar de sensaciones contradictorias.

Y lo hace por partida doble: Julián, al que Ricardo Darín sabe dotar de la fragilidad necesaria en los momentos oportunos, se muestra extrañamente sereno. Por su parte, Tomás choca constantemente con la realidad (con la negativa de Julián a someterse a quimioterapia, evitando así prolongar innecesariamente la enfermedad), pero se promete a sí mismo ser fiel a su amigo.

Como ya nos tiene acostumbrados, Cesc Gay rueda espléndidamente, como lo hacía John Cassavetes, aunque ni las películas ni los estilos tengan nada que ver. Sólo hay que referir la escena del encuentro entre los dos amigos. O el breve encuentro de Julián con su hijo Nico que vive en Amsterdam. O el par de encuentros con su hermana Paula. O? con los que el director de Krámpack, En la ciudad y Una pistola en cada mano, con su inconfundible estilo, levanta acta de la insoportable levedad de ser.

Puede que Truman no sea una película perfecta, pero la cámara de Cesc Gay y la fenomenal actuación de Ricardo Darín consiguen una intensidad y un realismo que traspasa la pantalla. La aparente simplicidad de la historia se beneficia además de una narración fluida y sin altibajos, y de un guión que mantiene un equilibrio constante entre la comedia y el drama, como si su director rodara con un corazón en cada mano

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