Estamos en lo de siempre. La distancia es una medida que estira y encoge como la tripa de Jorge. ¿Cerca? ¿Comparado con qué? Esta es la historia de un gran meteorito bautizado como la Gran Calabaza, por su coincidencia con la festividad de Halloween, que alcanzó ayer a las 17.01 horas GMT su punto más cercano a la Tierra, al aproximarse a una distancia solo un poco mayor que la de la Luna, para luego seguir su viaje por el espacio. "¡Está cerca, muy cerca! Parece una calavera rotando. Es como la cabeza gigante de un oso blanco", exclamó el astrónomo Bob Berman, señalando las imágenes de la roca estelar, que retransmitió por internet la comunidad Slooh, que tiene un acuerdo con la NASA. Las imágenes retransmitidas en directo retrataron una brillante y veloz roca espacial, del tamaño de cuatro campos de fútbol que se desplazó a una velocidad de 35 kilómetros por segundo, lo que supone una rapidez 29 veces superior a la de la bala de un rifle. Pasa tan cerca como a 480.000 kilómetros. Al lado, vamos, pasa raspando. Ajustada al palo, diríamos.