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La 'ruina' de Javier Mariscal

El artista y diseñador catalán, emblema de Barcelona 92, se revuelve contra la crisis y descubre lo que otros esconden, un sector creativo tocado por la sacudida económica

La 'ruina' de Javier Mariscal

Javier Mariscal fue un asiduo de Ibiza en los setenta, cuando la isla aún respiraba reminiscencias hippys. En esa época se iba a Portugal con su amigo Miquel Barceló a pintar sobre la arena atlántica. Era uno de los muchos hijos de papá que querían tomar el relevo de la generación del 68 para alejarse de esa sociedad controladora y conservadora en la que se crió entre once hermanos y bajo la severa mirada de su padre, militar y franquista.

Sin quererlo se convirtió en una de las almas de la movida de los ochenta en Barcelona. Intervino entonces en revistas alternativas y de cómics, como el Víbora. A principios de los noventa, cuando ya sabía que su diseño para la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, el famoso Cobi, había sido elegido como símbolo de este evento, decidió pasar un invierno en Formentera para relajarse de la tensión que le produjo a él y a su equipo el desarrollo gráfico de ese perro que nunca logró las tres dimensiones.

El estreno de Chico y Rita, una de las pocas películas de animación para adultos del circuito comercial, codirigida por Fernando Trueba y su hermano Tono Errando, fue todo un acontecimiento. Esa película que le iba a sacar de la ruina le hundió más en sus deudas económicas. Ahora, arruinado, arremete contra el gobierno de Rajoy, contra el exministro Wert y sigue siendo un creativo incómodo para los independentistas catalanes. Ya le dijo al ahora sospechoso expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, cuyo hijo Oriol se casó en la iglesia de Sant Francesc Xavier, que "en Cataluña hay muchos catalanes", lo que no sentó nada bien al cabeza de la honorable familia ahora investigada por corrupción.

Generoso en amigos Mariscal siempre fue un hombre generoso en amores, en amigos y en compromiso social. Desde lo más alto del diseño mundial en la década de los noventa y del inicio de siglo se codeó con Philippe Stark, al que nunca aguantó por su chovinismo francés pero con el que compartió experiencia y respeto mutuo. Ambos se conocieron personalmente en Formentera.

La crisis del año 2008 le pilló enfermo y debilitado. Y el teléfono de su estudio de Barcelona, en Palo Alto, dejó de sonar. A pesar de todo, con su visceral optimismo, mantuvo en marcha hasta el límite de lo imposible esa factoría de creatividad y referente del diseño gráfico europeo y mundial. Allí trabajaron, sin horarios, un equipo de más de 30 profesionales de distintas disciplinas y varios de sus hermanos situados en puestos directivos. Todos formaban parte de la familia Mariscal.

Ahora, el estudio está cerrado y Javier Mariscal, que ha asumido toda la responsabilidad del fracaso, tras más de un año mudo ha decidido contar su ruina. Su particular desastre sentimental y económico lo resumió en esta frase: "Nunca he sabido ser empresario". Eso sí, enmantiene esa mirada infantil, ingenua y positiva, que se enfrenta al Mariscal empresario y que ha contribuido a que no llegue a fin de mes. "Soy un mantero", le dijo al periodista José Antequera de la recién creada revista literaria Gurb, el profesional que también fue víctima de un ERE en un periódico de Valencia y que gracias a la entrevista que le concedió Mariscal ha logrado notoriedad.

Recién llegado de Colombia (ahora solo le llaman para conferencias en universidades de Sudamérica) y entre risas confesó que sigue sin entender el revuelo que se ha generado por esa entrevista que ha trascendido a los medios nacionales: "Me alegro por José, a quien también le despidieron y me entristece que nadie haya entendido su titular", en referencia a la metáfora del "mantero". Mariscal no entiende el bajo nivel cultural de muchos profesionales por la interpretación literal que se ha hecho de ese titular: "Estos días he recibido llamadas para preguntarme que dónde pongo la manta con mis dibujos, increíble", lamenta.

Y desvela que conoce a más de diez creativos "que están como yo y no dicen nada". Ahora parece que está superando ese mal momento, aunque los bancos a los que debe mucho dinero, 800.000 euros según vienen publicando algunos medios de comunicación, no le dejan tener nada a su nombre. Eso sí, sigue pintando y dibujando sin cesar, "es lo único que sé hacer aunque siempre he sido muy malo pintando", finaliza irónico Javier Mariscal.

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