Ganadora de un Óscar por El paciente inglés (1996) y reina del cine de autor europeo, Juliette Binoche viaja a lo más oscuro del alma en Nadie quiere la noche, la última película de Isabel Coixet y una invitación a abrazar "nuestro animal interior".

El filme está producido por el grancanario Andrés Santana y acaba de clausurar la Seminci de Valladolid, donde Binoche recogió la Espiga de Honor. Se trata de una ficción basada en hechos reales que relata la aventura, primero épica y después íntima, de Josephine Peary tras las huellas de su marido, el primer explorador que alcanzó el Polo Norte a principios del siglo XX. "De algún modo todos pasamos por eso. Nacemos llenos de fuerza y ganas de conquistar el mundo, y en el camino descubres emociones, celos, ira, orgullo, que pueden asustar, pero, si entras en ellas, te permiten alcanzar un nuevo grado de conciencia. Digamos que el Polo Norte hay que encontrarlo en nuestro interior", reflexiona la actriz en una entrevista con Efe. Binoche sabe de lo que habla. La musa de Kieslowski o Haneke confiesa haber pasado por muchos baches en su vida tanto personal como profesional. "Tuve una crisis después de Los amantes del Pont Neuf' (1991). Pasé por tantas dificultades con esa película que me planteé dejar de actuar. Fui a mi profesora de teatro a pedir consejo, a decirle que era un oficio demasiado duro, que siempre estás a punto de arder y que no podía más. Pero ella me dijo que ni hablar, que tenía que volver a actuar y que me iba a ayudar", relata.

De Coixet destaca su manera de moverse con la cámara "como un pintor con un pincel" y una dirección, no tanto dando órdenes como dejando "que las cosas pasen".