Naomi Kawase es una cineasta singular que aborda asuntos de la vida cotidiana desde la perspectiva de personas sencillas, gente corriente de historias argridulces a la que la cámara se aproxima con una extraordinaria delicadeza, sin subrayados ni moralinas de ningún tipo. La directora se cuela de puntillas en la intimidad de unos seres con los que no es difícil identificarse: sus fracasos, sus heridas, sus dichas y sus esperanzas se exponen a fuego lento en un escenario donde la comida (y las virtudes de su preparación) tienen una importancia destacada, con un resultado final ligeramente dulce pero no empalagoso.
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