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Entrevista.

Daniel Abreu: "En la danza hay un complejo de padre que ya empieza a ser cansino"

"Se ha impuesto la cultura del 'Bershka' y no estamos en esto para repetir una y otra vez lo mismo", apunta el bailarín

El bailarín y coreógrafo tinerfeño Daniel Abreu. LA PROVINCIA / DLP

La compañía que dirige llega a la capital grancanaria con Animal

No se va encontrar con una historia narrativa al uso. Son paisajes, digamos pictóricos, alrededor de la idea del instinto y la supervivencia del ser humano, un poco en referencia a las acciones cotidianas. Tampoco hay mucha trascendencia. Es un espectáculo muy visual. Entra por el ojo más que por una comprensión narrativa.

Una coreografía gestual que representa la lucha con el día a día que ha tenido una notable itinerancia en el circuito nacional e internacional.

La pieza ha tenido un recorrido mayormente internacional. En España todavía falta un poco más de presencia, pero a nivel internacional hemos estado por toda Europa, por Asia, Norteamerica, Canadá, Sudamérica; en diferentes países. En España ha estado pero no tanto como nos habría gustado. Ha ido todo muy lento.

¿A qué se debe? ¿El Premio Nacional de Danza en 2014 no ha supuesto entonces un impulso a la compañía que puso en marcha en 2004?

Esa es la pena, que los programadores o los gestores culturales vayan un poco más lento de lo que uno quisiera. No puedes competir con figuras de la tele, con personajes mediáticos. El trabajo con la compañía llegó con el tiempo. Yo empecé trabajando solo y a lo largo de los años me di cuenta de que era posible el proyecto, pero nunca lo tenía como algo que iba a pasar. No he podido hacer las cosas de otra manera y no tenía en mente hacer algo innovador. Era lo que me pedía el cuerpo y la gente que se iba sumando al proyecto, con bailarines como Dácil González, que es de Las Palmas de Gran Canaria. Encontramos una afinidad personal y una afinidad del lenguaje. Todo se ha hecho como un paseo. Sales a visitar una ciudad y es lo que te vas encontrando.

¿Qué recorrido le queda la obra y que nuevos proyectos tiene armados con la compañía?

Animal sigue en cartel. Lo próximo será ir a Brasil, volvemos. Y estoy con una nueva producción que estreno ahora el día 28,. Estoy muy inmerso en ella. Se llama Venere. Siempre me meto en otros territorios y por supuesto que soy yo, porque la poética es la misma. Si en Animal hablo de la lucha y la supervivencia, en Venere hablo de la materialidad del amor.

Al igual que ocurre en el resto de las artes, en la danza reside la necesidad del creador de buscar nuevos lenguajes donde la capacidad de sorpresa parece que es cada vez menor para los profesionales.

También en la danza se ha impuesto la cultura del Bershka, en el sentido de producción inmediata todo el rato. Todo el tiempo tienes que ser original y no se puede. En este mundo artístico hay que ir más allá. No nos quedamos en esta profesión para repetir una y otra vez lo mismo. Intentamos siempre sorprendernos a nosotros mismos con lo que sea y no es tarea fácil porque desgasta mucho. Pero es verdad, como dice, que para el sector igual es algo muy conocido mientras que para el público es demasiado lejano o vanguardista. Tal vez para nosotros es algo que está muy visto y no tiene tanto sentido esa lucha. También está la lucha de hacer lo que uno quiere, lo que puede o lo que le dejan. Yo quiero estar presente en un determinado circuito y el programador o técnico cultural va a exigir una serie de cosas. También se exige muchas veces la novedad, algo que a mi ya no me toca. Si no eres una artista que alguien vaya a descubrir, porque a mí no me va a descubrir nadie, ya no interesas tanto. Hay un poco de complejo de padre en este sector, un poco de yo descubrí, yo aporto, yo traigo por primera vez a este u otro artista y todo esto empieza a ser un poco cansino para nosotros.

¿Qué percepción tiene del estado de la danza en España?

Hay poca apuesta. Si traemos a un artista internacional a todos se nos caen los calzoncillos al suelo, pero cuando se trata de un artista nacional son todo pegas. Creo que forma parte de la cultura española y hay que reconocerlo como tal que no vamos a apoyar a lo nuestro. Y esto, lógicamente, afecta a la danza. No digo que sea un arte desconocido o minoritario porque existe un público, cada vez más, lo que ocurre es que hay mucho prejuicio de cómo debe de ser; mucha ignorancia.

¿Es la danza un arte que se retroalimenta de otras disciplinas en esa búsqueda de caminos que marquen estilos digamos rupturistas?

Creo que es un fenómeno inverso. Los artistas de otras disciplinas han cogido el colchón de la danza para llegar a otro tipo de público. La danza es internacional. Nosotros viajamos por todo el mundo y una compañía de teatro lo tiene mucho más difícil por el tema del idioma, entre otros factores. El idioma de la danza es universal y tiene ese factor físico que ha servido a otros artistas.

Se cumple ahora el 20º aniversario del festival Masdanza, que en 1999 reconocía a Daniel Abreu como "bailarín más destacado"; en 2014, con el Premio Nacional, se distinguía el "lenguaje personal", un "código innovador y arriesgado" fruto de diez años de creaciones. ¿Es lo que lleva haciendo toda la vida?

Cuando te dan los premios te das cuenta de que tu trabajo ha tenido una repercusión y sorprende porque he estado en mi huequito, intentando comer de esto, intentando que lo que hiciera me gustara a mí y a la gente que tengo cerca, a las personas con las que estas más comprometidas. Luego hay otras variables que no puedes controlar nunca. En el caso de Masdanza, me dio ese reconocimiento y una beca para Espacio Madrid, y ese fue el trampolín que me permitió coger mi cosas e irme a Madrid. A partir de ahí, todo fue rodado, pero sin esa ayuda creo que lo habría tenido muy difícil. Estoy muy agradecido a Natalia Medina y al festival porque en aquel momento fuera yo. Y a Helena Berthelius quien me llevó a bailar sus trabajos. Hay canarios muy buenos, en distintas disciplinas, que cuando salen fuera van a por todas, aunque cuesta dejar atrás la familia, el entorno, para llegar a una ciudad como Madrid, que es muy árida para trabajar.

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