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Almudena Grandes: "Me gusta más este país de resistentes pobres que la España hortera de antes"

La escritora madrileña aborda la realidad social de la crisis en su nueva novela que acaba de publicar

Almudena Grandes. CHEMA MOYA

"No hay otra solución que rebelarse, mirar atrás y recuperar la capacidad de plantarse de los mayores", afirma la escritora madrileña Almudena Grandes (1960), que aborda la España de la crisis en su nueva novela. Haber visto besar el pan que cae al suelo marca una distancia generacional en España. Supone también una diferencia a la hora de afrontar la pobreza: vivirla sin vergüenza y con esperanza, como hicieron los abuelos de hoy en su posguerra, o sobrellevarla humillados. Es la tesis sobre la que la escritora Almudena Grandes vertebra Los besos en el pan, novela coral sobre la crisis actual, "una guerra, en realidad, que hemos perdido".

Al lado de unos cafés y unas porras, que adora, posa para los fotógrafos apoyada en una columna blanca de un patio cubierto con unos vidrios con una decoración de aire modernista. Parece Valencia, pero es la sede de la Fundación Diario Madrid. "Mi nombre es Luis, / soy español, / vivo en Madrid, / en el número uno, calle Larra", escribió Luis García Montero. Y aquí está él, poeta y sin embargo marido. Está ella. Estamos en esa calle Larra, en un extremo pacífico del barrio de Malasaña, que es el suyo y es, sin nombre, el de Los besos en el pan, de la editorial Tusquets, su última novela, un libro que califica "de emergencia", en presente de indicativo porque aborda la realidad más inmediata de un país pobre por una crisis que en realidad "ha sido una guerra". "Y la hemos perdido".

¿La verdadera marca España es la pobreza?

Es una de las muchas marcas España. ¿Sabe? Desde la posguerra hasta el destape, el tema de todas las películas españolas es la pobreza.

Se nota en la novela, porque la trama coral y el principio con una voz en off que sitúa la historia recuerda al cine neorrealista. ¿Ha escrito un Plácido

Ojalá, porque es una obra maestra. Aunque es otra época y otra literatura, es un libro que se acerca por su intención a la novela social, que emparenta con el cine neorrealista, que no se agota en Berlanga y Bardem. Por eso el principio es decir al lector qué vamos a ver, la vida de un barrio.

Y la tesis es que más que arruinados, los españoles de hoy estamos perdidos...

Atontados y perdidos. Se llama Los besos en el pan porque es una reivindicación consciente de la cultura de la pobreza con dignidad. Para los españoles ser pobre no debería ser una novedad porque siempre lo hemos sido. Sin embargo, no era algo vergonzoso, humillante ni paralizante; no excluía la alegría, la esperanza ni la ilusión. La vida era eso.

¿Y ya no lo es?

No. Se heredaba la pobreza, sí, pero también una dignidad y serenidad que ahora no hay, porque este país se ha convertido en los últimos 20 años en un país de nuevos ricos, consumista, muy desagradable, insolidario y hortera, en el que todo era cambiar de móvil y de coche. La situación actual es más dura porque hemos perdido esa cultura, ya no tenemos el patrimonio del ejemplo de los abuelos.

¿Esta España de resistentes pobres y derrotados le gusta más que la España hortera de hace pocos años?

Mucho más. No creo que en la pobreza esté el futuro, porque es cínico y es mentira, pero el país que hemos vuelto a ser tiene muchas cosas que me conmueven a diario, mientras que en la España espantosa del pelotazo no me conmovía nada.

¿El libro es una llamada a la rebelión, a no ser dóciles?

No hay otra solución. Si seguimos pensando que lo único que hay que hacer es esperar y aguantar a que nos recorten el sueldo otra vez y que pasado mañana volveremos a comprar un smartphone de última generación estamos perdidos. La solución a los problemas de este país es mirar hacia atrás y recuperar la capacidad de plantarse de los mayores.

¿Si usted tuviera 18 años, estaría preparando cócteles molotov?

Pues quizá sí. Lo que pasa es que cuando yo tenía dieciocho años no hacían falta los cócteles molotov, porque había un movimiento político articulado que parecía que podía influir en el poder. Eso ya ha desaparecido. Los jóvenes de hoy, cuando se acaban las asambleas del 15M, terminan pensando en los cócteles molotov.

¿La salida política del movimiento 15M no era la formación Podemos?

Para muchos creo que sí, pero provocar pasiones desde la tibieza es difícil.

Lo dice por lo de no ser de derechas ni de izquierdas.

Sí. Con ese discurso de que las ideas no sirven para llegar al poder pueden conseguir el voto de mucha gente que no tiene dieciocho años, pero a estos no los van a atraer.

¿Y a usted no la tienta la política? Ofertas ha tenido?

Sí, pero es que escribo novelas muy largas? Lo que me gusta es levantarme, ponerme las zapatillas y quedarme escribiendo todo el día. No me tienta la política porque me gusta mucho mi oficio y es un despilfarro abandonar algo que te gusta. Además, lo que pueda hacer en mis libros tiene más valor.

La realidad de la novela ha quedado tapada en los noticiarios por el problema catalán, si lo hay. ¿Le duele?

Me parece indignante. Es verdad que la declaración de independencia de la comunidad de Cataluña es un tema fascinante, pero si hay que elegir una patria me quedo con la de quienes están pensando si encienden la calefacción o no.

¿Considera usted que ha hecho méritos para ser académica?

Méritos no sé, pero no tengo ninguna vocación. Cada vez soy más huraña y lo que me gusta es estar en mi casa escribiendo. Debo estar envejeciendo mal... Josep Fontana dice que no hay que tener biografía, sino bibliografía. En eso estoy.

¿No ha tenido miedo de que la novela quedara caduca, porque España vuelve a ir bien, dice el Gobierno?

Lo pensé, pero por desgracia no ha sido así. La primera déca- da del siglo XXI va a acabar siendo como los años treinta del siglo XX: una época dorada que nunca volverá.

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