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Cine 'Sicario'

Contra el imperio del narcotráfico

Contra el imperio del narcotráfico

Resulta inútil a estas alturas elucubrar las razones que han favorecido la realización de una película como Sicario, cuando la única razón de ser no es otra que el aprovechamiento, algo tardío, del éxito taquillero de Traffic de Steven Soderbergh. No obstante, sería injusto arremeter contra la película firmada por Denis Villeneuve, otrora director de Incendies, Enemy y Prisioneros, por el mero hecho de librar su propia batalla contra el narcotráfico, un problema que ha ido creciendo en México desde hace tres décadas, en los años ochenta con el cártel de Guadalajara; a finales de los ochenta y principios de los noventa, con el cártel de Tijuana; y en los últimos años, con los carteles de Juárez y Sinaloa.

La trama, más bien sencilla (que no simple), gira en torno a dos personajes antitéticos que, siguiendo una consolidada tradición narrativa del cine americano, están condenados a entenderse: Kate Macer (Emily Blunt), una idealista agente del FBI que es reclutada por una fuerza de élite para luchar contra el narcotráfico en la zona fronteriza que se extiende entre Estados Unidos y México, y Alejandro (Benicio del Toro), un agente veterano que tiene su propias tácticas para dar caza a los jefes de la droga, las cuales llevan a la primera a cuestionarse sus convicciones y la política del gobierno estadounidense.

Sicario, pese a sus buenas intenciones, no cuenta nada que no se haya contado antes, decenas de veces, por películas mucho más memorables. Ciertamente, la historia de cómo una agente de policía se encuentra en el vórtice de un frenesí de sangre, drogas y cadáveres, que pone a prueba su resistencia psicológica, carece de originalidad y se revuelca con malsano júbilo en la violencia, aunque esto no parece preocuparle demasiado a su guionista Taylor Sheridan. Sin embargo, Sicario se sigue con interés y hasta cierto agrado gracias a la labor de Villeneuve, que insufla al narcothriller de nuevos y nerviosos ritmos.

Narrada con innegable solidez, Sicario interesará más a los espectadores que a los críticos, por lo mismo que Enemy interesó a los críticos y no tanto a los espectadores. La realidad opera de forma caprichosa en ciertas películas, haciéndolas creíbles pese a no serlo en absoluto. Dicho esto, no se me ocurre otra cosa que terminar avisándoles de que Sicario es uno de esos filmes que se ven más por el estilo que emplea que por la historia que cuenta, lo que no invalida otros méritos, como la magnífica fotografía de Roger Deakins y la espléndida banda sonora de Jóhann Jóhannsson, el compositor de La teoría del todo.

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