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Entrevista. Periodista

Gregorio Morán: "La Transición la hicieron una panda de frívolos que no tenían idea de nada"

"Esto de que Carrillo era bueno, Fraga mejor o Suárez un estadista, son mitos que no tienen consistencia", apunta el escritor

Morán, junto a una vitrina con algunos de sus trabajos. JUAN CARLOS CASTRO

¿Por qué asegura que los que hicieron la Transición eran todos unos impresentables?

Porque la Transición la hicieron dos grupos de personas. Uno que salía de la tradición del franquismo como Adolfo Suárez o Martín Villa que no tenían una cultura democrática, y otra que venía de la clandestinidad como Carrillo que no tenían experiencia política. Experiencia política es tener un parlamento, saber moverse entre diferentes tendencias sociales. Pero toda esta gente había sido dirigentes de sus partidos en la clandestinidad y eso no es hacer política, sino hacer antifranquismo. Eran pocos presentables. Y esto les dio una vanidad y un orgullo excesivos, pensando que habían hecho reflexiones agudas, cuando era todo una chapuza. El único hombre que dedicó tiempo a la Transición venía de la otra parte que era Torcuato Fernández Miranda que le había dedicado tiempo desde la perspectiva del Rey. Pero lo demás era todo una pura improvisación.

¿Cree que existe una admiración absurda hacia los dirigentes políticos de ese momento?

Esto de que Carrillo era bueno, Fraga mejor, Suárez un talento como estadista, etc., eran mitos y leyendas que no tenían consistencia alguna. Tras publicarse una reedición de mi libro, El precio de la Transición incluyendo nuevas cosas que había retirado la editorial, yo había pensado en cambiarle el título y llamarlo realmente Precio y Leyenda de la Transición porque hay una leyenda que es excesivamente falsa sobre todo aquello.

¿Pero existía alguna otra posibilidad para el cambio político?

La Transición era inevitable, pero hay muchas maneras de hacerla, no hay una sola. La Transición española es un caso único que se produce con escasa violencia en un tiempo relativamente corto, pero se podría haber pensado mucho mejor. Salió lo que salió por una razón fundamental y es que las fuerzas políticas que participaron tenían dos condiciones importantes como premisas. Una era el silencio, no se debía filtrar nada. Y la otra, y esta es muy importante, que la operación estuviera en muy pocas manos. El secreto y la reducción de protagonistas hace que la Transición sea menos criticada.

¿En qué fecha se puede decir que empieza la Transición?

La Transición empieza con la muerte de Franco, en noviembre del 75. Al principio todo ocurre demasiado rápido porque había que contentar a los diferentes sectores, principalmente a la izquierda. Una de las cosas más curiosas que ocurren entonces es lo que podíamos calificar de los engañadores engañados, ya que Adolfo Suárez y la derecha pensaban que el poder de la izquierda era muy grande. Carrillo tiene el talento de convencer a Suárez de que él puede poner en la calle a miles de activistas. También le ofrece que, a partir de la legalización, el PCE será capaz de frenar cualquier movimiento desestabilizador. Pero le dice que tiene que avisarlo primero. De ese modo se convierte en un interlocutor privilegiado. Suárez terminará dándose cuenta de que en realidad no le sirve para nada. Porque Carrillo controlaba poca cosa. Y sobre todo después de las elecciones generales de junio del 77, en las que el PCE pasa a ser un partido más.

¿Y cuándo se puede afirmar que acaba todo esto?

La Transición tiene su fecha exacta final, que es la victoria del PSOE en octubre de 1982, por una razón muy obvia, porque hay un nuevo partido, porque el PSOE no tenía nada que ver con el pasado. El PSOE se había construido en Suresnes en 1974 y era un partido de gente tan joven que no tenía candidatos en un montón de sitios y tuvieron que inventarlos. Entonces, la sensación de gran parte de la población española, unido a la quiebra de los partidos conservadores como UCD y Alianza Popular, significó el final y, por lo tanto, le regalaron la victoria a González. En octubre del 82 comienza una segunda etapa y acaba la Transición.

En su primer libro, Historia de una ambición

Fue un libro escrito mientras Suárez es presidente del Gobierno y está en la cima porque acababa de ganar las elecciones. Luego lo hacen fallar, llega el 23-F y un montón de historias que se van mezclando en ese devenir de la Transición hasta que termina. Todo eso lo recojo en Ambición y destino.

¿Qué diría de los presidentes Aznar, Zapatero y Rajoy?

Ya son otra generación, pero son otros genios formados por la generación de la Transición. Están a un nivel de mayor mediocridad porque de donde no hay no se puede sacar. Rajoy es un espécimen raro, porque tiene rasgos de viejos políticos españoles como Melquíades Álvarez que era asturiano, o Franco. Esa mentalidad de que el tiempo resuelve las cosas, cuando el tiempo no resuelve nada, sino que a veces lo atenúa y otras lo multiplica. Ahora su actitud ha cambiado porque tiene unas elecciones y le han advertido que puede perderlas, y por eso parece un político más activo. Pero de un político que lee el Marca como periódico de referencia no se puede esperar gran cosa. Los niveles van bajando y no subiendo. No se producen milagros, que de repente surge Winston Churchill. No se da.

Ahora, algunos líderes de los partidos emergentes hablan de hacer una segunda Transición.

Sí, hablan de eso con escaso conocimiento de lo que fue. La fórmula suena preciosa y engancha a la gente. Pero no tiene nada que ver porque, hacer una segunda Transición a qué nos llevaría, ¿a abandonar los partidos tradicionales por los nuevos? ¿a hacer una Transición con la corrupción? Como fórmula periodística funciona porque hay un montón de población que no vivió esa Transición.

¿Quién quedó más frustrado por creerse predestinado para misiones mayores tras la muerte de Franco: Torcuato Fernández Miranda o Fraga Iribarne?

El caso de Torcuato fue más difícil. De Fraga se temían sus prontos. De Torcuato se temían sus silencios. Torcuato era un hombre peligroso políticamente. No era espuma de champán como Fraga que se cabrea o no se cabrea. Los dos fueron apartados de muy diferente manera. El ostracismo al que se llevó a Torcuato fue brutal, y llegó de todos los que le debían todo. Y me estoy refiriendo a dos personajes en concreto, el Rey y Adolfo Suárez. Hasta el punto de que en los últimos momentos de su vida me consta de que tuvo problemas económicos. Primero porque no había robado, y segundo porque tenía muchos hijos y no tenía donde caerse muerto. Sin embargo, ese no es el caso de Fraga que fue una potencia política que convierte Alianza Popular en el Partido Popular. Y además de ser una bestia política, puede tanto acertar de pleno como equivocarse totalmente. Pero él consiguió catapultar a Aznar. Supo retirarse a tiempo y se convirtió en el virrey de Galicia, que no es sitio fácil y siguió.

Pero Aznar no ha sido precisamente un logro y más teniendo en cuenta las decisiones que tomó sin ninguna justificación.

Sí, pero eso lo vemos ahora a la distancia y quién era realmente se desvela a gran parte de la opinión pública española en los atentados de Atocha. Ahí se descubre al verdadero Aznar. Incluso tiene la desvergüenza de decir que fue algo muy bueno para España la intervención de Irak. Y como ahora se ha vuelto fino y hace gimnasia. Pero tuvo su público, y ganó las elecciones. Evidentemente de un político no se puede decir que no volverá hasta que se haya muerto. Eso es un principio básico de cualquier analista. Es muy poco probable que se retire, como no se muera siempre hay una oportunidad de volver.

¿Qué le parece las desafortunadas intervenciones de Felipe González estos últimos meses?

Una de las cosas que demuestra la escasa entidad política de aquellos que han sido calificados como grandes maestros de la Transición, aquellos calificados grandes líderes, es su final apoteósico. El final de Felipe González transformado en ese tipo que dice boberías al modo de un senador romano corrupto. O el de Suárez haciendo negocios con Mario Conde y luego con la larga enfermedad. O incluso Fraga sujeto a su cargo. Hasta el Rey, que hubo que echarle porque era un peligro para la humanidad, y más para la española especialmente. Fue cesado. o, dicho de otro modo, se vio obligado a retirarse.

Y es el Rey, precisamente, a quien mejor se le ha tratado.

Cayó en la corrupción de forma descarada. Donde había dinero ahí metía la cabeza. Hay gente que lo justifica diciendo que había tenido dificultades económicas de joven, cuando eso es una sucia mentira. Yo considero ahora que el primer corruptor de la Transición fue el Rey, que no solamente era inmune, sino que ademas era impune, por las cosas que hizo.

¿Y por qué cree usted que esos políticos han terminado de esa manera tan poco admirable?

Porque ellos eran lo que eran. No había más. No solo no eran inteligentes, sino que eran una panda de cacharros. No tenían nada de inteligentes, porque en lo que sigue a la Transición hay elementos incomprensibles como el café con leche para todas las comunidades, la cesión de la enseñanza, la cesión de la sanidad que ahora están intentando devolvérsela al Estado porque no hay quien la pueda mantener. Todas estas cosas que no se pensaron entonces porque eran una panda de frívolos que no tenían ni zorra idea de nada.

¿Y hubo algo que saliera bien durante la Transición?

No corrió la sangre, el temor de la guerra civil que siempre estaba allí desapareció. Sí eso es verdad.

¿Cómo se explica que hubiese políticos brillantes en la República y en la democracia no?

Eso se llama cuarenta años de franquismo y exilio. El corte generacional que en cierta ocasión yo llamé el erial es un producto de la dictadura clarísimo. Es verdad que hay un plantel de políticos en el periodo republicano, muchos de ellos sin experiencia política, pero con talento, porque en la política, como todo en la vida se aprende, aunque hay cosas mucho más difíciles que la política, aunque no sea tan fácil como la gente se cree.

¿Hay algún político inteligente en la nueva generación de Ciudadanos o Podemos?

Yo no creo en los milagros, no soy creyente, ni en ninguna otra cosa. He tenido una determinada experiencia militante, pero no política y a lo mejor no lo veré yo, pero mis hijos espero que lo vean. Veo gente más audaz como un Pablo Iglesias o un Albert Rivera, que son evidentemente muy superiores a la gente de la Transición, porque se explican. Pero es que en la Transición la primera norma es que nadie se explicara, porque cómo se explica aquello. La Transición se caracteriza por siete años, y entonces el tema de la corrupción era muy poco importante, porque lo verdaderamente importante era la libertad. Pero en los partidos políticos empiezan a descubrir una cosa que no se sabía entonces y es que los partidos políticos son carísimos y que hay que sacar dinero de alguna parte, de que hay unas estructuras políticas que requieren gastos. Cuando a mí me dicen que hay un ambiente muy malo contra Rajoy en el PP, siempre digo que ese ambiente dura lo que dura las elecciones. Si gana se cambia el ambiente, si pierde que se prepare.

Uno de sus últimos libros trata sobre Cataluña. ¿Qué le parece la situación actual con la política secesionista?

Esa actitud de los ex de Convergencia es como lo de Pujol. Allí no se está discutiendo la libertad o la independencia de Cataluña. Sino que la única posibilidad de una amnistía a la cantidad de robos, fraudes, estafas que han incurrido en los últimos años es la independencia. Es un chantaje porque, tarde o temprano, todos pasarán. Llevan mucho tiempo como el caso Palau. Lo que ocurre es que grupos como la CUP aprovechan una oportunidad perfecta que les han brindado. Ahí se introduce un partido minoritario que nace, en gran parte, de emigrantes que hablaban castellano y que apoyaban el proceso de independencia. Pero es un acuerdo que está basado en una única idea y es que Mas necesita gobernar un tiempo suficiente a costa de lo que sea para cambiar las tornas de una amnistía judicial.

¿Y la población catalana independentista se va a contentar con esa cortina de humo?

Los sentimientos nacionales son peligrosísimos, porque no se explican racionalmente. En Cataluña se ha ido desplazando una parte importante del electorado gracias a un monopolio informativo que paga la Generalitat. Ahora empiezan ánimos críticos contra la situación que se está viviendo. Allí es como si fuese un partido del Barça contra el Madrid, y mucha gente se lo toma así, y todas las semanas nuevas encuestas, sin consciencia de la consecuencia.

Podemos ha defendido abiertamente su último libro.

Sí, porque estaba agotado y presionaron activamente para que se publicara. Tuve incluso una larguísima entrevista en La Tuerca con Pablo Iglesias de más de una hora.

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