La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista.

Nadhia Ghulam: "Me disfracé de hombre por pura supervivencia en Afganistán"

"Hasta que pasaron mis operaciones de cirugía y estuve segura de que como mujer yo podría hacer lo que quisiera, no dejé de parecer un hombre", afirma la mujer afgana que se hizo pasar por hombre para poder trabajar

Nadia Ghulam. L. P.

En su barrio de Kabul la llamaban el loco. Pero uno no imagina persona más cuerda y sensata que la afgana Nadia Ghulam, la chica que se disfrazó de hombre para poder trabajar en Afganistán. No importan las cicatrices que surcan su rostro por culpa de la bomba que destrozó su casa y mató a su hermano. Su mirada magnética hace imposible desviar la vista de sus ojos, llenos de fuerza y verdad. Llegó a Cataluña con la ayuda de una O N G para operarse de sus heridas y emprender una nueva vida.

Los dos nacimos el mismo año: 1995. Me siento casi obligado a pedirle disculpas por que usted haya sufrido una vida tan dura y yo, en cambio, una tan buena.

Nada de disculpas: vosotros no tenéis ninguna culpa de que me hayan pasado estas cosas. Ha sido muy duro, pero en cierto sentido doy gracias a Dios de que me haya ocurrido. Porque he crecido mucho. La dureza de la vida te hace crecer. Si no me hubieran pasado tantas cosas no sería la Nadia que ahora soy. Antes de que me cayera una bomba en casa era una princesa que no sabía nada. No valoraba de dónde sale la comida o la cama tan cómoda sobre la que duermo. Ahora lo valoro más todo.

A los ocho años yo tocaba la trompa, estudiaba segundo de Primaria y veía los dibujos de la Bola del Drac. A usted, a los 8 años le cayó una bomba sobre su casa. ¿Cómo fue su infancia?

¡Yo también veía los dibujos animados por la tele con mi hermano antes de los 8 años! Jugaba como una niña y era muy feliz. Cuando cayó la bomba sobre mi casa, mi vida cambió por completo. Estuve dos años en el hospital. Vi todas las formas de miseria, pobreza y violencia en mi vida. Tras pasar por todo ello, encontré una fuerza de voluntad y de lucha que antes no tenía. Y unos objetivos. Las mujeres afganas sueñan con casarse, tener hijos y estar pendientes de su marido. Y yo, como se me quemó la cara y todos pensaban que ningún hombre querría casarse conmigo y mi vida sería una desgracia, pensé: mi vida no será una desgracia. Yo estudiaré, aprenderé muchas cosas, enseñaré a la gente. Y eso hice: una vida diferente a la de las mujeres de mi país. Pero no lo he vivido como si fuera una desgraciada, sino como una privilegiada.

Y un día Nadia se transformó en Zelmai. Una chica disfrazada de chico. ¿Por qué lo hizo?

Por pura supervivencia. Porque en aquel momento las mujeres no podían trabajar ni estudiar. Y si nadie se iba a casar conmigo, ¿qué iba a hacer yo? No quería pedir caridad en la calle, como hacen miles de afganos. Yo quería ganar el dinero con mis propias manos. Y eso me hizo pensar en vestirme de chico y poder trabajar. Así logré trabajar de muchas cosas. Me costó mucho. Pero eso me convirtió en una persona in dependiente. Libre. N o esclava.

A esa edad yo miraba motos, chicas, baloncesto. Usted recogía excrementos de la calle para abono. Ha sido muy valiente?

No sé? Mucha gente cree que no podría hacer lo que yo hice. Sin embargo, todos tenemos muchas capacidades que no conocemos. Se trata de buscarlas en nuestro interior. Fíjate en esta anécdota.

Adelante.

Un día caminaba con mi madre catalana por la calle y vi a un albañil cargando con un paquete pequeño de cemento. No pude evitar reírme. Mi madre me preguntó de qué reía. Le dije que cuando yo tenía 14 años subía y bajaba sacos de 40 kilos a la espalda por las montañas y no me pasaba nada. Ahora, en cambio, en vez de mochila al hombro arrastro una maleta con ruedecitas. Si hay posibilidad de transportarlo con ruedas, ¿para qué cargarlo en la espalda? Otro día, mi padre catalán estaba viendo un concurso de escalada y me dijo que por qué no probaba yo, que he trabajado muchos años en pozos y bajaba veinte metros por debajo de tierra para excavar pozos. Si no me pagan, no lo hago. Él se sorprendió. Porque no lo veo como una afición. Yo lo hice todo para sobrevivir, no porque me gustara hacerlo.

Cuando iba de hombre, ¿cómo la trataban los varones?

No sé por qué, pero yo tenía un carisma especial. Los hombres me hacían sentar a su lado y me veneraban: a señores con barba larga yo les daba consejos. Cobraba protagonismo donde iba. Unos me llamaban "mulá", otros "maestro", otros "loco". ¿Sabes por qué? Porque estaba en la adolescencia y mi cuerpo se estaba transformando. Y para evitar que la gente se acercara a mí y pudiera descubrir que en realidad era una chica, lanzaba piedras a quien se me acercaba. Por eso adopté un carácter muy agresivo. Como si estuviera loco. Pero los hombres me escuchaban, lo compartían todo conmigo, discutíamos juntos?

Simplemente por su apariencia. Porque si hubieran sabido que estaban delante de una chica, ¿cómo la hubieran tratado?

N o me hubieran dejado hablar ni mirarles a los ojos. Me hubieran tratado como a una prostituta, se hubieran aprovechado de mí? Pero como hombre, era el amo.

¿Y eso le hizo pensar "ojalá hubiera nacido hombre"?

¡Muchas veces! Cuántas veces he pensado: ¡Ojalá no nacieran mujeres en Afganistán! Pero no he dejado de sentirme una mujer nunca. Y con mucho orgullo. Mira: en la religión -no en la interpretación que se hace- se le da más valor a las mujeres que a los hombres. Yo soy musulmana. Y en broma digo que estoy más cerca de Dios que ellos.

¿Cuántas personas sabían que usted era, en realidad, una mujer disfrazada de hombre?

Durante el régimen de los talibanes, lo sabían mi madre y mis hermanas. Una tía no quiso saber nada más de mí cuando se enteró.

¿Cuándo dejó de ser chico?

Al llegar a Cataluña. En el aeropuerto todavía llevaba el vestido de hombre y el pañuelo de mujer. Hasta que pasaron mis operaciones de cirugía y estuve segura de que como mujer yo podría hacer lo que quisiera, no dejé de parecer un hombre. La seguridad me hizo sentirme mujer por fuera.

Al llegar a España, ¿qué le sorprendió más: los supermercados, las tiendas de lujo o la libertad de las mujeres?

¡Todo, todo! Era todo muy sorprendente. La primera vez que vi a un chico y una chica cogidos de la mano por la calle no pude evitar seguirlos para ver qué hacían. ¡Y el chico se enfadó conmigo al descubrirme! [risas].

Compartir el artículo

stats