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Emiliana Velázquez: "Franco usó las vanguardias para hacer creer que aquí había modernidad"

"El régimen trató a algunos pintores abstractos como si fueran retrasados mentales", recuerda la historiadora y catedrática de Historia de Secundaria

Emiliana Velázquez Guerra, ayer, en la Fundación Negrín. JOSÉ CARLOS GUERRA

¿Por qué el único movimiento cultural al que respetó la dictadura fue la vanguardia ?

Porque había un interés puramente político para sacarle rédito. El régimen quería encontrar una vía de propaganda que le hiciera pasar por moderno sin pagar un tributo político, y que fuera con algún elemento que no coincidiera con la ideología del 18 de julio. No encontré nada en las dos primeras décadas del franquismo ya que estaban los ánimos muy crispados.

Esa apertura fue algo muy excepcional si tenemos en cuenta que la mayoría de los artistas e intelectuales huían del país.

En España hubo una limpia total con el exilio de los grandes intelectuales después de la Guerra Civil. Todo lo que se llevó a cabo durante la República y la Edad de Plata española se tuvo que marchar. Lógicamente, en el panorama interior, aparte de que todo estaba impregnado por el espíritu del 18 de julio y de todas las personas que lo secundaban, la mayoría de ellos no comulgaban con la vanguardia. Pero se necesitó mantener una imagen exterior menos contundente del régimen. Y es entonces cuando empieza un proceso de dar protagonismo a los elementos vanguardistas para emparejarse con la comunidad internacional que no les hacía ni caso.

¿Y en qué contexto se produce este cambio de actitud?

Al finalizar la II Guerra Mundial, España tenía todos los embajadores fuera y era un país totalmente rechazado por la comunidad internacional. El régimen necesitaba la materialización de un elemento anticomunista que en la Guerra Fría utilizara a España como la máxima expresión del anticomunismo, aunque detrás de todo esto hubiera contratos económicos. Para llevar a cabo esta institucionalidad propagandística, el Gobierno tiene que crear instituciones que tutelen sus intenciones. La primera institución semioficial sería la Academia Breve de Crítica de Arte que primero había sido El Salón de los Once, donde intentaban hacer sus ensayos de modernidad hasta que en el año 1941 nace el Instituto de Cultura Hispánica, que ya es una institución por y para el franquismo, y, sobre todo, para los acontecimientos que tienen lugar.

¿Y qué artistas eran los que integraban este grupo?

Estaba el Instituto de Cultura Hispánica que fue creado por el régimen. Pero paralela a esta hay una actividad privada. En Canarias tenemos al grupo Ladac, Los Arqueros del Arte Contemporáneo. Y junto a este, surgen por toda la geografía peninsular distintos grupos que intentan hacer una pintura de vanguardia. Había artistas como Tapies, Chillida, Cuixar, Manolo Millares, Martín Chirino. El grupo El Paso estaba al margen de las dos primeras décadas, pero se implantó cuando ya estaban consolidados los movimientos vanguardistas. Algunos sectores del régimen trataron a algunos pintores, sobre todo los abstractos, como retrasados mentales. Hay muchas personas que todavía vivían en España e intentaban sacar la cabeza a través de toda esta oposición al régimen. Pero en realidad toda esta libertad artística parte del valor de plantearse hacia exterior como un elemento de que aquí también había modernidad, aunque paralelamente se está construyendo el Valle de los Caídos, del que sabemos en qué condiciones se hacía.

¿Tuvo todo esto alguna repercusión posterior en España?

Surge una nueva forma de actuar. Primero España mira a los países de habla hispana y surgen lo que se conoce con el nombre de las Bienales Hispanoamericanas. En la primera, en Madrid, se ve por primera vez el arte de vanguardia libremente en algunas exposiciones y se acepta este tipo de arte. Pero esto no significa que no se siguiera con la pintura tradicional, basada en la nostalgia al Siglo de Oro español, al costumbrismo, etc.

¿Hubo alguna reacción por parte de Franco hacia todo esto?

Cuando Franco va a la primera exposición y llega a la sala de los vanguardista, dice "bueno, mientras hagan las revoluciones así no hay ningún problema". Después, cuando llega la integración internacional, sobresale una burguesía que se hace consumidora de arte porque viaja hacia Europa y se impregna de lo que está haciendo con las vanguardias. Esta burguesía consume arte y permite que todo el país vaya cambiando su mentalidad con respecto a esto.

¿Pero la mentalidad retrógrada del régimen no cambió?

El poder se instaló en los símbolos del Siglo de Oro español, en el arco y la flecha, el yugo, el águila imperial. Habla de la nostalgia por la grandeza del Barroco de España, que se encuentra en una autarquía rechazada por Europa. Y cuando se abre el régimen lo hace también con la conciencia de que está encomendado por la grandeza.

¿Fueron realmente decisivas las celebración de las bienales?

Sí. La primera tiene lugar en Madrid en el 51, la segunda es en La Habana en el 53, y la tercera y definitiva es la de Barcelona en el 55 que ya catapulta el arte vanguardista con el beneplácito del régimen. Estamos hablando de aperturismo en la pintura. Pero hasta el año 66, con la Ley Fraga, no habrá este aperturismo ni con la literatura, ni con el periodismo, ni siquiera con el cine, por la gran censura.

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