La Provincia - Diario de Las Palmas

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"Si abres a los niños la puerta de la curiosidad siempre estarán aprendiendo"

"No hay que abusar de deberes y actividades extraescolares; les estamos robando la infancia", afirma el maestro César Bona, uno de los cincuenta mejores del mundo

César M. Tocino. SAMUEL CHARRO

Dicen que 'cada maestrillo tiene su librillo', ¿cuál es el suyo?

Hablar mucho con el niño que yo era; le escucho y veo que eso funciona. Yo creo que es importante que el maestro (palabra que incluye a cualquiera que se vea docente) sepa escuchar y que sea capaz de dejar las intensas programaciones por un momento de lado e imponer el sentido común. Algunos hablan de mí como un maestro innovador pero yo creo que, simplemente, he vuelto a lo básico.

¿Muchos maestros adolecen de algo tan sencillo como lo que acaba de plantear?

Bueno, a mí me gusta hablar siempre en positivo y más bien diría que hay muchos profesores que no adolecen de eso y que ponen muchísima pasión en su trabajo. Llevo diez meses viajando sin parar con mi libro y en cada ciudad conozco a decenas de maestros que disfrutan con su trabajo y son capaces de contagiárselo a sus alumnos con proyectos muy interesantes. La curiosidad es el motor que mueve todo.

Sin embargo, muchos maestros están obligados a impartir esa intensa programación y se ven sin tiempo para fomentar la creatividad y la ilusión, como usted promueve.

Es que una de las cosas que si yo pudiera haría es recortar esa programación y dejar tiempo para estimular la curiosidad de los niños. En todos los trabajos es algo esencial, pero más en las escuelas y es muy necesario que el sistema ayude a conseguirlo.

Hay una queja unánime del colectivo sobre la falta de formación para este tipo de docencia, para atender a la diversidad...

Sí, es cierto que sería necesario ofrecer a los futuros maestros una formación que estimulara su propia curiosidad, enseñarles a hablar en público y a gestionar sus emociones... Si uno mismo no es curioso y creativo, es imposible que estimule a los demás o que les enseñe a explotarla.

¿Y los contenidos académicos?

Por supuesto, los contenidos tenemos que enseñarlos y son importantes, como también lo es la memorización, pero no más que la curiosidad. Si les abres esa puerta, estarán aprendiendo siempre. Y la escuela también debería tender a invitar a los niños a participar en la sociedad, a estimular su compromiso social.

¿Los niños tienen que disfrutar en clase?

Los niños y los maestros. Yo me lo paso muy bien en clase. Aunque suene paradójico no doy clase cada minuto, a veces interactuamos de tal manera que nos olvidamos de que somos maestro y alumnos y son momentos muy bonitos. Todas las cosas tienen un fin didáctico, pero también socializador. Y tampoco hay que dejar de lado en las clases el sentido del humor. Eso no significa estar haciendo el payaso en clase; ni mucho menos. A todos nos gusta estar a gusto en nuestros trabajos, ¿no? y no rodeados de compañeros con mala leche... Pues lo que queremos para nosotros también lo tenemos que desear para los niños. Todo esto no quita que les enseñemos a ser perseverantes, una palabra que me gusta más que 'esfuerzo'. Hay que hacer de la escuela un lugar donde a los niños les apetezca ir.

¿Qué opina de los deberes y la polémica que generan en muchas escuelas por su abuso e, incluso, por su falta?

Los niños tienen que disfrutar de su infancia y los padres de sus hijos; el tiempo pasa muy rápido y se nos olvida disfrutar de lo que tenemos hasta que, de pronto, ya están en el instituto. Los niños que se pasan tres o cuatro horas después del colegio haciendo deberes y encima con tantas extraescolares como se empeñan los padres en apuntarles, se les está robando la infancia. Yo no soy padre, pero si un día lo soy me gustaría pasar tiempo con mis hijos; me parece que es lo natural. Es importante, sobre todo en Primaria, crear una serie de hábitos en los niños, pero no se les puede agobiar tanto. Yo les animo a que terminen sus tareas en la escuela, que aprendan a valorar su tiempo, pero si no las terminan, pues tienen que hacerlo en casa. Pero siempre deben de tener tiempo para jugar. Yo a los padres les digo que si como mucho a las siete (si han salido del colegio a las 5), no han terminado, que lo dejen, que ya es cosa mía.

¿Y las notas? ¿Es bueno fomentar la competitividad?

Los padres, sin darse cuenta, comparan demasiado y la escuela no es sitio para comparar, sino que hay que animarles a cooperar y enseñarles que la empatía y el respeto por los demás es lo más importante. Parece que la nota es el fin último de las cosas y no el aprender y esa presión que veo en niños de seis años por las notas no me gusta nada. Me gustaría que los niños formaran parte de la evaluación; que les hiciera reflexionar y vieran para qué les sirven los contenidos que han aprendido, que los pueden usar para muchas cosas, que no se trata solo de memorizar y escupir lo aprendido. A mí me gusta hablar a los niños de exigencia, autoexigencia y respeto a ellos mismos, a los compañeros, a los adultos y al medio ambiente.

Y usted, ¿tuvo algún maestro que le marcara especialmente?

Yo era un niño bastante tímido y no me atrevía ni a intervenir en clase. Me gusta recordar a Don Dionisio, que me hizo amar la Lengua Española, pero también tuve una maestra que me hizo odiar las Matemáticas... Y tengo muchos compañeros que son mis faros, por lo que me siento un privilegiado. Una niña de 10 años me dijo: "Yo creo que a ti te mantenemos la creatividad nosotros". Pura verdad.

Seguro que se ha encontrado con padres a los que les parezca mal su filosofía...

Sí, claro, pero yo creo que los maestros tenemos que tener la mente abierta. Yo fui un maestro duro e inflexible y, echando la vista atrás, me di cuenta de que los castigos no eran más que una proyección de mi propia frustración y ninguno funcionó.

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