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Cine 'La calle de la amargura'

España negra sobre lienzo mexicano

España negra sobre lienzo mexicano

Que la obra de Luis Buñuel ha influido de manera decisiva en todo el cine mexicano posterior es algo evidente. Que Arturo Ripstein es, probablemente, el cineasta que mejor ha asimilado su herencia para integrarla en un imaginario propio, también lo es. Así lo demuestra La calle de la amargura, una vigorosa mixtura entre las enseñanzas del maestro aragonés y el estilo personal del mexicano, que es capaz de filtrar una fecunda corriente artística como es la de España Negra, para nutrir su retrato de una colectividad abocada a la miseria.

Partiendo de un grotesco suceso de la más reciente crónica negra mexicana, Ripstein y su guionista y esposa, Paz Alicia Garciadiego, trazan un crudo retrato de los barrios más deprimidos de Ciudad de México, centrando su mirada en una colección de personajes que sólo encuentran la libertad bajo una máscara, sea ésta la de un luchador sombra o un salto de cama robado a la mujer para retozar con un adolescente y, especialmente, en las dos prostitutas solanescas a las que dan vida, con tiento y buen hacer, Patricia Reyes Spíndola y Nora Velázquez.

No hay, sin embargo, en La calle de la amargura restos de la denuncia social de Pabst ni de la mirada comprensiva de Mizoguchi al tratar el tema de la prostitución. Lo que ofrecen Ripstein y Garciadiego es un genuino esperpento con sabor mexicano, en el que los espejos deformantes valleinclanescos mutan en cristales sucios, en los que la costra se ha acumulado hasta desfigurar, por otros mecanismos, los rostros de los personajes.

Con una puesta en escena austera y una casi total ausencia de música, La calle de la amargura es una película seca y poderosa como un trago de tequila, apoyado en una soberbia fotografía en blanco y negro y en una iluminación con vocación expresionista. Dos elementos que, unidos al certero encuadre de Ripstein, enriquecen el visionado con sugerentes lecturas simbólicas, como su predilección por las rejas que, al proyectar su sombra, acaban atrapando a los personajes como si habitaran la jaula de un canario muerto.

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