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Cine 'Ocho apellidos catalanes'

Llevárselo muerto

Llevárselo muerto

Para quienes hayan visto Ocho apellidos vascos (¿todavía queda alguien que no la haya visto?), Ocho apellidos catalanes no resultará demasiado novedosa, más allá de sumar caras nuevas al cuarteto original formado por Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde y Carmen Machi. Y quienes vayan con frecuencia al cine no tendrán más que hacer un poco de memoria para caer en la cuenta de que la secuela dirigida de nuevo por Emilio Martínez-Lázaro, que vuelve a contar con un guión de Borja Cobeaga y Diego San José, no se diferencia en nada de las comedias bajas en calorías y saturadas de gags de José Corbacho y Juan Cruz.

Lo mejor de la segunda entrega de las aventuras de Rafa (Dani Rovira), el señorito andaluz, y Amaia (Clara Lago), la chica vasca, reside precisamente en sus propios intérpretes, con los que Martínez-Lázaro quiere buscarnos las cosquillas (léase la risa) en medio del agobio, aunque para ello recurra a sacudir delante de nuestro ojos unos fungibles estereotipos, que no personajes, que se mueven de una punta a otra de la geografía española. Prácticamente lo mismo que, en su momento, vimos en Ocho apellidos vascos, salvo que ahora la broma es a costa de los catalanes y su aspiración independentista.

En Ocho apellidos catalanes el término originalidad está prescrito. La historia no es ya sabida sino endeble, y más cuando se supone que tiene su referencia específica en la vida real. El empeño de ser ocurrente, el intento continúo de forzar la carcajada redunda en el desvanecimiento de la trama, en el desinterés por las previsibles situaciones, en la progresiva ridiculez de los personajes simplificados hasta la caricatura. Martínez-Lázaro no logra mantener el interés de la película más allá de sus primeros treinta minutos, con la presentación de los nuevos personajes encarnados por Berto Romero, Rosa María Sardà y Belén Cuesta.

Ocho apellidos catalanes no aspira a ser una obra didáctica sobre los usos y costumbres de la sociedad española, se conforma con ser entretenida, y lo consigue. Pero esperábamos más. Un punto de mordiente ajeno a los pautados cauces preestablecidos por los que discurre, compulsando tópicos con delectación y clichés con alevosía. Otra vez será. Porque habrá otra vez. Si me permiten la sugerencia, podría titularse: Ocho apellidos manchegos. U Ocho apellidos valencianos. ¿Y por qué no... Ocho apellidos canarios? En fin, que habrá más oportunidades de hacer caja. O como dice Arturo Pérez Reverte en Cuando éramos honrados mercenarios de "llevárselo muerto por la patilla".

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