La diseñadora de joyas grancanaria Helena Rohner recibe hoy en Sevilla de manos de los Reyes la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, un premio que considera como "el regalo a una trayectoria", una manera "genial" de terminar el año y de reconocer que "la joya es la luz del cuerpo". "Es un premio que no me esperaba. Es el regalo a toda una trayectoria, al recorrido que ha tenido la empresa", cuenta la diseñadora en una entrevista con Efe. Comparte el galardón con todo su equipo, al que lleva unida 15 años y al que considera su "familia". "Ya hablamos igual".

Rohner (Las Palmas de Gran Canaria, 1968) mantiene un diálogo con las piezas que crea, en las que funde diferentes materiales para lograr mayor presencia de las piezas. "La joya es la luz del cuerpo", subraya al destacar que la plata refleja la luz, la madera la absorbe y, en ese ir y venir de luces y sombras, juega en todo momento con la iluminación para llamar la atención sobre el cuello, la mano o el lóbulo. Su amor por la "artesanía" la delata al combinar materiales para crear joyas, una mezcla que hace que cada pieza "sea mucho más interesante".

Califica su diseño como "limpio" y le gusta pensar que "esencialista", dice, desterrando deliberadamente la palabra "minimalista" que le suena "fría". Según relata, "prefiero definir mi estilo de esencialista", en un alegato contra la "decoritis". Espera que cada pieza que sale de su imaginación sea "limpia, interesante y ergonómica", y que se adapte a la vida de una mujer activa, que trabaja, tiene hijos y viaja, razón por la que diseña una joya "muy personal", que pueda llevar una mujer de 80 años, pero también una quinceañera, y que en cada situación "tiene un sentido".

Con dos tiendas, una Madrid y otra en Barcelona, a las que se suma la venta por internet, Rohner confiesa que el 70 por ciento de su producción se vende en Japón, Reino Unido y Dinamarca.

Rohner estudió Ciencias Políticas, pero la influencia de una madre artesana de los tejidos, los colores y los tintes, y de un padre aficionado a los trabajos en madera, desembocaron en su pasión por la creación de joyas. Reivindica el valor del Archipiélago donde nació como un lugar cosmopolita desde el que su empresa surgió como un proyecto global que hizo el camino al revés: comenzó vendiendo en Japón antes que en España. Y con ese bagaje, asegura que la globalización ha unificado los gustos. "Las joyas son un objeto muy pegado a la persona, que te diferencia de los demás. Cuando consigues que se vuelva parte de ti, la haces tuya y forma parte de tu esencia", explica.

Con la necesidad permanente de crecer, su balance, en estos 20 años de carrera, no puede ser más positivo, porque "puedo vivir de lo que hago, que me apasiona".