Ministros y altos representantes de cerca de 200 países llegaron ayer a París con la misión de concretar los puntos más importantes de un texto que, si todo va bien en los próximos cinco días, se convertirá el viernes en un histórico acuerdo universal de lucha contra el cambio climático. La cumbre del clima de París (COP21) pasa hoy al siguiente nivel, el llamado tramo ministerial, con un texto de 48 páginas plagado de asuntos por cerrar pero que es solo un cuarto de las más de 200 páginas presentadas a los ministros a estas alturas en la fracasada cumbre de Copenhague, en 2009.

El desencuentro afecta a los dos temas más complicados que llegaron sin resolver a París y que han entorpecido las negociaciones la primera semana: la diferenciación entre países desarrollados y en desarrollo, y la financiación a estos últimos para que crezcan bajos en carbono y se adapten al calentamiento.

Mientras la Unión Europea y Estados Unidos desean que esta diferenciación "se vaya diluyendo", países como India, China y los países petroleros presionan para que se mantenga y para que el compromiso de cumplir los objetivos nacionales no sea obligatorio para ellos.

Del mismo modo, quieren que el cometido de financiar a los más vulnerables sólo recaiga por escrito en los países considerados ricos en un anexo de la convención de cambio climático de la ONU de 1992, cuya sola mención hoy, en un mundo tan diferente, enerva a la Unión Europea. El enconamiento del debate de la diferenciación choca en muchos casos de bruces con la propia realidad: a día de hoy, 186 países, incluyendo la inmensa mayoría de los en desarrollo, han presentando compromisos de reducción de emisiones para incluir en este acuerdo.

Sólo Venezuela, Uzbekistán, la República Popular Democrática de Corea, Libia, Siria, Panamá, Nepal, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves y Timor Oriental no han presentado compromiso, en algunos casos por su situación de conflicto.

Aunque también contribuyen a la financiación de los más vulnerables -China aportó recientemente 3.000 millones de dólares- lo cierto es que las grandes potencias emergentes no quieren "dejarse computar" en este aspecto, aseguró la directora de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui. "La UE no quiere que la diferenciación se diluya de manera traumática e inmediata para estos países, pero sí que contribuyan a medida que mejoren sus economías".