Miles de fieles católicos de todo el mundo asistieron ayer a la apertura de la Puerta Santa y a la inauguración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, en medio de fuertes medidas de seguridad y en una jornada que coincidía con los mil días de pontificado del papa Francisco. En el inicio de este Jubileo Extraordinario, que se celebra en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II (1962-1965), también estuvo el papa emérito Benedicto XVI, al que Francisco saludó con un abrazo minutos antes de que ambos cruzaran el umbral de la Puerta Santa, primero Jorge Bergoglio y después Joseph Ratzinger. Por primera vez, la atravesaron dos Pontífices.

Los 50.000 peregrinos, según cifras oficiales, que viajaron hasta Roma para vivir esta jornada histórica siguieron la ceremonia desde las cinco pantallas dispuestas especialmente para el evento en varias zonas de la plaza de San Pedro del Vaticano. "No se puede ver un cristiano que no sea misericordioso", manifestó después Francisco durante el ángelus.

El Papa abrió la Puerta Santa vaticana diez días después de hacer lo mismo en la catedral de Bangui, la capital de República Centroafricana, durante su viaje a África como gesto simbólico de anticipo a este Jubileo.

También los peregrinos llegados al Vaticano pasaron a través de esta puerta que habitualmente está tapiada y que ahora permanecerá abierta durante todo el periodo jubilar, hasta el 20 de noviembre de 2016. "Venir a entrar por la Puerta Santa es a lo que más puede aspirar un cristiano", explicó Carmen, una de las peregrinas que asistió al acto, y que viajó al Vaticano junto con otros cuatro miembros de su familia para participar en un acto que, dijo, le provocó "amor, tranquilidad y paz". Otra peregrina venezolana, Sonsoles, expresó también su felicidad por vivir este momento. "Sentimos regocijo, ya que en nuestra patria ha sucedido algo extraordinario y está rumbo a obtener nuevamente su democracia. Estamos aquí agradeciéndole al Señor que nuestra patria respira otros aires", dijo en referencia a las recientes elecciones de su país.

En la céntrica plaza se desplegó un importante dispositivo de seguridad, con agentes de la Policía italiana realizando controles de detección de metales y registros de los asistentes, lo que ralentizó la entrada e incluso obligado a esperar largas colas.

Personalidades

Las calles anexas a Via de la Conciliación, que une Roma y el Vaticano, fueron cortadas al tráfico y custodiadas por miembros de las fuerzas del orden. En la ceremonia también estuvieron presentes el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, así como el ministro del Interior, Angelino Alfano, y el delegado del Gobierno en Roma, Franco Gabrielli, entre otras personalidades políticas. Los Años Santos ordinarios celebrados hasta la fecha han sido 26, el último en 2000, con el cambio de milenio y bajo el pontificado de Juan Pablo II.

Por la tarde, el Papa acudió a la céntrica plaza de España de Roma para venerar la imagen de la Inmaculada Concepción, ante la que recordó en una oración a todos aquellos que "sienten más duro el camino", como los enfermos, los presos o los inmigrantes.

"Vengo en nombre de las familias, con sus alegrías y penas, de los niños y jóvenes, abiertos a la vida, de los ancianos, llenos de experiencia", dijo el pontífice con tono pausado y solemne. Instantes después, presidió una ofrenda floral a los pies de la Virgen, donde se depositó una corona con flores blancas y amarillas, los colores de la bandera vaticana.

"Bajo tu manto hay lugar para todos porque eres la madre de la Misericordia. Tu corazón está lleno de ternura hacia todos tus hijos: la ternura de Dios, que contigo se hizo carne y se convirtió en nuestro hermano, Jesús, salvador de cada hombre y mujer", dijo.

El pontífice llegó a la plaza de España de Roma a las 15.48 hora local y allí le esperaban miles de fieles, romanos y turistas que le recibieron al grito de "Viva el papa" y que también corearon su nombre al final de la celebración, cuando el pontífice argentino se acercó a saludarles. Jorge Bergoglio pronunció la oración a los pies de la escultura de la Virgen, donde depositó una franja de flores blancas y amarillas, los colores de la bandera vaticana.

La tradición papal de la ofrenda de flores se remonta a 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de la Virgen María.

Por voluntad de Pío IX se erigió este monumento en la romana Plaza de España y fue él quien lo bendijo el 8 de septiembre de 1857 desde el balcón central de la embajada española ante la Santa Sede.

Después de la oración, Francisco permaneció varios minutos en silencio y en meditación frente a la escultura, mientras se escuchaban las letanías a la Virgen.

Al acto acudieron diversas autoridades políticas como el comisario de Roma, Franco Paolo Tronca, y una comitiva de la Embajada de España ante la Santa Sede encabezada por el embajador Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.