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Cine 'Un paseo por el bosque'

Lugares comunes, paisajes únicos

Robert Redford, en 'Un paseo por el bosque'. LA PROVINCIA / DLP

Decía el escritor británico G.K. Chesterton que "la adoración moderna a la naturaleza está totalmente equivocada. Los árboles y los campos deberían ser lo normal; las casas adosadas y los templos deberían ser lo extraordinario. Estoy de parte de quien vive en el campo y quiere ir a Londres. Abomino y adjuro de quien vive en Londres y quiere mudarse al campo; y lo hago de todo corazón porque me cuento entre ellos". No sólo Chesterton se contaba entre ellos, también lo está el protagonista de Un paseo por el bosque, que tras 30 años viviendo en Londres, regresa a Estados Unidos con el fin de emprender la gran aventura de su vida: recorrer a pie los montes Apalaches, acompañado de un viejo amigo.

En Un paseo por el bosque, Ken Kwapis adapta un libro de viajes del escritor americano Bill Bryson, cuyo mensaje parece ir encaminado hacia una suerte de carpe diem de la vejez. No obstante, la alternancia de comedia y melodrama no encuentra en ningún momento el justo equilibrio, sobre todo por culpa de las deficiencias de un guión que acusa una palpable confusión y se enfrenta a claros problemas de indefinición de tono. Tampoco la realización de Kwapis ayuda a restablecer las graves imperfecciones de la escritura, puesto que la narración carece de consistencia, el cúmulo de ramificaciones de historias secundarias queda deshilachado y el ritmo se estanca en vacuas escenas de paseos donde se pierde el sentido de lo excepcional.

Como haciéndose eco de esa incómoda sensación de insustancialidad, las imágenes de la película transcurren sin sorpresas, construidas sobre moldes ya conocidos que ofrecen más bien poco margen de maniobra para este comentarista. Un paseo por el bosque no es más que la crónica dulzona de las vivencias de dos amigos gustosos de la naturaleza y celosos de su independencia, contada bajo la forma de una comedia simplona, tremendamente plana, que pasa por encima de aspectos que, medio siglo atrás, hubiesen servido a John Ford, Howard Hawks o Jean Renoir para realizar una gran película.

Poco más se puede decir de este vehículo cinematográfico al servicio de Robert Redford y Nick Nolte, en el que su director no se esfuerza en absoluto por ir más allá del abrigo de sus intérpretes, de los lugares comunes que nos propone. Aunque, considerándolo bien, muy poco cabía esperar de Ken Kwapis, firmante de trabajos de la más ramplona convencionalidad como Hasta que el cura nos separe, Qué le pasa a los hombres y Una aventura extraordinaria, que poco o nada les dirán porque pasaron sin pena ni gloria por la cartelera. Y me temo que a Un paseo por el bosque le sucederá otro tanto de lo mismo.

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