El Vaticano conoce un amplio dossier, de casi 79 folios, elaborado por una agencia de detectives de Palma que documenta los frecuentes contactos que Javier Salinas, el obispo de Mallorca, mantenía con su secretaria personal, Sonia Valenzuela.

El repertorio de imágenes y vídeos refleja que el obispo recibía prácticamente a diario a su secretaria de noche en el Palacio Episcopal y, además, que lo hacía a escondidas, no sin antes fijarse si algún extraño le estaba mirando. Sin embargo, no hay ni una sola fotografía que refleje una muestra explícita de cariño hacia la mujer, ni tampoco que mantuvieran una relación pasional. Estas visitas nocturnas se repiten prácticamente a diario durante los días que la pareja fue seguida por los detectives.

Es el religioso quien personalmente, en ocasiones vestido con un chándal, abría de noche la pesada puerta de su residencia de Palma y facilitaba la entrada de Sonia Valenzuela, que accedía en su coche particular aunque hubiera plazas libres para aparcar en la calle. La pareja permanecía varias horas a solas, como reflejan las imágenes, y era también el obispo quien volvía a abrir la puerta principal para que la secretaria se marchara con el mismo coche con el que había llegado, un turismo modelo Peugeot.

Salinas ha sido objeto de un seguimiento solicitado por Mariano de España, el marido de Valenzuela, ante las sospechas de que su esposa pudiera mantener una relación sentimental con el obispo. Este seguimiento se inicia a finales del pasado mes de octubre y se mantiene durante algunos días de noviembre. Como se refleja en el informe definitivo que el detective entrega al marido, el obispo y la mujer pasan juntos prácticamente más de diez horas al día. Cuando se despiden, vuelven a mantener largas conversaciones telefónicas, muchas veces de madrugada. Hay ocasiones en las que a media tarde ella abandona el edificio episcopal para acudir a la UIB (donde imparte clases) y al terminar sus obligaciones académicas regresa, ya de noche, al palacio para volver a encontrarse con el obispo.

Todo el repertorio de imágenes gráficas, tanto fotografías como vídeos, se toma desde la calle. No hay fotos dentro del edificio, ya que los investigadores no disponen de autorización para grabar más allá de los espacios públicos. Pero lo que sí queda claro en las grabaciones es que el cabeza de la Iglesia de Mallorca se mantiene muy atento para que nadie se fije en él mientras abre la puerta para que su secretaria acceda a sus aposentos privados. Estas visitas no sólo se producen de lunes a viernes, sino también prácticamente todos los fines de semana, tanto el sábado como el domingo, al menos mientras se prolongó la vigilancia.

Una de las escenas más significativas que se reproducen en el informe tiene lugar el día 25 de octubre. La mujer llega al Palacio Episcopal alrededor de las siete de la tarde. Estaciona su coche a pocos metros de la puerta. Salinas estaba con ella en un acto oficial y llega un cuarto de hora más tarde.

Ella espera en la calle, sin salir del turismo. El prelado aparece en otro vehículo conducido por su chófer particular. Salinas sale del coche y se despide de su colaborador en el zaguán del edificio, que antes de irse le besa el anillo como signo de respeto. Monseñor Salinas parece percatarse de que el coche blanco de su secretaria está aparcado en la calle, pero no dice nada al empleado.

Cuando el chófer se marcha, el obispo cierra la puerta. Deja pasar un tiempo prudencial y a los pocos minutos abre de nuevo el portón y permite el acceso a su secretaria, que pone su coche en marcha y ya no vuelve a salir del edificio hasta las diez de la noche, después de que el propio Salinas vuelva a facilitar la salida del vehículo. Durante este tiempo permanecen ellos dos solos en el palacio.

Llamadas de madrugada

Una de las pruebas más significativas que dispone el marido y que ha remitido al Vaticano es el listado de llamadas que realiza su mujer al teléfono móvil del obispo. En los cuatro meses que van desde julio a octubre mantienen hasta 145 horas de conversaciones telefónicas.

Sobre todo en el mes de julio y en repetidos días, Sonia Valenzuela contacta con Javier Salinas de madrugada (incluso a las dos de la mañana) y hablan a veces más de 70 minutos. Pero además a primera hora del día siguiente vuelven a mantener un nuevo contacto telefónico, aunque más breve. Estas llamadas de madrugada, fuera del horario laboral normal del resto de personal diocesano, se producen repetidamente y en distintas fechas.