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Dependencia El difícil camino de la integración

Una universitaria con discapacidad se queda sin apoyos para estudiar

A curso y medio para acabar Arquitectura en la ULPGC, la majorera Saray Rodríguez pierde la ayuda del Gobierno canario que pagaba el sueldo de sus acompañantes

Una universitaria con discapacidad se queda sin apoyos para estudiar

Los 24 años de vida de Saray Rodríguez Umpiérrez están llenos de obstáculos que ella se empeña en superar. El último y el que "peor me ha hecho sentir nunca", según asegura, ha sido la negativa del Gobierno de Canarias a renovarle la subvención extraordinaria que pagaba el sueldo de sus acompañantes, las personas de las que depende de la mañana a la noche para poder cursar sus estudios de Arquitectura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

¿Cómo se siente uno si le arrebatan de pronto las manos y los pies? Seguramente, como la joven majorera Saray Rodríguez, una buena estudiante cuya máxima ilusión es acabar la carrera que comenzó hace seis años. A curso y medio para terminar, con cuarto de Arquitectura a medias, cuenta que ha esperado durante tres meses una llamada que le confirmara que disfrutaría de nuevo de las manos y pies prestados que necesita de la mañana a la noche por su discapacidad física del 92% y su dependencia de máximo grado.

Saray Rodríguez nació sin manos, sin uno de los brazos y el otro atrofiado, y con unas piernas también lisiadas que le impiden caminar con facilidad. Ha salido adelante gracias al empuje de su madre y a su propio ánimo, que le hace ver siempre la botella medio llena. "Creo que lo he tenido más fácil que personas que se han quedado discapacitadas por un accidente porque nací así y no conozco otra vida ni otra forma de hacer las cosas que con mucho esfuerzo", comenta.

La progenitora, María del Carmen Gutiérrez Alonso, una docente que imparte clase en el Centro de Educación Infantil y Primaria de Puerto del Rosario, siempre ha luchado por la integración de su hija mayor y porque fuera lo más independiente posible. De ahí que la llevara al colegio público donde trabajaba, como a sus otros hijos sin problemas de discapacidad, y se empeñara en que la chica participara en todas las actividades.

El resultado es una joven que conoce cada rincón de Fuerteventura y a la que en su Isla no le queda "nada por hacer", asegura. Por eso, a los 18 años, se trasladó a Gran Canaria a estudiar Arquitectura. Saray, que aprendió a escribir, dibujar y pintar desde muy niña con la boca y con los pies, pensó que arquitectura era la mejor carrera para desarrollar su vena artística. Seis años después cree que no se ha equivocado, que la carrera le ha aportado mucho más de lo que esperaba y que su visión sobre la accesibilidad de las construcciones para hacer la vida más fácil a las personas con discapacidad o movilidad reducida puede ser muy útil a la hora de acometer cualquier proyecto.

Explica que no se planteó nunca estudiar a distancia y que la decisión de abandonar el terruño fue muy meditada. De hecho, la tomó cuando tuvo la seguridad de que dispondría de recursos para afrontar su vida de estudiante fuera de casa. Pidió ayuda al Gobierno canario para disponer de personal de apoyo y se le concedió una subvención de carácter extraordinario que se pagaba directamente a la empresa Amma, una de las contratas de servicios que trabaja para la administración en la atención a personas dependientes y a mayores.

Durante seis cursos, desde el de 2009-2010 hasta el pasado de 2014-2015, Saray Rodríguez ha disfrutado de la ayuda especial que ha sufragado el servicio de asistencia y apoyo realizado por los trabajadores de Amma. Hasta siete acompañantes ha tenido durante los seis años lectivos, contando siempre con al menos dos personas que se turnan para atenderla durante las 24 horas. Depende de sus acompañantes para todo, desde comer y vestirse, hasta asearse e ir a clase.

Este año tenía previsto cursar parte de las asignaturas que le quedan de cuarto y quinto en Polonia, con la beca Erasmus que tiene concedida. Se animó a pedirla con uno de sus hermanos, estudiante de Ingeniería, pero antes de formalizar la solicitud preguntó en la Dirección General de Dependencia si podría mantener la subvención para las personas de apoyo al irse a estudiar en el exterior. Asegura que tuvo una respuesta afirmativa y entonces pidió la beca y se la concedieron.

Después, en agosto, como cada año, la estudiante majorera volvió a solicitar la renovación de la ayuda. En septiembre, cuando llegó la hora de partir para Polonia se encontró con que no disponía de los cuidadores. Planteó entonces en la ULPGC seguir el curso aquí y no le pusieron ningún problema, pero ahora se encuentra con que no puede ir a clase, porque no cuenta con el personal de asistencia que precisa.

Tiene amigos que la acompañan, como Álvaro Ramos, también alumno de Arquitectura, y su novio, Sergio Sosa, que cursa Ciencias del Mar, pero ellos no pueden escoltarla todo el tiempo. Además, Saray renunció a la residencia universitaria porque se iba a Polonia y ahora padece las dificultades de vivir en un piso de estudiantes no adaptado, con la única ayuda de su novio y sus amigos.

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