"En el Hospital Doctor Negrín me abrieron y me hurgaron como a un animal para luego decirme que lo que tenía era una pancreatitis medicamentosa. Yo sabía lo que me pasaba desde un primer momento, pero la médico no me escuchó. Todas las secuelas físicas y psicológicas que sufro es por eso, porque no me escuchó", denuncia María del Carmen Batista que se muestra satisfecha de que por fin, después de ocho años de litigio, el juez le haya dado la razón.
Ha pasado mucho tiempo desde que se sucedieron los hechos, pero esta grancanaria no olvida aquellas 12 horas que pasó de calvario en Urgencias. "Con un medicamento se podía haber solucionado todo, no hacía falta operarme", añade. "Los médicos deberían prestar más atención a lo que dicen los pacientes. Somos nosotros los que padecemos, somos nosotros los que podemos dar indicaciones", insiste.
Batista sabe de lo que habla porque entiende que la negativa de la médico de Urgencias a sus súplicas fue clave a la hora de recibir un diagnóstico erróneo. "Cuando le conté que creía que era el Voltarén lo que me había hecho daño, me contestó que si yo era médico que me fuera para mi casa", recuerda indignada.
Durante su estancia fue diagnosticada de hasta al menos cinco patologías diferentes, como tumor, perforación abdominal, perforación de estómago, gastritis y apendicitis. El último diagnóstico fue el que más fuerza obtuvo y estuvo a punto de ser operada de apendicitis, aunque finalmente se dieron cuenta que el problema no venía por ahí.
Finalmente la intervención le dejó como secuela una cicatriz en la región abdominal de 42 puntos y una eventración (hernia que aparece en la zona de incisión de una anterior intervención quirúrgica sobre el abdomen) por lo que necesitó una segunda intervención en la que se colocó una malla.
