El papa Francisco celebró el pasado 24 de diciembre su tercera Misa del Gallo en el Vaticano con la que lanzó a los fieles católicos de todo el mundo un mensaje claro: es necesario mostrar un comportamiento sobrio y sencillo en una "sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres". La de este año era una misa con un significado especial, pues se celebra en el marco del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, y precisamente este fue uno de los valores más defendidos en su homilía, con la que dio inicio a los ritos de Navidad.

"En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Dios nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante", afirmó Jorge Bergoglio en un discurso ofrecido ante miles de fieles de todo el mundo.

Subrayó que "en un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda" y también "poner en práctica la voluntad de Dios". "Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración", señaló.

El papa Francisco festejó el nacimiento de Jesús con los miles de peregrinos que viajaron hasta el Vaticano para conmemorar esta fecha, y les aseguró que Cristo enseña "lo que es verdaderamente importante" en la vida, es decir, mostrar un comportamiento sencillo y entregar bondad y misericordia al prójimo.

El pontífice, volvió ayer a aprovechar su mensaje de Navidad para recordar la violencia que se vive en el mundo, como los recientes atentados de París y Beirut, y a las personas que sufren, como los niños soldado o los refugiados, y pedir esfuerzos a la comunidad internacional y a los políticos.

Asomado al balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro para la tradicional bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo), Francisco, como en la pasadas Navidades, no quiso olvidar que de nuevo otro año el mundo ha estado dominado por la violencia.

"Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra", afirmó Francisco, para añadir después que "precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las tensiones y las violencias".

Y entonces abogó porque "los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo".

Bergoglio expresó su anhelo de que "el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada". Señaló la urgencia de que "el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen al país".

Su mensaje de Navidad fue un nuevo llamamiento a que la comunidad internacional "ponga su atención de manera unánime" para que "cesen las atrocidades" en Irak, Yemen y en el África subsahariana. Conflictos "que causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros", agregó.

También recordó "a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez".