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Un cooperante canario en Lesbos

David Fuertes se trasladó a la isla griega a finales de noviembre para prestar ayuda humanitaria a los refugiados

Las dos imágenes inferiores retratan dos momentos en Lesbos, donde David Fuertes planea volver el próximo enero, porque "he podido identificar los emplazamientos más apremiantes donde puedo ser útil".

La isla griega de Lesbos, en el enjambre de islas próximo a la costa de Turquía en las aguas del mar Egeo, es escenario de un inmenso éxodo humano que, según datos de Acnur, se traduce en alrededor de medio millón de personas que alcanzaron sus costas en su viaje hacia Europa este 2015. Un drama humanitario que, contra lo que el silencio o la pasividad internacional pudiera denotar, se salda con cada vez más víctimas en el mar y cada vez más desbordamiento en los campamentos de refugiados en la isla egea. Ante esta crisis de proporciones bíblicas, el grancanario David Fuertes decidió actuar.

"En la página web Lesvosvolunteers, que integran distintos grupos de voluntarios, leí que día a día llegaban botes, lanchas y todo tipo de embarcaciones precarias a las islas del Egeo, principalmente a Lesbos; y que no necesitaban tanto artículos de primera necesidad, porque tienen los almacenes llenos, sino manos para repartir toda esa ayuda humanitaria entre la gente", explica. "Yo tenía manos, tenía tiempo, y empecé a ver la forma de ir".

El pasado 20 de noviembre, bajo las orientaciones de Lesvosvolunteers, David aterriza en el aeropuerto de la isla griega y se dirige en taxi a un hotel situado junto al puerto de Lesbos, "donde acampaban cientos de persona sin tienda, en sacos de dormir, en los salientes del puerto". "La imagen que me queda grabada es la de la gente que se agolpa en el Puerto, sus largas jornadas de espera a que zarpara el ferry hacia Europa, que podía demorarse hasta tres o cuatro días, mientras la gente intentaba hacer su vida ahí, en unos campamentos improvisados", relata. "Y mientras tanto, Lesbos ha seguido recibiendo a diario entre 800 y 1.200 personas, según el estado de la mar".

Una vez en el terreno, "nuestra tarea como voluntarios consistía, básicamente, en ir a donde más falta hacíamos y repartir toda la ayuda humanitaria que se necesitara en ese momento, en coordinación con Acnur", explica. "El voluntario tiene que elegir entre dos ubicaciones: las playas, donde se auxilia a las personas que llegan en los botes deshidratadas, empapadas y exhaustas; o los campamentos, que es la que elegí yo, porque era donde hacía falta más gente". "A partir de aquí, los grupos de voluntarios se especializan en una parcela de campamentos concretos: yo me especialicé en un campamento de familias de refugiados sirios, donde siempre que pudimos repartimos comida caliente, agua mineral, mantas térmicas y ropa".

En este escenario, donde permaneció 10 días, "la coordinación es difícil, porque hay muchos voluntarios operando en las mismas parcelas". "ONG como Acnur, Médicos sin Fronteras o Save the Children desempeñan un gran trabajo, pero están desbordadas, así que tienes la posibilidad de entrar en contacto con un grupo de voluntarios e intentar sumar". En este sentido, admite que "hay que estar emocionalmente fuerte para vivir esta experiencia, porque ves situaciones realmente duras". "Pero es lo mejor que he hecho en mucho tiempo y, por eso, vuelvo". A través de su blog, recauda financiación vía crowdfunding para emprender un nuevo viaje a Lesbos el próximo 21 de enero, sin billete de vuelta. "Todo el dinero que recaude se utilizará sólo para adquirir lo que más haga falta sobre el terreno", afirma.

"En estos campamentos hace falta gente que les oriente porque, muchas veces, no saben que han llegado a una isla, o piensan que ya han llegado a Europa", explica. Aunque apenas hay traductores y, en muchas ocasiones, "basta una mirada para entenderse": "Hay que hacerles entender que, después de esa terrible odisea que viven en el mar, y que muchos no superan, el verdadero viaje empieza en la isla". "Aún les queda atravesar toda Europa para llegar a Alemania, el destino más común, y para eso tienen que atravesar cuatro o cinco fronteras distintas, y cada una de ellas está cerrada para ellos", afirma.

A este respecto, señala que "Europa habla de valores morales, apertura e integración, pero la realidad es que, cuando los otros están en nuestras fronteras, se les cierra el paso y, además, se les deporta ilegalmente, porque el derecho internacional establece que no se puede repatriar a la fuerza a alguien que haya abandonado su país para salvar la vida, que es lo que es un refugiado". "La indignación ante esto, y ante las miles de muertes a las que nos estamos acostumbrando, es lo que nos mueve a muchos a realizar este viaje", concluye.

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