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Análisis

La quimera salafista

Constituye un peligro para todo el mundo, especialmente para los musulmanes

La quimera salafista

El salafismo es un movimiento perteneciente al islam suní que pretende que los musulmanes regresen a los orígenes del islam. El término salafismo procede de la palabra árabe salaf, que significa predecesor o antepasado. Estos ancestros son la primera generación de musulmanes que fueron compañeros de Mahoma y las primeras que la siguieron. Por tanto lo que tratarían de recuperar es el islam de los salaf, el original, puro, del comienzo de esta fe.

Tras esta escueta definición surgen toda una serie de inconvenientes a la hora de explicar la naturaleza ideológica de este movimiento porque es muy heterogéneo y lejos de lo que comúnmente se cree no es una tendencia reciente. Por eso debemos analizarlo desde su origen, estudiando las tres fases del proceso de creación de la ideología salafista y las cuatro ramas del salafismo, que se diferencian principalmente en la forma de aplicar su ideología.

El salafismo tradicional

Desde que la sociedad musulmana entró en una crisis económica, política y social en la Baja Edad Media, varios teólogos preconizaron como solución el retorno al islam de los salaf. El primero fue Ahmad ibn ?Hanbal, un teólogo y jurista bagdadí del siglo IX, creador de la escuela jurídica hánbali, la más conservadora de las cuatro escuelas de ley islámica. Ibn Hanbal se oponía a quienes anteponían la deducción racional a los principios del Corán y los hechos y dichos de Mahoma. Esa fue la primera interpretación literal que se hizo de la religión musulmana.

La segunda fase fue la de sus seguidores, entre los que destacó Ahmad ibn Taymiyya, un teólogo sirio hánbali que vivió entre los siglos XIII y XIV. Su deseo de volver al islam original le llevó a escribir una fatua, un pronunciamiento legal, pidiendo a los musulmanes que matasen a los musulmanes alauitas sirios y a participar en dos expediciones militares llevadas a cabo por los mamelucos contra los miembros de esta comunidad religiosa islámica en 1300 y 1305. También atacó algunas formas del sufismo por considerarlas heréticas, lo que le llevó a ser encarcelado por las autoridades mamelucas hasta el punto de pasar la mayor parte de su vida privado de libertad. En esta segunda fase el salafismo se vuelve enemigo del chiismo y el sufismo que considera heréticos.

Ibn Taymiyya y sus discípulos, especialmente Ibn Al-Qayyim, Ibn Kazir y ad-Dháhabi se convirtieron en las principales autoridades a cuya obra se han venido remitiendo los salafistas hasta hoy día.

El salafismo wahabí

La tercera fase en la creación del corpus ideológico salafista comienza en el siglo XVIII en la península arábiga con Muhammad ibn Abdu-l-Wahhab, un reformador religioso hánbali, que retoma la obra de Ibn Taymiyya. Pero Ibn Abdu-l-Wahhab se tomó varias libertades en la exposición del pensamiento de su maestro, lo que ha llevado a que en la mayoría de las ocasiones su salafismo sea denominado wahabismo. Abdu-l-Wahhab predicó su ideología en la ciudad santa de la Meca, pero lo único que consiguió fue ser expulsado de ella, ya que como había sucedido con su predecesor, apenas tuvo seguidores.

Sin embargo, gracias a que estableció una alianza con Muhammad ibn Saud, emir de la ciudad de Diriyyah su pensamiento, si es que se puede llamar así al wahabismo, tuvo un éxito inesperado. Ibn Saud utilizó el wahabismo como argumento legitimador para lanzar una guerra de conquista de la península arábiga con la excusa de luchar por el islam original y combatir el herético, prohibiendo el sufismo y combatiendo a los chiitas. Este subterfugio tuvo éxito, ya que dio lugar la creación del Primer Estado Saudí, que entre 1744 y 1818 había logrado el control de la mayor parte de la península arábiga hasta que fue destruido por los egipcios y los otomanos.

Esta alianza marcó un cambio fundamental en el salafismo, que desde entonces se transformó en la ideología político-religiosa del Segundo Estado Saudí y del actual, creado a comienzos del siglo pasado. Aun así el salafismo era una ideología minoritaria, hasta que con la explotación a gran escala del petróleo tras la Segunda Guerra Mundial, Arabia Saudí contó con unos colosales fondos para expandir el salafismo en su forma de wahabismo por todo el mundo, financiando mezquitas y otorgando becas a estudiantes musulmanes de todo el planeta para formarlos en su ideario. Un ejemplo lo tenemos en nuestra ciudad con la Mezquita Rey Khaled cuyo imán es el egipcio Mohammed Mahmud Saleh formado en el wahabismo en Arabia Saudí.

Por otra parte las autoridades religiosas saudíes, que son wahabitas, han contado con todo tipo de medios para dar a conocer su mensaje. Entre ellos han destacado Muhammad Ibrahim al-Sheij, Abdel Aziz ibn Baz, que hasta finales de los años sesenta afirmaba que la tierra era el centro del universo, y Muhammad ibn al-'Uzaymin.

El salafismo de predicación

En el siglo pasado hubo una figura que originó una nueva forma de salafismo conocida como salafismo de predicación, el pensador albanés Muhammad Nasiruddin al-Albani que pasó la mayor parte de su vida viviendo en Siria y Jordania y fue un ideólogo muy influyente a partir de la década de los sesenta hasta su muerte en 1999.

Esta corriente se diferencia de las demás principalmente en que se aleja de la acción política para tratar de reislamizar las sociedades musulmanas a través de la predicación pacífica. Para ello aplica una doble estrategia basada en la purificación y la educación, con lo que primeramente trata de reformar la práctica del islam, depurándola de lo que considera innovaciones doctrinales y prácticas que no pertenecen al islam original, para posteriormente educar a los musulmanes en ese islam purificado, consiguiendo que renuncien a prácticas religiosas adulteradas y espurias.

El salafismo yihadista

Finalmente la última corriente del salafismo, la más reciente, convierte el terrorismo en su principal recurso. Esta tendencia se basa en la obra del egipcio Sayyid Qutb (1906-1966). Siendo funcionario del Ministerio de Educación Egipcio fue enviado a Estados Unidos para estudiar el sistema educativo de aquel país con el propósito de aplicarlo en Egipto, pero por el contrario regresó a su país con la convicción de que Occidente estaba enfermo y había que luchar contra cualquier influencia occidental en la sociedad musulmana, lo que hoy se denomina globalización.

Asimismo radicalizó el salafismo al afirmar que los musulmanes eran apóstatas por regirse por leyes laicas y costumbres paganas. Por tanto esta forma de salafismo no sólo es enemiga del sufismo y el chiismo como las anteriores, sino de los musulmanes suníes e incluso de los otros salafistas, a los que no consideran musulmanes porque traicionan al islam al participar sus organizaciones en procesos de regímenes que aplican leyes seculares no islámicas, por vivir en países musulmanes aliados de Estados Unidos como Arabia Saudí o simplemente por ser demasiado laxos al no tomar las armas como ellos.

Como era natural un pensamiento así sólo podía convertirse en la ideología de organizaciones terroristas, entre la que destaca Al-Qaeda. Al considerar que luchan para liberar los países musulmanes de la ocupación extranjera o de sus gobernantes impíos se creen defensores del islam y los musulmanes. Su estrategia es la de golpear a los regímenes de los países musulmanes mediante acciones terroristas que ellos consideran erróneamente que forman parte de la yihad. Su objetivo es instaurar un estado auténticamente salafista a través del caos, que es lo que ha conseguido una rama de Al-Qaeda autodenominada Estado Islámico de Irak y el Levante.

En resumen el salafismo es un movimiento reformista que trata de resucitar lo que ellos consideran el islam original y rechazan prácticas del islam popular, el sufismo, el chiismo, la mayor parte del pensamiento teológico islámico, que consideran una innovación, y cualquier influencia cultural occidental.

Por lo tanto es absurdo creer que los salafistas son una amenaza para Occidente, porque verdaderamente constituyen un peligro para todo el mundo, especialmente para los musulmanes.

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