El periodista madrileño Andrés Proensa acaba de sacar la edición correspondiente a 2016 de la Guía Proensa de los mejores vinos de España. Nuestra amistad viene desde 1985, cuando cada año redactábamos el capítulo de Canarias de la guía gastronómica Gourmetur, de la él que era coordinador al tiempo que responsable -durante ocho años- de Guía de Vinos Gourmet, también del Grupo G; amén de haber creado después la Guía de Oro de los Vinos Españoles o fundar y dirigir la revista Vinos de España.
Desligado del Grupo G y de otras editoras pasó a crear su propia guía con la premisa -la regla de oro del periodismo- de alejarse de la combinación "información-publicidad", tan tentadora, también y mucho, en el muy competitivo sector vinícola (5.000 bodegas y 15.000 referencias). Valor que es reconocido tanto por los profesionales del sector como por sus seguidores. Además, edita la revista Planeta Vino.
Como todas las guías gastronómicas y de vinos, la de Proensa no será ajena a la imposible objetividad. Pero no es menos cierto que los que le conocemos, y hasta hemos compartido con él bodegas y chimeneas por pueblos y villorrios de España, quedamos anonadados ante la magia de su olfato: un portento a la hora de explorar los más recónditos rincones del vino y revelar, con pasmosa seguridad, sus defectos y virtudes.
Su vademécum vitivinícola se mantiene en pie a pesar de los pesares; los tiempos que corren son hostiles para el desarrollo de la actividad; las publicaciones sobre gastronomía y vinos han sufrido muchísimo con la última gran crisis; por ejemplo, el pasado mes pasó a mejor vida una de las revistas más veteranas: Vino-Gastronomía, que fue, en 1961, la continuación de Viticultura y Enología, con lo que mudaría de imagen y filosofía. Pero no solo se clausuran publicaciones; una cosa que nunca había ocurrido -fuere como fuere la intensidad de la crisis- se dio en el 2015: el cierre definitivo de una bodega. Hasta entonces, si una iba por mal camino terminaba cayendo en otras manos, al precio que fuere, pero nunca se cerraba. El pasado año cayó una, nada menos que de La Rioja.
Ítem más: el consumo de vinos desciende; situación que viene siendo una constante desde hace años. Creemos que fue más o menos hace dos décadas, cuando la revista Actualidad Económica sacó un documentadísimo reportaje, El vino en España, y entre otros datos daba uno que nos pareció cuando menos revelador: "Cada vez que muere un viejo se pierde un consumidor". Quería decirnos que el vino, como el alimento cotidiano que fue, se iba convirtiendo, años tras año, en un complemento lúdico de la mesa.
El consumo
En 2014 el consumo descendió casi un 3 por ciento para situarse por debajo de los 16 litros por persona y año: 15,88 litros. Y en ese mismo año los españoles gastaron 2.299,44 millones de euros en vinos; un 62 por ciento en el hogar y el resto en la hostelería. Por último, el precio medio experimentó una subida superior al 3 por ciento, situándose en poco más de 3 euros por litro. Y uno se pregunta ¿Cómo se elaboran esas estadísticas si cada año recibimos unos sesenta millones de turistas que, como se repite machaconamente, más del 20 por ciento aterriza con el babero puesto para gozar de nuestras cocinas y vinos?
Pero a lo que íbamos: la guía de Andrés, que cada año se cata unos tres mil quinientos vinos y se patea parte de España, visitando bodegas y catando, aparece ordenada por zonas vitivinícolas, y en cada una de ellas se relaciona las mejores bodegas y los caldos con sus calificaciones que, sin miedo al qué dirán, pueden llegar a los 100 puntos: lo máximo.
Cuenta, en síntesis, la historia, características y singularidades de cada empresa vinícola y sobre cada vino propone maridajes con alimentos, amén de consignar el precio aproximado de cada botella. Para Proensa los vinos que llegaron al Top Tive: 100 puntos, son Amancio, Fino Tres Palmas, Pujanza Norte y Valbuena. Y en cuanto a la sorprendente ausencia de Canarias, nos reitera Andrés que ni los consejos reguladores, ni las bodegas, ni las instituciones (a pesar de que Canarias tiene 88 ayuntamientos, muchos de ellos con viñedos y correspondientes concejalías de agricultura; siete cabildos con las suyas y una enorme dirección general de agricultura del flamante Gobierno autónomo) pagadas por Hacienda somos todos, a ninguna se le ocurre remitir muestras y demás documentación al menos a esta guía. Hemos de creer, pues, que nuestros vinos están vendidos en firme desde la cepa, y por ello no hay porqué hacer esfuerzo alguno.
